La Cumbre Escarlata es uno de los esfuerzos más regulares de Guillermo del Toro, aquel visionario director mexicano responsable de grandes películas imaginativas como El Laberinto del Fauno, ejercicios de terror como «El Espinazo del Diablo», o blockbusters espectaculares como «Hellboy 2: El Ejército Dorado» o Titanes del Pacífico.
Su más reciente producción es un homenaje a la literatura gótica del siglo 19, una historia cuasiromántica con fantasmas, y no una película de terror puro. Visualmente, «La Cumbre Escarlata» es una maravilla, pero es en el guión que uno comienza a ver sus múltiples fallas.
La cinta se desarrolla en el siglo 19. Edith Cushing (Mia Wasikowska) es una chica virginal e inocente, una escritora con grandes ambiciones que vive en una vieja casa con su padre sobreprotector, el viudo Carter (Jim Beaver). Edith cree en los fantasmas, ya que ha tenido la oportunidad de ver el espíritu de su fallecida madre en vivo y en directo. Sin embargo, su vida cambia con la llegada del aristocrático Thomas Sharpe (Tom Hiddleston), de quien se enamora perdidamente. Thomas está buscando financiamiento para su más reciente invención, y está siempre acompañado por su perturbadora hermana Lucille (Jessica Chastain, a quien vemos por primera vez con el cabello negro).
El padre de Edith, sin embargo, no confía en Thomas, por lo que lo comienza a investigar y finalmente le ordena que se vaya de la ciudad. Pero de pronto, el Señor Cushing es asesinado, lo cual resulta en que Edith se case con Thomas, y ambos regresen a vivir a la mansión de la familia Sharpe en Inglaterra. La presencia de un mineral en la tierra (el cual Thomas está muy interesado en extraer con su invención) hace que todos los alrededores se tornen color rojo sangre, y la casa está llena de corredores oscuros y espíritus que no dejarán dormir en paz a Edith.
El reparto de «La Cumbre Escarlata» es bastante sólido. Sin embargo, a la vez no creo que los actores escogidos por Del Toro hayan sido las mejores opciones. Mia Wasikowska, por ejemplo, a pesar de ser muy talentosa, está ya encasillada como la protagonista asustada en una película de época. Su interpretación de Edith es poco expresiva, incluso durante situaciones en las que cualquier persona tendría reacciones mucho más fuertes. Por otra parte, la actuación de Tom Hiddleston como Thomas es demasiado suave; la mayoría del carisma que ha exhibido en películas anteriores está ausente, y Jessica Chastain, como su hermana, logra perturbarnos a pesar de no tener un personaje particularmente profundo.
El mayor problema de «La Cumbre Escarlata», sin embargo, está en su guión. Los personajes no son complejos, a pesar de que la narrativa tiene elementos incestuosos y un par de escenas sorprendentemente sangrientas, y la trama por momentos no tiene mucho sentido. Las motivaciones de algunos personajes —como Thomas, por ejemplo— no son siempre claras, y las revelaciones finales son predecibles, especialmente para aquellos que estén familiarizados con el género de romance gótico que Del Toro parece estar homenajeando.
No obstante, la película es una maravilla visual. Del Toro sigue demostrando que se trata de uno de los directores más originales y creativos del momento, algo que ya había exhibido en sus películas más fantásticas, como «El Laberinto del Fauno» o «Hellboy 2». La dirección de fotografía es estupenda, acentuando los rojos y los tonos oscuros, y la recreación tanto de Estados Unidos como del campo inglés del siglo 19 no tiene falla alguna. La mansión de «La Cumbre Escaralata» es verdaderamente un personaje más, llena de pasillos oscuros, techos que se hunden en las sombras, y sí, espíritus perturbadores que parecen estar acosando a nuestra protagonista.
Y eso es precisamente lo que me lleva a los fantasmas. Sin ánimos a malograrle la película a aquellos que no la hayan visto (aunque si de verdad no quieren spoilers, recomiendo que omitan este párrafo), no puedo dejar de mencionar que los fantasmas, a fin de cuentas, no son demasiado importantes para la trama de «La Cumbre Escarlata». Es cierto, sirven para advertirle a Edith de los acontecimientos terroríficos que se avecinan, pero nunca llegan a sentirse como una parte integral de la historia. Su presencia es más bien gratuita, por muy bien diseñados que estén (los espíritus, creados con una mezcla de maquillaje y efectos digitales, se ven realmente impresionantes).
«La Cumbre Escarlata» resulta siendo una decepción porque, a pesar de presentarnos la inventiva visual a la que Del Toro nos tiene acostumbrados, no tiene una trama particularmente interesante ni personajes demasiado carismáticos. El ritmo es inconsistente (el segundo acto casi no contiene ningún momento de importancia) y a pesar de tener un par de escenas verdaderamente perturbadoras (como el primer encuentro de Edith con el espíritu de su madre) o asquerosas (especialmente durante el clímax de la historia), «La Cumbre Escarlata» nunca me dio miedo. A nivel técnico no tiene nada que envidiarle a «El Laberinto del Fauno», la mejor película de Del Toro hasta ahora, pero lamentablemente carece de su historia cautivadora y personajes memorables.
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