El exintegrante del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), Peter Cárdenas Schulte, salió en libertad este 22 septiembre, tras cumplir su condena de 25 años de prisión. El sentenciado por delitos de terrorismo estuvo apresado desde el 14 de abril de 1992.
Esta noticia nos trae a la memoria una película muy especial, no solo por tener a Peter Cárdenas como centro de la historia, sino porque fue realizada por su propio hijo, Alejandro Cárdenas-Amelio. El documental Alias Alejandro (2005), presentado en Lima durante el Festival de Lima del 2006, como parte de la Competencia Documental, fue bien recibido por la crítica local, y causó más de un comentario entre los espectadores asiduos a este festival.
Aquí pueden ver el documental de 92 minutos de duración, que fue comentado así por Rodrigo Portales en aquel agosto del 2006:
Alejandro Cárdenas-Amelio narra en su primera película la historia personal de esta búsqueda de sus propias raíces, y reconstruye en el proceso la identidad de una figura paterna distante y casi ausente. El cineasta emplea el documental en clave de diario de viaje, filma dudas y preguntas propias, registra las reacciones y emociones de quienes se encuentran vinculados a su padre.
En cierto modo, el filme también puede verse como un ajuste de cuentas generacional, como un emplazamiento de los más jóvenes a una generación que abandonó hasta sus lazos de sangre por perseguir sus ideales a toda costa, sin medir las consecuencias. ¿“Por qué tuvo hijos si teníamos que estar siempre huyendo?” reprocha la hermanastra Grete. “En los setenta los de la izquierda estábamos convencidos de cambiar el mundo. Peter era consecuente, tomó ese rumbo y lo siguió” confiesa Cuini. Y del mismo modo, este juego de oposiciones se proyecta en el recorrido que hace Alejandro del Primer al Tercer Mundo, de las calles de Estocolmo a Lima, del barrio residencial de San Antonio a la comunidad indígena en Huancayo, lugares que formaron parte de itinerario vital del padre y que el hijo vuelve a recorrer como un exorcismo a su desarraigo.
En aquellos meses del 2006, durante el Festival de Lima, también conversamos en extenso con Alejandro Cárdenas-Amelio, para indagar más en profundidad sobre el proceso de creación de su filme documental.
Citamos aquí algunos extractos:
Alejandro, ¿has tenido contacto con tu padre después de que terminaste tu documental?
Sí, él vio la película. Y cuando estuve acá haciendo el documental lo vi cuatro veces. Lo cuento en el documental cuando entro (a la cárcel) y lo veo a él, ese momento está en el dibujo animado. Y después estuve tres veces más. Fue muy loco porque me di cuenta de dónde vienen muchas cosas de mi personalidad, son cosas que uno dice que no existen, pero había dos sillas y nos sentamos al mismo tiempo de la misma manera, con el mismo timing, así que nos miramos y era como si me hubiera visto en un espejo solo 20 años más grande, y nos cagamos de risa.O te das cuenta así como de cosas de carácter. Él es muy cabeza dura, yo soy también muy cabeza dura en las cosas que son muy importantes. Por ejemplo, para él es muy importante cuando dice que da su palabra, entonces una cosa es una ley. Y para mi también, cuando doy mi palabra es porque tiene un valor grande, uno no tiene otra cosa en su vida que su palabra, no tienes plata, no tienes materia, lo que te queda es tu palabra.
¿Y a tu padre le ha gustado el documental?
Sí, le gustó mucho, está bastante orgulloso. Él me puede llamar a veces por teléfono y me contó una anécdota, que no sé si se puede. Cuando estaba en el juicio agarró el videocasete y se lo quería dar al juez, y el juez le dijo: sí, ya vi la película. Lo felicito (risas).
Asimismo, Mauricio Godoy incluye a «Alias Alejandro» en su lista de «los documentales peruanos que más disfrutó en la década pasada».
Mientras que Ricardo Bedoya escribe lo siguiente sobre este documental, en su libro «El cine peruano en tiempos digitales» (pag. 152):
La búsqueda de Alejandro no está impulsada por el afán de la exculpación ni motivada por un empeño hagiográfico. El documentalista se acerca al entorno próximo de un padre que usó el nombre de Alejandro, el de su hijo, como alias de combate.
El uso del patronímico resulta el nexo de identificación pero también de distinción entre el joven y su ascendiente. Un nombre que lo vincula a una guerra que no reconoce como suya pero que destruyó sus vínculos familiares.
Bonus: Con la liberación de Peter Cárdenas vuelve a la discusión pública el complicado tema de qué hacer con estos condenados por terrorismo que no murieron durante la guerra, que no murieron en la cárcel, y ahora cumplen su condena y deberían reinsertarse en la sociedad. Al respecto reflexiona el politólogo Carlos León Moya:
Si Cárdenas se arrepintiese de sus delitos, y pidiese perdón a las víctimas de sus acciones, ¿cambiaría nuestra percepción sobre él? Esto no lo haría inocente, obviamente, ¿pero qué pasaría si pide perdón?
Veamos lo que dijo Cárdenas el 2003:
«No quiero dejar pasar la oportunidad de dirigirme a todas aquellas personas, en especial a los hijos, a los padres, hermanos, amigos o esposos de aquellos que resultaron afectados directa o indirectamente por decisiones o acciones en las que yo haya estado involucrado; para pedirles, con un espíritu autocrítico y reflexivo, perdón. Perdón por haberlos dejado sin padres, hijos o hermanos; por haberlos hecho sufrir. Esto vale tanto para los que se consideraban enemigos, como para los amigos. Y aún más, pido perdón a mis propios hijos, por haberlos dejado sin padre, sin infancia, obligados a vivir en el desarraigo, en el refugio exterior e incluso prácticamente de la caridad; a todos ellos, repito, les pido perdón con el alma en vilo.»
Cárdenas ha pedido perdón públicamente. Y no lo hizo ayer, cuando estaba con un pie afuera. Lo hizo doce años atrás, cuando no sabía si algún día saldría libre.
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