El pasado 23 de julio, en la casa Tupac de Barranco, se presentó el documental La ciudad de los candados del director Mario Osorio Arrascue.
Osorio, quien estuvo desarrollando este proyecto desde el 2010, muestra por primera vez su trabajo de 60 minutos de duración, y que aunque ya haya sido presentado en este íntimo evento, tiene como objetivo final para dar por terminado el proyecto ser estrenado en la tierra que inspiró dicho trabajo: el pueblo de Aija, en Ancash.
La ciudad de los candados se desarrolla en Aija, pueblo ancashino que, motivo de la migración de sus pobladores, está casi abandonado. Son los pobladores que ya cerraron sus casas para irse a la capital, o a algún otro poblado con mayores oportunidades profesionales, los que inspiran el nombre de este documental.
Osorio nos cuenta la historia de una banda de folklore originaria de este pueblo y cuyos integrantes, aijinos de nacimiento y que aun viven ahí, van a juntarse a tocar para el pueblo que los vio nacer. Son ellos los que nos van contando y llevándonos por las calles empedradas de este pueblo, por los campos de cultivo y que nos presentan una localidad en medio de la sierra que está desapareciendo.
Uno se pregunta, qué invita a un director a mostrarnos esta localidad que nadie conoce. La respuesta no es tan complicada: su familia es de ahí, y también dejaron el pueblo por venir a la capital. Esa motivación, de mostrar, de revivir y de revalorar un espacio que aunque parezca olvidado, vive en el corazón de cada poblador, es la que nos muestra en “la ciudad de los candados”.
Citando a uno de los pobladores: “todo aijino quiere morir en su tierra, y si muere lejos quiere ser enterrado en ella”.
Así, Osorio nos regala un viaje a ese poblado, antiguo y como muchas de las tomas del documental, estático y avejentado. El director nos introduce con planos largos en el ritmo de ese pueblo, en la cadencia de sus personajes, a quienes gracias a planos muy cercanos, acompañamos casi pegados a ellos en su día a día.
Como el mismo director lo expresa, y además es claramente visible en la edición, muchas de las tomas tienen defectos (causados por la antigüedad del material) pero que, son aceptadas con total naturalidad por el espectador ya que la historia lo permite. Es de esos trabajos que con el lenguaje visual te introducen en el lugar donde se dan los hechos.
Es un trabajo muy personal el que nos presenta Mario Osorio, quien juega con la música para llevarnos a lo largo de las historias de sus personajes: un doctor que rechaza irse a Francia por volver a su pueblo y que toca el acordeón, un campesino guitarrista y un hombre ciego que está tan mimetizado con el pueblo que no necesita ningún tipo de ayuda para caminar por sus calles, juntos en un concierto en el teatro municipal para su Aija querido.
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