Magallanes, opera prima de Salvador del Solar, es una cinta necesaria para todos pero incómoda para algunos. Necesaria porque escarba en los excesos que se cometieron en la guerra interna que se libró en nuestro país en la década de los ochenta, los cuales debemos tenerlos siempre presentes para no repetirlos, e incómoda porque hay gente que, erróneamente, prefiere esconder esa suciedad debajo de la alfombra.
La película cuenta con muy buenas actuaciones, donde destaca nítidamente el talento tan natural de Magaly Solier, en una interpretación brillantemente coronada con la escena de un reclamo en quechua tan desgarrador como auténtico. Lo de Federico Luppi también resulta admirable, quien con casi ochenta años encima demuestra una absoluta vigencia y un manejo magistral de su cuerpo y rostro en un papel que prácticamente no tiene un solo diálogo. Muy bueno también es el desempeño de Bruno Odar que se luce en un papel secundario.
El papel protagónico recae en el gran actor mexicano Damián Alcázar, de muy buen desempeño, pero por momentos cuesta esfuerzo creer que está interpretando a un ex miembro del ejército peruano que combatió contra el terrorismo en Ayacucho. Hay escenas en las que le falta sangre y nervio al personaje. Sobre todo cuando lo vemos flaquear delante de dos aprendices de matones o cuando una pareja de policías, que más parecen una caricatura mal hecha del recordado teniente Gamboa de la TV ochentera, lo pone en jaque.
Técnicamente se trata de una producción bastante bien lograda. Buena producción, eficiente dirección, sonido correcto, muy cuidada fotografía, óptima dirección de arte, etc. pero como ya se ha mencionado varias veces en el caso de otras películas nacionales, su talón de Aquiles viene a ser el guion, a pesar de tratarse de una obra basada en un relato del reconocido escritor peruano Alonso Cueto. Factor común que se repite en la mayoría de producciones nacionales de los últimos años.
A pesar de esto, la evaluación final es bastante satisfactoria y es refrescante para el cine peruano el ingreso a la dirección de una persona del talento y sobre todo la calidad humana que tiene Salvador del Solar, a quien a partir de ahora habrá que seguir para ser testigos de su evolución en futuros trabajos.
Si la gente de Tondero va a seguir la política de hacer caja con filmes de cuestionable calidad como las «célebres» Asu Mare (1 y 2), para financiar producciones del buen nivel de El Elefante Desparecido o Magallanes, pues a pesar de muchos, serán bienvenidas todas la secuelas posibles de la película más vista en la historia del cine peruano.
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