El Pequeño Seductor es una experiencia surreal. Hay películas buenas, malas, mediocres… hay de todo para todos los gustos. Películas consideradas malas por la gran mayoría de espectadores pero que sin embargo son adoradas por un pequeño grupo de personas; películas amadas tanto por críticos como por la gente en general, y cintas que son casi imposibles de disfrutar, producciones tan pero tan horribles que son olvidadas poco tiempo después de ser estrenadas.
Yo pensé que «El Pequeño Seductor» iba a ser una cinta perteneciente a esta última categoría. Pero luego de verla debo admitir que esta “película” es algo totalmente diferente. Pertenece a una categoría incluso más baja. «El Pequeño Seductor», creo yo, no debería calificarse como película. No es una película. No merece mencionarse en la misma oración que otras películas. No merece proyectarse ni en cines ni en la televisión ni quemarse en DVDs.
Pero a la vez, sí merece ser discutida. Porque algo como esto no debe repetirse. (No he visto Macho peruano que se respeta, por lo que quizás sí se ha repetido… ojalá no). Debo advertir a todas las personas que puede ser que esto no sea una película, que «El Pequeño Seductor» es un insulto a mi carrera, a mi pasión, a mis ambiciones pero, más importante, a los miles de profesionales que trabajan tanto en Perú como en otros países, personas que se esfuerzan cada día para crear los mejores productos audiovisuales posibles.
Porque no hubo ni un gramo de esfuerzo a la hora de preproducir, grabar, y postproducir «El Pequeño Seductor». Nada. Cero. Es como si el director Wilfredo Sifuentes no hubiese visto ni una sola película en su vida, como si hubiese obligado a su equipo a realizar un filme en tres días y sin pagarles un sol (y ni siquiera invitarles el almuerzo). En pocas palabras, considero que «El Pequeño Seductor» no es una película porque, a pesar de, efectivamente, haber sido filmada con una cámara y (posiblemente) haber sido editada en una computadora, no nos cuenta nada. No hay trama. No hay humor. No hay estructura ni estilo visual. No hay nada que pudiese considerase una “actuación”. La única manera de poder disfrutar esta “película” es borracho (y quizás ni así) o, como lo hice yo, acompañado de otros comunicadores audiovisuales para contar la cantidad de errores garrafales que contiene. Es simplemente impresionante que un filme haya sido hecho de manera tan inepta.
El “Chato” Barraza es el protagonista de la película, y aunque el comediante es moderadamente gracioso en la vida real (muy a pesar de sus problemas personales. Véanse los videos del Avant Premiere de El Pequeño Seductor para que sepan a qué me refiero), me resultó insufrible en esta película. El “Pequeño Seductor” del título es su miembro viril (porque obviamente) y al parecer ha resucitado después de haber estado “en reposo” durante algún tiempo (todo debido a la muerte de la esposa del personaje). Evidentemente, ahora que ha recuperado su principal “arma”, el Chato se dedicará a buscar y tratar de enamorar a toda chica que pueda. Dicho objetivo involucrará muchas escenas llenas de diálogo casual e inconsecuente, infinitas tomas del tráfico de Lima, el mar y gente caminando, y algunas de las secuencias peor editadas que jamás se hayan proyectado en un cine.
Según los créditos de la cinta, el guión de «El Pequeño Seductor» requirió los esfuerzos de más de una persona. Algo me dice que los nombres de los guionistas son inventados, o que uno de ellos escribió el 99% del guión. El Pequeño Seductor no tiene guión. Su debilísima historia no tiene estructura. Hay interminables escenas en donde los personajes (generalmente el Chato y sus amigos) hablan de cosas que no tienen importancia, o hacen chistes que parecen sacados de la cantina más cercana a la oficina del director. Es como si una cámara siguiese a Barraza por varias locaciones para registrarlo interactuando con otras personas, y al editor se le hubiese olvidado cortar las partes más aburridas. Hay una secuencia en donde el Chato se va a pescar, prepara un ceviche junto con una chica, se van a almorzar… y nunca lo comen. Un editor decente sería capaz de quitarle la “grasa” y el “relleno” a la película, de eso no tengo dudas. El problema es que el resultado no sería una mejor historia… sería un (feo) cortometraje de tres minutos.
Pero es imposible hablar de esta película sin mencionar la “técnica”. Vale decir que hay trabajos universitarios de primer ciclo que tienen mejores movimientos de cámara, que están mejor enfocados, y que están mejor editados. Debo admitir haber realizado algunos bodrios en mi época de estudiante, pero incluso esos trabajos tenían planos bien encuadrados y una historia comprensible. La lista de errores técnicos que tiene «El Pequeño Seductor» es interminable, desde movimientos de dolly que terminan a la mitad de una plano, hasta incontables tomas fuera de foco, planos mal encuadrados, colorización horrible, impresentables efectos “especiales” y transiciones abruptas.
Y ni hablar del sonido. Estoy seguro que si le enseño esta película a cualquier sonidista profesional, probablemente se desmaye. Diálogos fuera de sincro, música inapropiada, ruido en el sonido directo. Todos los errores que uno podría cometer a la hora de registrar y postproducir el sonido están presentes en «El Pequeño Seductor». No hay nada como ver una escena que involucra tres personajes, en donde sólo escuchamos claramente al Chato, mientras que los otros dos suenan como si estuvieran a tres cuadras, al costado de una ruidosa construcción (y con eco).
Generalmente trato de encontrar aunque sea un elemento de valor en una película mala: «Transformers 4» tiene excelentes efectos especiales; Poseídas tuvo una escena de gore que funcionó, y hasta «Transcendence» y «Pasión Inocente» tenían buena fotografía. Pero no puedo hacer lo mismo con El Pequeño Seductor. Hasta las películas más malas son, generalmente, hechas con buenas intenciones, y tienen en su equipo a gente capaz que hace su mejor esfuerzo a pesar de estar trabajando con un guión mediocre o un director poco experimentado. Después de todo, hacer una película es caro y difícil.
Pero con «El Pequeño Seductor» no sentí nada de eso. Esta “cinta” es un producto hecho de la manera más cínica y floja posible, sin nada de esfuerzo ni cariño ni ambición ni compromiso, realizado únicamente para aprovechar la relativa fama del Chato y el boom de la comedia nacional iniciado por Asu Mare. Parece haber sido producida con cinco soles (y probablemente fue así, según el Chato, jamás le llegaron a pagar) y en tres días, y con un director que probablemente se pasó todo el rodaje chateando en su celular. En pocas palabras, no es una película.
Los dejo con un breve texto que se encuentra impreso en la contracarátula del DVD del filme. Es casi tan (o más) surreal que la película en sí, o quizás el único buen chiste que se le ocurrió a esta gente:
“Sin duda, el lenguaje cinematográfico requiere de una historia muy bien contada, más allá de las escenas o situaciones hilarantes. Es decir, del desarrollo más profundo de la psicología de los personajes. Requiere también una dosis de compromiso emocional con el espectador, de manera que al salir se haya cubiertoun (sic) amplio espectro de sentimientos: pasando por la risa, la ternura, y la melancolía”.
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