La película que cierra la fase 2 del universo Marvel reafirma dos reglas implícitas de su cine: 1) la visión del estudio siempre será más fuerte que la del director de turno, y 2) lo bien que les va cuando resignan seriedad y trascendencia en favor de la comedia. Algo que no debería extrañarnos en absoluto, dado que Ant-Man es fruto del trabajo de varios nombres experimentados en el complicado arte de divertir al público.
Hagamos un poco de memoria. Cuando supimos que Edgar Wright y su coguionista Joe Cornish venían trabajando la adaptación del personaje desde el 2006, muchos saltamos en un pie. El autor de la Trilogía del Cornetto ya la había hecho linda con otro personaje salido del papel (Scott Pilgrim vs. The World) y es un cineasta de fuerte personalidad y estilo propio que, en palabras del mismísimo Joss Whedon, “había escrito el mejor guion de una película Marvel que había leído”.
Pese a contar con la bendición de papá Whedon, Wright no quiso verse tan pequeño como su personaje al momento de lidiar con fuerzas mayores –las famosas “diferencias creativas” con los jefazos del estudio- e hizo lo que todo cineasta de raza hace cuando le meten demasiada mano en el trabajo: dar un paso al costado. La llegada de Adam McKay, socio habitual de Will Ferrell, para reescribir el guion original entusiasmaba mucho menos, pero no tanto como la elección de Peyton Reed para ocupar la silla de director, ya que -a diferencia de Wright- es un realizador mucho más acomodable a los requerimientos de las majors. O sea, el hombre ideal para asegurar que Ant-Man no se convirtiera en una pieza suelta dentro de ese enorme y aceitado engranaje llamado Marvel Cinematic Universe (MCU).
¿El resultado de esta conjunción forzada de talentos? La película más fresca y divertida del MCU luego de «Guardianes de la Galaxia». Libre de la presión de satisfacer al fandom de tótems como el Capitán América o Iron Man, Reed lleva a la pantalla una historia bastante tópica –un genio científico contrata a un ladrón de poca monta para robarle a su antiguo protegido una tecnología que puede traer caos al mundo- que tiene tanto de comedia y acción como de ciencia-ficción y culebrón, y sale bien librado en cada uno de esos campos. Especialmente en el primero, para lo cual contó con la inestimable complicidad de un grupo de actores cuyo mayor compromiso con sus personajes radica, paradójicamente, en no tomárselos demasiado en serio.
Lo de Paul Rudd como Scott Lang, el nuevo Ant-Man, es un caso similar al de Chris Pratt en Guardianes de la Galaxia. El carismático Mike de «Friends» estrena abdominales y habilidades de infiltración y combate para ponerse a la cabeza de un reparto donde destacan Michael Douglas como su mentor Hank Pym, el Ant-Man original; una Evangeline Lilly que se suma por derecho propio a lista de heroínas hermosas y duras de Marvel –ojo con ella en lo que se viene- y el que es, sin duda, el mayor hallazgo cómico del filme: Michael Peña. El latino más chamba de Hollywood se roba todas y cada una de las escenas en que aparece gracias a su aire distraído y a su magnífico humor verbal, especialmente notable en la escena final del filme: un prodigio de diálogo, ritmo y edición que *SPOILER* incluye además algo que hizo saltar a los fanboys de sus butacas: la primera mención “oficial” a Spiderman en el MCU *SPOILER*
La parte dramática de la historia está menos lograda. Tanto Lang como Pym son padres distanciados de sus hijas y buscan de alguna manera recuperar su condición de héroes para ellas, lo cual crea un símil obvio entre el nuevo y el viejo Ant-Man y estandariza sus motivaciones de cara al gran público. Lo mismo sucede con el malvado Darren Cross interpretado por Corey Stoll, mucho mejor en las escenas de acción –ese notable combate contra Lang, donde lo épico y lo cómico se dan la mano- que en la trillada relación discípulo-maestro que mantiene con Pym.
Mientras esperamos que el tiempo confirme si el Ant-Man concebido originalmente por Edgar Wright se une a la lista de grandes what if… ? del cine superheroico –como el «Spiderman» de James Cameron o el «Superman» de Tim Burton-, podemos concluir ahora que la visión unificadora del estudio ha salido ganando. Con una historia de origen más que conocida –el hombre que se convierte en héroe obligado por las circunstancias- pero bien narrada, personajes entrañables –y no me refiero solo a los humanos- y un ritmo que no decae en ningún momento, la aventura del pequeño superhéroe allana el camino para la esperadísima Capitán América: Civil War, el filme que partirá las aguas del universo Marvel y que pondrá tanto a los héroes como a sus fans ante una difícil decisión: elegir de qué lado estarán.
#AnthonyDignidad (luego de ver la peli me entenderán).
Bonus: El Paul Rudd que conocemos (y amamos):
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