Calificada su película como “el peor largometraje de todos los tiempos”, un director decide poner en marcha un plan. Buscar a por lo menos una persona que le guste su ópera prima. Si luego de un mes esta es inhallable, entonces, solo entonces, el director asumirá el fracaso. Este era el argumento de Biopic (2012), una película dirigida por el peruano Rafael Arévalo, que, al igual que Solos (2015), retrata la historia de protagonistas buscando redenciones personales.
Ellos son directores que en lugar se verse hundidos en la frustración, se aventuran a ir en búsqueda de ese espectador anónimo, aquel que no obedece a los filmes canónicos o de lecturas comerciales. Es decir, que poseen la sensibilidad suficiente para comprender los universos creados por estos autores definitivamente comprometidos a su arte “personal”. Bajo dicha premisa, la nueva película de Joanna Lombardi pondrá a cuatro personas introduciéndose en la selva peruana. La idea es proyectar el filme en plazas, parques, espacios abiertos en donde los habitantes locales puedan ver de forma gratuita la película que durante su temporada de estreno en Lima tuvo una lamentable convocatoria.
Al igual que en «Biopic», Solos es una película en donde los protagonistas principales están en continuo movimiento. Lo que el personaje de Arévalo lo hace a pie, los personajes de Lombardi lo hacen sobre ruedas. Bajo ese sentido, el filme se perfila a una road movie. Sin embargo, a diferencia de dicho género, la historia no está interesada en crear conflictos, desvíos, giros de ruta, imprevistos que obliguen a sus protagonistas a cambiar de mentalidad o algo que los afecte emocionalmente. Los personajes de Solos no maduran o aprenden lecciones. Ellos siguen su ruta, buscan público y nada más. Su peregrinación, muy a pesar, no deja de ser motivadora, la misma que se va desplegando a manera de ocio o simple rutina que en gran parte acontece dentro de una camioneta o a las orillas de alguna fogata. Son los cuatro personajes conversando, riendo, jugando, discutiendo o debatiendo en cortísimos plazos. A propósito de esto último, es como si Lombardi apagara el fuego o invocara a la calma cada que sus personajes dieran algún signo de irritación o conflicto personal. Lombardi reprime cualquier efecto de drama. ¿Qué es eso que evita a que uno de sus personajes abandone su carrera como abogado? Nunca se sabrá.
Por otro lado, Solos también apunta a ser una especie de estudio de campo sobre el consumo de cine en los espacios que están apartados de las fantasías que proyectan las multisalas. Los personajes de la historia son conscientes que al introducirse a esos lugares en donde abundan “espectadores vírgenes”, existan más posibilidades de encontrar a ese consumidor que guste de su película al estar libres de prejuicios fílmicos.
Hay además una reflexión sobre las nuevas formas de exhibición. El encuentro con uno de los extras de La muralla verde (1969), quien nunca ha visto la película, pueda ser interpretada como esa deuda del cine hacia los espacios que un día le sirvieron de inspiración. Aquí apunta la función del cine itinerante. En lugar que el espectador vaya al cine, es el cine que va hacia los espectadores. «Solos» termina de la forma que inicia. Un encuadre agrupa a ese solitario grupo que no ha perdido la fe, al menos en sí mismos. No hay espacio para un director frustrado.
Funciones:
Viernes 14, 5:30pm, Cineplanet Alcázar
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