Festival de Venecia 2015: Crítica de «Tharlo», de Pema Tseden (China)


Mientras que todos los occidentales políticamente correctos nos jalamos los pelos preguntándonos “¡¿Es el Tibet una región autónoma de China?! ¿Liberen al Tibet? ¿El Tibet es de China?”, y demás; el cineasta chino de origen tibetano (y residente en Beijing) Pema Tseden, sigue plasmando en pantalla lo que es ser tibetano en la China moderna; así como lo hizo en The Silent Holy Stones («Las Silenciosas Piedras Santas») sobre un joven monje que regresa a casa por el año nuevo y, fascinado por la televisión, regresa con ella al templo.

En su nuevo trabajo, presentado en blanco y negro, Tseden nos muestra la vida de Tharlo (el popularísimo multitalento Shide Nyima 西德尼玛), un pastor tibetano que pasa desapercibido excepto por su habilidad de recitar de memoria versos del Libro Rojo de Mao Tse-tung, cosa que le hace gracia a la autoridad local, a quien Tharlo está viendo porque se encuentra tramitando su primer documento de identidad. Para continuar con el proceso, lo mandan a la ciudad para tomarse una foto, cuando conoce a Yangtso (Yangshik Tso 杨秀措), una mujer que trabaja en una peluquería, y cambia el curso de su vida.

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Fotografiado con un llamativo blanco y negro de alto contraste que resalta las texturas de la meseta tibetana con el trasfondo de montañas, a veces, acompañada por caminos serpenteantes que pierden al protagonista. Este contraste se presta también para las dramáticas tomas estáticas en interiores que usualmente presentaban al estoico Tharlo, que apenas recuerda su nombre debido a su apodo de “colita de caballo», en las actividades más insignificantes como lo son esperar por su foto carnet, lavarse el pelo, o tomarse una botella de alcohol hasta ya no poder.

Toda la dinámica cambia cuando Tharlo conoce a la chica que le masajea la cabeza en la peluquería de la ciudad, a quien -a primera vista- Tharlo confunde con un joven debido a su “corto” cabello. Yangtso hace su primer avance con la suspicaz pregunta del número de ganado y el precio de cada uno de esos carneros y ovejas que cuida, enterándose de cuánto dinero puede llegar a tener este pastor. Yangshik Tso, que también apareció en el debut de Tseden y se hizo muy popular al participar en el programa concurso musical «Blossoming Flowers», se presenta como la avispada mujer que logra perder a Tharlo en el camino de su propia identidad… pero también nos da la escena más ligera de toda la historia cuando ambos terminan en un bar karaoke viviendo esas canciones de amor desentonadas, en todo contraste a las habilidades vocales de Yang [Escúchenla cantar aquí y aquí], que son aún más impresionantes debido a su base en estilo de canto tibetano.

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Perdido y sin identidad propia, la audiencia ve como Tharlo termina siendo poco a poco (y muy lentamente) un fantasma en una escena que refleja la introducción de la cinta, titubeando y sin pelo, aún tratando de tramitar su elusivo documento de identidad. El lado depresivo del género de slice of life.

Pueden ver Tharlo de Pema Tseden hasta el 10 de septiembre en la Sala Web de Festival de Cine de Venecia. Además de seguir las actividades de la producción en Facebook, y seguir a Yangshik Tso (también acreditada bajo el nombre de Yangchuk Tso o Yang Xiucuo) en su cuenta en Weibo.

Bonus Tracks: Para animar un poco esta película de tonos depresivos, los dejo con dos de mis canciones tibetanas favoritas, de esas que te escarapelan el cuerpo. Primero Aquel Día de Jamyang Dolma, y Camino al Paraíso de Han Hong. Y si quieren algo más aventurero, a ver si les gusta Sa Dingding [aquí y aquí] o Daiqing Tana.


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