Una mirada al cine peruano al 2015, por Isaac León Frías


El cine de Lima: Una producción en aumento

Asu mare fue el puntazo inicial. A partir de allí el crecimiento de la producción cinematográfica ha sido constante. Este año nos acercamos a los 30 largos exhibidos comercialmente con la coincidencia, en algún caso, de cinco películas peruanas en la misma cartelera. Lo que no hace mucho parecía altamente improbable, ahora es un hecho. Antes se pensaba que en el mejor de los casos llegaríamos a tener entre 12 y 15 estrenos comerciales al año. Ahora, la tendencia es al aumento. ¿Hasta dónde? Hasta donde lo permita el mercado, evidentemente.

La idea de una industria cinematográfica siempre fue entre nosotros un espejismo lejano. La Amauta Films animó una breve etapa en alza que no superó los cuatro años a fines de los treinta. ¿Qué ocurrió para que ese
aparente auge se detuviera? Básicamente, la pequeñez del mercado y, luego, la llegada de la segunda guerra que restringió drásticamente la importación de insumos que venían de Estados Unidos. En ese entonces, las industrias fílmicas de Argentina y México estaban consolidadas y sus cadenas de distribución llegaban a todo el continente. Frente a eso era muy poco lo que se podía hacer, lo cual afectó al Perú y a otros países, como Chile, que nos superaban en volumen de producción.

A fines de los años 60 hubo películas hechas a la sombra de la televisión local que tuvieron buena acogida, pero quedaron allí no más, como emprendimientos sin continuidad. Distinto es el caso de las que se hicieron en el marco de la ley que promulgó el gobierno militar a los comienzo de los años 70. Varios títulos, sobre todo en la segunda mitad de los 80, bordearon el millón de espectadores o se acercaron a esa cifra. La inestabilidad política, la inflación, el deterioro del espectáculo cinematográfico y la disminución de la asistencia a las salas en los años siguientes frenó ese impulso que, probablemente, no hubiese dado mucho más por las consabidas limitaciones del mercado.

Volviendo a la actualidad, es claro que hay películas que apuntan directamente al negocio. Lusers es un nítido ejemplo. Otras a una audiencia relativamente restringida como NN. Otras, a un volumen de asistencia ‘intermedia’ como Magallanes. Digamos que algunos títulos aspiran a lograr un millón de espectadores o más, otros cien mil o más y otros diez o veinte mil (o un poco más).

¿Se está construyendo una industria? Hay una empresa con un proyecto industrial, Tondero Films, pero no puede marchar sola en ese empeño. Otras, como Big Bang Films, quieren seguirle los pasos a una cierta distancia. Pero el mercado peruano es insuficiente. Si en la misma Argentina, con más de 150 estrenos nacionales el año pasado, se discute la pertinencia de hablar de una industria fílmica local, cuando un alto porcentaje de esa producción no supera la cifra de diez mil espectadores, aquí estamos muy lejos de entrar en discusiones de ese tipo.

Estamos haciendo referencia a la producción que encuentra espacio en las multisalas, pero hay que recordar que, siendo la parte visible de lo que se viene haciendo, no es lo único. Hay mucho más. El llamado cine regional, la producción de cortos, que no llegan a las pantallas comerciales, las propuestas personales que, en el mejor de los casos, se exhiben en festivales. Todo esto cuenta y vale, aunque tiene muy poca resonancia.

Está bien que la producción aumente y se diversifique; que no se cierren puertas y se abran espacios cada vez más amplios. Todo eso está muy bien, pero en lo personal, en mi perspectiva de espectador-crítico, no me inquieta ni mucho menos que la cinematografía peruana no sea una industria ni llegue a serlo. Me interesa que se hagan buenas películas de todo tipo y no sólo en las cadenas de salas. De género popular, de autor, experimentales, de animación, documentales, cortos, de Lima y de provincias. Que tanto los realizadores de la capital como los que, con mayor esfuerzo, trabajan en todo el territorio peruano logren hacer un cine cada vez mejor. Suena todo esto a deseos de año nuevo. Pues, léase así. Esto no es mi balance de fin de año, que haré en otro espacio, sólo una pequeña contribución a la reflexión en este año que termina.

Archivado en:

,

Una respuesta

  1. […] Al final, ese alto número de estrenos nacionales que tanto celebramos este 2015 termina achicándose frente a las cifras reales de consumo. Isaac León Frías comenta al respecto: […]

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *