Eran los primeros meses del 2014, cuando empezaban a aparecer los rumores de un posible regreso de Poltergeist al cine, para luego confirmar que dicho título regresaba con una renovada historia para el nuevo siglo sin perder la esencia del clásico de 1982. Al saber que esto iba a ser una realidad, me entró escalofríos por todo el cuerpo, y ahora que lo tenemos entre nosotros, mis peores miedos han salido a la luz, ya que luego de verla puedo decir: ¿En qué estaban pensando?
El mayor punto en contra que tienen actualmente estos remakes, es que la gente no se asusta con facilidad como si lo hacía décadas atrás, y peor aún si es un remake y ya sabemos de qué trata la historia y lo que puede suceder en un momento determinado. Los productores debieron conocer mejor el terreno que estaban “pisando”, sobre todo si son dos personalidades que entienden el género de terror al revés y al derecho, como son Sam Raimi y Robert Tapert, productores de este remake, y que trabajaron años atrás en la ya mítica “Evil Dead”.
La historia empieza rápido, ya que la primera manifestación paranormal se da a los diez minutos o incluso antes. La meta, al parecer, era ir de frente al punto sin darle mucha vuelta a la trama, la cual al parecer se asumió que ya era conocida por todos.
El director Gil Kenan se habrá basado en los nuevos títulos de terror que se han visto recientemente, para darle un toque de frescura a la cinta, pero algunas escenas se sienten como copias de sus predecesoras, como por ejemplo, la secuencia en la que la niña empieza a comunicarse con los espíritus a través, primero del armario y luego con la ya clásica escena del televisor. Si son asiduos espectadores al cine de terror, podemos decir que estas son parecidas a las vistas en la franquicia Actividad Paranormal, específicamente, las partes tres y cuatro, salvo un leve toque de originalidad.
Una de las apuestas inteligentes que podemos rescatar es el cambio de protagonismo de los actores. Si en la versión original, los padres eran los héroes, aquí son los niños. Esto corresponde a que en la época actual, muchos jóvenes piensan de manera independiente en comparación a 1982, donde los padres eran más sobre protectores y los defendían ante cualquier adversidad. No estoy diciendo que esto no suceda ahora, sin embargo fue un acierto el cambio de roles.
Sobre los actores hay poco o nada que destacar, aunque me sorprende mucho la poca expresividad que posee la pareja compuesta por Sam Rockwell y Rosemarie DeWitt, que distan mucha de lo hecho por Craig T. Nelson y JoBeth Williams. Estos se veían comprometidos y preocupados por su hija “perdida” y uno al verlos podía entender tal preocupación, pero en la nueva versión eso no se plasma muy bien en las actuaciones de los padres. Lo más rescatable, de lejos, son las caracterizaciones de Jared Harris como el psíquico, al darle una personalidad distinta a lo que uno esta acostumbrado, y Kyle Catlett como el hijo pequeño que parecía que iba a ser mera compañía, pero luego participa en un buen giro de tuerca en la historia.
Me da mucha pena decir que este Poltergeist solo confirma lo mal que la pasa Hollywood y su falta de ideas originales. Su respuesta más inmediata está en hacer, semana tras semana, un remake sobre alguna película clásica logrando una versión sin mayor trascendencia.
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