Del cine no solo podemos sacar momentos de diversión y ocio. También podemos obtener enseñanzas tan valiosas como las experiencias de una vida. Eso es algo que encontramos con esta película de culto del director James Foley; basada en un guión de teatro, escrito por David Mamet.
En esta cinta de 1992, conocida en Latinoamérica con el nombre de Éxito a cualquier precio, nos metemos en la piel de unos vendedores de bienes raíces a los que “el éxito” en concretar las ventas les resulta esquivo. Tan mala es la racha de estos vendedores que la administración decide enviarles un ultimátum a través de un particular mensajero. Se trata del mítico y exitoso vendedor Blake, interpretado magistralmente por el ya legendario Alec Baldwin.
Con su visita, Blake no solo hace ver a los vendedores en qué se están equivocando, sino que les da un buen golpe de conciencia, sin tener reparos en recordarles lo perdedores que pueden llegar a ser en comparación a su adinerada presencia.
Aquí, un extracto del momento en el que Blake les deja muy en claro por qué él es tan exitoso y ellos siguen siendo lo que son:
Si ya viste la secuencia, de seguro puede que tengas dos cosas en mente. Puede que pienses que Blake fue despótico con los demás vendedores y que no es más que un vulgar patán con dinero. O puede que pienses que se trata de la persona más decidida que hayas podido ver, en su intención por motivar a quienes no cuentan con el mismo tipo de resolución para concretar objetivos.
Si eres de los que piensan que fue un discurso un tanto abusivo, recuerda que en la vida hay muchas personas y circunstancias que te harán recordar lo dura que puede llegar a ser esta, pues la mayoría de las veces tienes que ser decidido y constante para conseguir lo que realmente quieres. Si, por otro lado, crees que fue uno de los mejores discursos que hayas podido ver y oír, entonces vas por el camino de los que “cierran el trato”. Y esto solo es el comienzo de la película. Si con los primeros minutos, asistimos a una de los más breves, pero icónicos discursos de la historia del cine, hazte una idea de lo que sucederá a continuación.
Cabe mencionar que esa es la única aparición del personaje de Alec Baldwin, aunque el aura de su discurso, es el hilo conductor de las acciones de un entrañable personaje. Jack Lemmon, una leyenda del cine (Some Like It Hot, The Apartment, entre otras), interpreta a Shelley «The Machine» Levene, un veterano vendedor al que su experiencia ya no le rinde los mismos resultados en concretar las ventas. La acción principal recae en su odisea personal por dejar de ser el perdedor del que nos habló Blake (Baldwin), volviendo a convertirse en el destacado vendedor de antaño.
A lo largo de este recorrido, tenemos a un reparto glorioso y legendario, que acompaña el desenvolvimiento de la trama. Kevin Spacey, mucho antes de convertirse en el inescrupuloso Frank Underwood de “House of Cards” haciendo la de un gerente sin carácter; Ed Harris, a quien quizá recuerden como el temperamental «Pollock» (una película producida y dirigida por él mismo), interpretando a un ambicioso y furibundo vendedor; y hasta el mismísimo Padrino, Al Pacino, como el mejor y más persuasivo de los vendedores, Ricky Roma.
Cuando todo parece sonreírle al entrañable veterano Shelley, la historia da un giro previamente anunciado. La oficina es asaltada y el espectador se convierte en el principal testigo. Se sospecha de los autores, pero nada se sabe con seguridad. Y ahí es donde atendemos a uno de los grandes logros que tiene la película en cuanto a la escritura del guión se refiere. Todo el resto de la historia transcurre ¡dentro de la oficina!
El interés del público es mantenido en los impecables y bien desarrollados diálogos entre los personajes, en especial los que se dan entre Ricky Roma y Shelley “The Machine” Levine, ambos impregnados de una calidad actoral única e irrepetible.
Esta es una gran película, recomendada para todo aquél que esté en busca de una buena historia, buenos personajes, gran reparto y algo de clásica inspiración.
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