Hace unas semanas se publicó «Animation – A World Story», de Giannalberto Bendazzi, un importantísimo libro de tres tomos con una extensa investigación sobre la historia y el legado de la animación a lo largo de tres siglos.
Bendazzi (Italia, 1946), historiador cinematográfico, periodista, catedrático de universidades en Singapur e Italia, ha sido reconocido por ser un especialista en lo que a estudio de la animación de refiere. De hecho, «Animation – A World Story» (Animación – Una historia mundial) es algo así como la versión extendida de «Cartoons: 100 Years of Cinema Animation», libro publicado en 1994, que como su título lo indica, repasa lo mejor del cine animado hecho en el siglo pasado.
Pero a diferencia de su anterior obra, con «Animation – A World Story» Bendazzi no busca ser el creador de un libro lleno de hitos históricos, más bien quiere demostrarle al mundo que la animación es un tipo de arte que merece mayor consideración, pues según él, la técnica ha sido muy subestimada y hasta descuidada, incluso por los propios expertos.
Eso me recuerda a la vez que Brad Bird (director de «The Incredibles») le respondió a Dwayne ‘The Rock’ Jonhson después de que el actor calificó a la animación como un género cinematográfico: ‘No es un género. La animación es una forma de arte que puede servir para cualquier género […] se puede hacer una película de detectives, una de vaqueros, una película de terror, una para adultos o cuento de hada para adultos”. Eso es precisamente lo que Bendazzi busca dejar en claro.
Y es por eso que él mira más allá de las producciones de Pixar, Disney y Dreamworks (sin desmerecer su legado, claro está) y repasa el aporte a la animación de realizadores provenientes de lugares como Rusia, África, Europa y, por supuesto, Latinoamérica y el Perú.
Es ahí donde el periodista italiano recibe el apoyo y la colaboración de Raúl Rivera Escobar, un peruano que conoce tanto como él del tema. Por si no lo saben, Rivera es autor de «El Cine de animación en el Perú. Bases para una historia», publicado en 2011, libro donde revela muchos detalles de la evolución del cine animado en nuestro país, información que en general no ha sido muy difundida.
Raúl Rivera Escobar es licenciado en Historia del Arte y ha colaborado para medios nacionales y extranjeros. Entre sus obras destacan ‘No Somos Nada’ (1998), Caricatura en el Perú: El Periodo Clásico’ (2005), La Era Silente del Dibujo Animado’ (2007) y el ya mencionado ‘El Cine de Animación en el Perú: Bases para una historia’ (2011). Precisamente por ese libro es que en Cinencuentro lo entrevistamos allá por el 2012, donde nos contó muchas cosas interesantes y resolvió grandes dudas acerca del desarrollo de dibujos animados y producciones cinematográficas en nuestro país. Mucho de eso es lo que aparece en el libro de Giannalberto Bendazzi, demostrando no solo el gran alcance de la animación sino también la influencia del talento peruano en su crecimiento.
La animación en el Perú
Según lo presentado por Rivera en su libro, y de manera resumida «Animation – A World Story», el cine animado peruano nació en 1952 con un corto publicitario producido por Rafael Seminario y Augusto López, que llevaba por título ‘Sorpresas Limeñas’. Ese corto, de cinco minutos de duración, publicitaba los productos de la J.R. Lindley e incluía imágenes del Parque Universitario de Lima y a una pareja bailando marinera. Esta producción marcó un gran precedente, pues durante la década del cincuenta, varias agencias empezaron a usar animación para pautas publicitarias de diferentes productos y servicios. Es ahí donde crecerían las figuras de personajes importantes para la historia de la animación peruana como Jorge Caro, José Burone, Manuel Jiménez y Roberto Larrabure. Sin embargo, los trabajos de Rafael Seminario siempre serían los más destacados.
