«Misión Imposible: Nación Secreta»: acción de la buena


Cada película de la franquicia de Misión Imposible ha tenido un estilo diferente. La primera, dirigida por Brian DePalma, es un thriller misterioso, casi de cine negro. La segunda, de John Woo, es más caótica, exagerada, llena de saltos en cámara lenta y palomas blancas volando por doquier. La tercera entrega, del hiperactivo J.J. Abrams, es intensa y más épica, priorizando el trabajo en equipo y el uso de un MacGuffin. La cuarta, del talentoso Brad Bird, es un poco más light, pero a la vez más grande en escala, siendo el momento cumbre la escena en donde Tom Cruise escala el Burj Khalifa, el edificio más alto del mundo.

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Protocolo Fantasma es, a mi parecer, la más entretenida de la serie, por lo que superarla (o incluso igualarla) sería una tarea difícil de realizar. Y aunque Nación Secreta, escrita y dirigida por Christopher McQuarrie (Los Sospechosos de Siempre, Jack Reacher) no cumple dicha tarea, tampoco puedo negar que me pareció muy divertida. En vez de traernos algo más grande y más épico, McQuarrie simplemente decidió desarrollar una cinta de acción directa y tensa, efectiva a la hora de presentarnos persecuciones y explosiones, pero no particularmente original.

Como siempre, el protagonista es Ethan Hunt (el chato Tom Cruise), súper agente de la IMF (Impossible Mission Force, jo jo). Esta vez, su némesis será un ex-agente Británico interpretado por un intimidante Sean Harris, quien es ahora el líder del Sindicato, un “anti-IMF” del que se habló durante el final de Protocolo Fantasma. Sin embargo, esta nueva organización terrorista no será el único problema al que se tendrá que enfrentar Hunt—preocupado por sus acciones temerarias, el director de la CIA, Hunley (Alec Baldwin) logra desmantelar a la IMF, absorbiendo a todos sus agentes menos a Hunt, quien ahora será considerado como un fugitivo.

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Dedicado a encontrar al Sindicato, el valiente agente logrará reclutar a Benji Dunn (Simon Pegg), William Brandt (Jeremy Renner) e incluso a su viejo amigo Luther Stickell (Ving Rhames.) Y su investigación también los llevará a conocer a la bella y peligrosa Ilsa Faust (Rebecca Ferguson), quien, a lo largo de la película, traicionará y ayudará a Hunt, haciendo que este no sepa exactamente de qué lado del conflicto se encuentra. ¿Será una doble agente o una agente encubierta? Hunt no lo sabe, pero de que hay atracción entre ambos, no hay dudas.

Lo más importante en Nación Secreta es la acción. Siendo honestos, muy poca gente se preocupará por la trama de la película—es simplemente una excusa para justificar la mayor cantidad de escenas de adrenalina posibles, y aunque supongo que está bien realizada (uno de los fuertes de McQuarrie es que sabe desarrollar un guión decente sin utilizar demasiada exposición), hubo momentos en los que el diálogo me dejaba impaciente y poco interesado. “¿En serio están tratando de bajarse a la IMF? ¿Otra vez?”, me ponía a pensar. “¿No es como la tercera vez que tratan de hacer eso?”

Además, creo que McQuarrie decidió manejar algunos temas de manera un poco exagerada. Aparentemente, todo el mundo ama al personaje de Tom Cruise—tanto así que se ha vuelto una leyenda, y el tipo de persona por la que sus amigos (e incluso desconocidos, como Ilsa) morirían en un instante. Prefiero la sensación de trabajo en equipo (bien utilizada en la primera Misión Imposible, y en la versión de J.J. Abrams) más que la adoración a Hunt, y aunque me gustó el que utilizasen ejemplos de cintas anteriores como justificación para desmantelar a la IMF (aparentemente, muchos de sus buenos resultados dependieron demasiado de la suerte—tienen un buen punto), hubiese sido bueno traer de vuelta a más personajes antiguos. ¿Dónde están Maggie Q y Paula Patton, por ejemplo? Tener a un grupo de personas más grande alrededor de Hunt hubiese sido más interesante, creo yo, y le hubiese dado una dinámica diferente al equipo.

Sin embargo, no puedo negar que los personajes que sí tenemos funcionan muy bien. El rol de Simon Pegg ha sido expandido, por ejemplo, lo cual es un toque de genialidad. Su personalidad algo exagerada y muy chistosa contraste perfectamente con la seriedad de Tom Cruise, lo cual los convierte, al menos durante unas cuantas escenas, en una pareja dispareja muy entretenida. Jeremy Renner interpreta a Brandt igual que a Hawkeye en Los Vengadores (o sea, no es muy interesante), aunque sirve para entrar en conflicto con Hunt. Y como Luther, Ving Rhames es sarcástico y memorable, a pesar de tener un rol reducido en comparación a sus apariciones en las dos primeras entregas de la saga.

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Pero la que se roba la película, sin lugar a dudas, es Rebecca Ferguson. Interpretando a Ilsa Faust, una agente experta en combate mano-a-mano, la sueca actriz le otorga clase y sensualidad a la película, logrando desarrollar a un personaje interesante y complejo, alejándose de la mayoría de estereotipos de personajes femeninos. Es una chica fuerte, de eso no hay dudas, pero también es vulnerable sin tener que depender de ningún personaje masculino. Me gustó que su relación con Hunt se quede en lo platónico, y me gustó que sus conflictos se queden en el subtexto sin tornarse en algo melodramático o cliché. Y cómo olvidarse del vestido amarillo que usa en la memorable escena de la Ópera, el cual la sensualiza sin objetivizarla, y demuestra lo letal que puede ser con un rifle.

¿Y qué hay de Tom Cruise? Su Hunt es el personaje más regularón porque es el “hombre derecho”, el agente que está dispuesto a hacer de todo por su patria y por poner al villano de turno tras las rejas. Lo más interesante de Hunt tiene que ver poco con el guión y más con Cruise como actor: su disposición para realizar las acrobacias más locas posibles. En la película anterior, escaló el edificio más alto del planeta. Y en Nación Secreta, se cuelga de un avión en movimiento a más de mil metros de altura.

Y lo hizo de verdad. Ocho veces. Impresionante. E igual de impresionante es el hecho de que la cinta comience con esa secuencia. Es como si Star Wars Episodio IV comenzara con el ataque a la Estrella de la Muerte o Los Vengadores con la Batalla de Nueva York. Y aunque sea difícil de creer, es una buena decisión ya que, como mencioné antes, el objetivo de McQuarrie no es brindarnos una película más grande o exagerada.

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La acción funciona porque es tensa, porque está filmada con economía, usando pocos cortes y movimientos de cámara estables, y porque el guión desarrolla a los personajes lo suficiente como para que nos importen, pero sin usar mucho relleno. Hunt y sus compinches se involucrarán en situaciones peligrosísimas (como tirarse a un sistema de almacenamiento digital bajo el agua, en donde tienen que aguantar la respiración por tres minutos), pero los zamaquean, golpean y hieren con frecuencia para que no se sientan como súper-héroes.

Misión Imposible: Nación Secreta es acción pura y dura, pero bien hecha. Es divertida sin ser tonta, llena de golpes y explosiones sin llegar a saturar. Tom Cruise está en su mejor momento, igualado únicamente por la fascinante Rebecca Ferguson, a quien estoy seguro continuaremos viendo en futuras producciones Hollywoodenses. Con sus secuencias de acción bien escenificadas, trama poco complicada y un sutil pero efectivo sentido del humor, la cinta funciona a pesar de ser más sencilla que su predecesora. No es un blockbuster particularmente memorable, pero Nación Secreta demuestra que la franquicia está lejos de quedarse sin ideas. Que vengan más.

Bonus track: Escuchen el podcast de Pasaje 18, dedicado a esta nueva «Misión Imposible»:


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