En Puente de espías (Bridge of Spies), Steven Spielberg vuelve a dirigir a Tom Hanks, con quien trabajó anteriormente en “Rescatando al soldado Ryan”, “Atrápame si puedes” y “La terminal”. Sus colaboraciones hasta el momento siempre han sido garantía de películas sólidas, que generan fuertes lazos emocionales con el espectador. Esta vez cuentan en el equipo con una adición que potencia los resultados: la afilada pluma de los hermanos Ethan y Joel Coen.
Hanks interpreta a Jim Donovan un abogado que, durante los años de la Guerra Fría, recibe el encargo de defender a un espía soviético capturado en EE.UU. Luego, se le encarga una misión más compleja aún: negociar el canje de este espía por otro agente estadounidense detenido en la Unión Soviética.
Donovan es un abogado astuto, pero también tiene unos inquebrantables principios morales y un enorme respeto por la dignidad humana. Mientras la mayoría del país lo desprecia por defender a un espía a quien califican como traidor, Donovan lucha para que su representado tenga derecho a un juicio justo. Esto significa un gran sacrificio: exponerse a gestos hostiles que van desde miradas de desprecio hasta atentados contra su vida y la de su familia.
Pronto, el abogado Donovan y el espía Rudolf Abel (Mark Rylance) descubren que son más parecidos de lo que ellos creen: ambos son hombres fieles a su propia causa, comprometidos con su trabajo y orientados al logro de metas aparentemente imposibles. Y en circunstancias adversas, surge entre ellos una complicidad que los ayuda a afrontar juicios complicados: los del sistema judicial y los de la sociedad.
Tom Hanks aporta su habitual carisma para hacer creíble y humano un personaje que debe remar contra la corriente constantemente. También luce hábil y convincente en las escenas en las que debe argumentar su defensa en un juicio o cuando debe negociar el canje de espías con sus pares de la República Democrática Alemana y de la Unión Soviética.
Por su parte, el actor inglés Mark Rylance tiene una actuación formidable como el espía Rudolf Abel y se perfila como posible candidato al Oscar a Mejor actor de reparto. Su actitud estoica e imperturbable lo convierte en una muralla difícil de traspasar, pero también es una persona que expresa su complejo mundo interior a través de la pintura. Cada vez que Donovan le pregunta si no le preocupa ir a la silla eléctrica o tener algún otro resultado desfavorable, Rudolf responde con una serena sonrisa: “¿Serviría de algo preocuparse?”.
A nivel técnico, la película tiene un acabado impecable, con una expresiva fotografía a cargo de Janusz Kaminski, colaborador habitual de Spielberg y un eficiente diseño de producción que nos transporta desde celdas y juzgados hasta apacibles casas de los años 50 en EE.UU., pasando por grises pasillos burocráticos en la Alemania Oriental.
El guion, coescrito por los hermanos Coen y Matt Charman, mantiene un ritmo fluido que va acrecentando paulatinamente la intriga, al combinarla con el drama humano de los espías capturados en ambos bandos y con unas apreciables dosis de sarcasmo. El suspenso palpita en brillantes escenas como la captura inicial de Rudolf Abel y los distintos obstáculos que enfrenta Donovan en Berlín.
Si bien “Las aventuras de Tintin”, Caballo de guerra y “Lincoln” fueron buenas producciones, “Puente de espías” es la mejor película que ha hecho Steven Spielberg en la última década, desde Munich. El director no cae en sentimentalismos ni maniqueísmos, se concentra en el desarrollo de las acciones, así como en los viajes reales y figurados de los protagonistas. En el vibrante desenlace, un puente se convierte en una representación del trayecto que emprenden los personajes hacia un escenario incierto que parece familiar, pero en el que todo ha cambiado.
Los críticos no paran de alabar a #PuenteDeEspías ¿ya la viste? @cinencuentro pic.twitter.com/E7BLxz1RNC
— FoxFilmLA (@FoxFilmLA) November 10, 2015
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