Pablo Larraín es una de las voces más reconocibles y audaces del cine chileno contemporáneo. Con Tony Manero logró algunos reconocimientos en los festivales de Rotterdam y Varsovia, su celebrado drama «No» se convirtió en la primera cinta chilena nominada al Oscar a mejor película extranjera y su más reciente proyecto, El Club, ganó el Oso de Plata en Berlín.
Esta producción también es parte de la Competencia Oficial de Ficción en la más reciente edición del Festival de Lima.
El Club narra la historia de cuatro sacerdotes caídos en desgracia, quienes viven en una casa de retiro en un alejado pueblo cerca del mar, bajo la atenta y amable mirada de una guardiana, quien también es religiosa. La llegada de un quinto sacerdote quiebra la armonía y destapa los secretos que ellos creyeron dejar atrás.
El Padre García, quien además es psicólogo y experto en manejo de crisis, llega a la casa para hacer una investigación sobre un incidente puntual, pero también para indagar sobre la historia de cada habitante de la casa. A raíz de sus pesquisas, descubrimos que cada uno esconde un pasado que prefiere olvidar. Cada uno ha cometido actos condenables por los que han sido separados, recluidos e incomunicados.
La película nos presenta entonces el conflicto interno del Padre García (Marcelo Alonso). Por un lado, tiene el propósito de cerrar esta casa pues desprecia los privilegios que tienen estos sacerdotes que deberían estar llevando una vida de penitencia. Por otro lado, García camina una delgada línea entre optar por el encubrimiento o la denuncia de graves crímenes, que contribuirían a manchar la reputación de la Iglesia Católica.
El guion hace todo lo posible por no caer en maniqueísmos, al conferirle luces y sombras a cada personaje. Todos pueden tener un momento de fragilidad o de solidaridad, pero al mismo tiempo todos son capaces de manipular, mentir y dañar a otros con tal de proteger su secreto o su estatus actual. Y en eso, la denuncia de Larraín no es nada sutil: la Iglesia puede estar muy dividida en ciertos aspectos, pero es muy unida si se trata de cubrirse las espaldas.
Uno de los mayores logros de Larraín es la dirección de actores. Cada vez que son entrevistados por el Padre García, los personajes le hablan directamente a la cámara, como si se estuviesen confesando. Esto produce un gran lucimiento del elenco, especialmente Alfredo Castro, como el soberbio Padre Vidal (quien se autodenomina “el rey de la represión”) y Antonia Zegers como la Madre Mónica, la guardiana de esta cárcel dorada, que esconde bajo la sotana una total falta de escrúpulos.
«El Club» es un drama intenso, que maneja un ritmo muy fluido que sabe cuándo acrecentar el suspenso y cuándo relajar el ambiente con unos toques de sarcasmo. Quizá su único pecado es repetir más de la cuenta ciertos testimonios chocantes, con el fin de magnificar su impacto. Pero su redención está en poner sobre el tapete temas sensibles e incómodos para propiciar una discusión. Porque aquello que se esconde no desaparece, sólo está esperando el momento de ser descubierto.
Funciones:
Jueves 13, 5:30pm, Cineplanet San Borja
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