Voley, la segunda película del argentino Martín Piroyansky en la silla de director, ha llegado a los cines peruanos tras un gran paso por la cartelera de su país. Piroyansky -de quien hay que ver el divertídismo corto No me ama– es quien protagoniza esta comedia con toques dramáticos de la que también es autor. Aquí interpreta a Nicolás, un tipo de casi treinta años con fobia al compromiso y con claras visiones misóginas, quien a pesar de caer mal al inicio, resulta ser un personaje verdaderamente simpático. La película lo sigue a él y a sus amigos, con quienes tiene más diferencias que cosas en común, en un viaje al campo, cuya única función será poner en juego sus ideales de vida y los disipados lazos amicales.
Voley comienza muy bien. La primera aparición de cada uno de los personajes logra brindar, sin revelar mucho, un alcance de lo que representarán para la historia. A pesar de ser creados en base a estereotipos juveniles, ninguno de ellos se encierra en el molde ni proyecta reacciones demasiado predecibles. En el grupo encontramos a Pilar (Inés Efrón), la ingenua amiga con derechos de Nicolás; Nacho (Chino Darín) y Manuela (Violeta Urtizberea), la pareja de novios que pone en peligro ‘los valores morales’ del protagonista; Cata (Vera Spinetta), la chica misteriosa y antisocial, y Belén (Justina Bustos), la femme fatale, dibujada en base al clásico personaje de las películas de adolescentes gringos. Con todo y sus marcadas diferencias, se siente un gran equilibrio entre los personajes, y la naturalidad de los actores para representarlos hace de «Voley» una cinta ágil, inteligente y emotiva. Piroyansky entiende a la perfección los códigos de la comedia americana y sabe traducirlos al lenguaje latino sin que se sienta sobrepuesto ni forzado.
Voley se desarrolla en una sola locación, una casa en el Tigre argentino donde el grupo se refugia para celebrar el año nuevo. Piroyansky saca gran provecho de eso para crear una historia llena de encuentros, desencuentros, amores, desamores, drogas, sexo e infidelidad. Por un lado, «Voley» juega a ser un relato sobre los mitos amorosos y la naturaleza de la sexualidad, y por otro, se balancea entre los recursos más populares de las comedias del estilo «American Pie», con sus flatulencias, su comedia física y sus frases soeces. Piroyansky sabe cómo unir ambos aspectos con buenos resultados, pues más allá de lo estético, la película logra que lo coreográfico de sus planos nos acerque a la naturaleza de los personajes y a sus inconsistentes perfiles: se besan con uno, luego con otro, se acuestan con fulano y mengano, creen enamorarse, lo confirman, tienen conflictos, se desenamoran; y aún así hay tiempo para reír sin que te avisen cuando hacerlo.
Y eso es lo mejor que tiene la película: el poco miedo de pasar de la comedia al drama con total naturalidad. Y, créanlo o no, esa envidiable capacidad es al mismo tiempo su cruz, pues cerca del final, la película se traiciona un poco a sí misma, se diluye el mensaje (aunque no tanto, ciertamente) y juega un poco a ser aleccionadora, y francamente, eso no le funciona del todo. Aunque tal vez eso sea solo una apreciación muy personal, pues al fin y al cabo, el desenlace no desentona con el resto de la historia desde el punto de vista narrativo.
Bueno, es probable que mucha gente no se la tome muy en serio por tratarse de una comedia poco convencional por estos lares, pero vale darle una oportunidad, no siempre se ven comedias latinas con buenas ideas, amor por los personajes, disparatados diálogos y actuaciones brillantes, sobre todo la de Vera Spinetta, ¡qué gran revelación! A pesar de que su talento no fue aprovechado al máximo, la hija del Flaco Spinetta es quien se roba el show. No le quitemos los ojos de encima.
Como habrán notado, no conté ningún punto clave del nudo de la historia. La razón: siento que «Voley» es una cinta que merece verse con poco anticipo narrativo de por medio. Es entretenimiento puro y equilibrado que al mismo tiempo posee una visión, marca un precedente muy interesante y nos advierte que le pongamos más atención a la carrera como director de Martín Piroyansky. No la dejes pasar.
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