Llegados los años sesenta, el ámbito publicitario seguía siendo el hogar de la animación. Agencias como Audiovisual Productions, de Jorge Cohata y Félix Nakamura, y Telecine, del francés Henri Aisner y Manuel Valdivieso, se convertirían en las reinas de la publicidad animada. Sin embargo, una ley de promoción cinematográfica (la Ley Nº 19327, promulgada en 1972 durante la dictadura militar de Velasco) posibilitó la realización de producciones que escapaban del modelo publicitario. El caso más emblemático es el de Pacto Andino del ya mencionado Rafael Seminario. Esa ley no solo benefició a las productores que querían crear animación no publicitaria, también permitió ver los primeros intentos de crear una industria de animación y promoción de la enseñanza.
En sus textos, Raúl Rivera rescata los aportes de animadores como Fernando Gagliuffi, Sadi Robles, Jorge Castro, Edmundo Vilca, Benicio Vicente, Hugo Guevara, Pedro Vivas, entre otros, quienes realizaron diferentes producciones entre finales de los setenta y la década de los ochenta. Entre ellos destaca al uruguayo Walter Tournier (director de ‘El Cóndor y el Zorro’, ‘Nuestro pequeño paraíso’ y ‘El Clavel Desobediente’), por la gran diversidad en el uso de técnicas artísticas y de edición; y al peruano Nelson García (director de ‘El Chicle’), pionero de los contenidos críticos en la animación nacional.
El aporte de Raúl al libro «Animation – A World Story» concluye con un recorrido por las producciones animadas realizadas en los años ochenta, donde se pueden destacar los trabajos de directores que concebían mejor el concepto de identidad nacional, entre los que destacan Ubaldo Ramos (‘El Señor Gallinazo Vuelve a Lima’, 1983), Augusto Cabada (‘Omagua, el niño amazónico’, 1986), y Benicio Vicente Kou de la agencia Antarki, quien produjo títulos como ‘Curinaya Viracocha’, un acercamiento a las culturas prehispánicas, y ‘Animatógrafo’, un documental sobre el proceso de creación de películas animadas.
Como muchos sabemos, y como lo indica Raúl, esta vez en su libro, la década del 2000 marca un antes y un después para la animación peruana, pues tras varios años en los que la publicidad se volvió a apoderar de los expertos, se estrenaron dos cintas pioneras: «Al encuentro con Jesús», de Javier Prado el 2004; y Piratas en el Callao, de Eduardo Schultz el 2005, la primera película animada en 2D y la primera en 3D, respectivamente.
Alpamayo Entertainment, la productora de ‘Piratas…’, estrenaría años después otras cintas como ‘Dragones: Destino de Fuego’ y ‘Valentino y el Clan del Can’, donde el principal gancho comercial eran muchas veces los actores escogidos para prestar sus voces a los personajes. Dolphin Films produjo en ‘El Delfín, la historia de un soñador’, que contó con el apoyo en distribución de la 20th Century Fox.
Cintas como ‘Lars y el misterio del portal’ (2011) y ‘Los Ilusionautas’ (2012) de Eduardo Schultz, y ‘Rodencia y el diente de la Princesa’ de David Bisbano (2012) fueron los primeros estrenos que pudieron verse con sistema de proyección 3D. Luego de eso, no hubo gran movimiento. Actualmente, pareciese que la publicidad se está apoderando otra vez de la animación, pero ya se ha anunciado el estreno de tres nuevas cintas animadas: El Cascanueces, de Eduardo Schultz, Mochica, de Luis Ángel y Mauricio Esparza, y Nuna, la agonía de Wamani de Jimy Carhuas Tintaya. Estas dos últimas producciones en particular se perfilan como películas con un nuevo estilo de animación hecho en Perú. Esperemos que este sea el inicio de una nueva etapa en la animación peruana, para así poder seguir cubriendo páginas importantes en la historia de la industria del cine mundial.
Bonus: Recomendamos que lean este artículo que Raúl Rivera escribe para el sitio chileno Solomonos Magazine.
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