Inyectándole vida a un viejo monstruo
Victor Frankenstein es la reinterpretación de una historia clásica de horror, similar a lo que pudimos ver en películas como «Van Helsing» (uno de mis mayores placeres culposos) o «Yo, Frankenstein», estrenada el año pasado, o sagas como Inframundo, la cual tendrá una nueva entrega el 2016. La cinta escrita por Max (hijo de John) Landis, sin embargo, nos presenta la novedad de un cambio de perspectiva en la trama: esta vez, la historia del científico loco Victor Frankenstein (James McAvoy) es contada a través de los ojos de Igor (Daniel Radcliffe), su asistente. Y aunque dicho cambio, el cual se ve acompañado de un tono algo más ligero y escenas de acción vistosas, no funciona del todo, el filme terminó por gustarme más de lo que esperaba.
Curiosamente, tanto la novela original de Mary Shelly como el clásico cinematográfico de 1931 dirigido por James Whale carecían de un asistente llamado Igor—el filme solo contaba con la presencia de un jorobado llamado Fritz. Pero considerando que Victor es una adaptación libre, modernizada y algo frenética, el que tenga estas diferencias no debería ser ninguna sorpresa. Es una cinta que hay que ver con la mente abierta, sin las expectativas que uno tendría al ver una adaptación más fiel de la historia que todos ya conocemos.
Igor (Radcliffe) es un payaso de circo—literalmente. Jorobado y carente de amor propio, es maltratado día a día y utilizado en los espectáculos del circo como un objeto del cual el público debe reírse. Sin embargo, tiene un secreto—es un amante de la ciencia, especialmente de la medicina, habilidad que le es extremadamente útil cuando, un día, su amor platónico, la trapecista Lorelei (Jessica Brown Findlay) sufre un accidente. El jorobado logra salvarla a tiempo, un heroico acto del cual Victor Frankenstein (McAvoy) es testigo; y es por ello que decide rescatarlo.
Una vez en su casa, y después de extraerle (dolorosamente) la “joroba” a Igor (pues resulta que no era más que una bola de pus… ugh…), Victor le cuenta sobre sus experimentos y que, habiendo visto sus habilidades científicas, ha decidido que se convertirá en su nuevo asistente. Al principio, el ahora libre joven no hace demasiadas preguntas, pero poco a poco irá descubriendo las ambiciosas (pero algo alocadas) intenciones de su nuevo amigo.
El nuevo giro que se le da a la ya conocida historia de Mary Shelley es interesante porque logra darle una caracterización más profunda a los personajes (especialmente Igor y el buen doctor, como deben estar imaginándose). Victor es un hombre con un pasado trágico, alguien que ha dejado de creer en dios y que, a través de sus actos, está tratando de compensar las pérdidas que ha sufrido en su vida. McAvoy interpreta al personaje de manera muy enérgica, quizás un poco exagerada por momentos, pero jamás aburrida. Es particularmente bueno en las escenas más sentimentales, otorgándole la intensidad que una historia como esta, llena de monstruos, y experimentos alocados, necesita.
Por otra parte, Igor es presentado como un alma noble, algo naif, pero muy inteligente y con un concepto de la moral sólido. Radcliffe logra dar una interpretación suficientemente buena como para que el personaje no resulte desesperante o poco creíble, y aunque sufre un poco en las escenas más emotivas—quizás porque le falta algo más de experiencia al joven actor—no carece de carisma.
Los personajes secundarios no son menos interesantes. El inspector Turpin de Andrew Scott (famoso por interpretar a Moriarty en Sherlock) es el típico fanático religioso, obsesionado con atrapar a Frankenstein porque está convencido de que sus actos van en contra de dios, del orden natural de las cosas. Y Jessica Brown Findlay, interpretando a Lorelei, tiene buena química con Daniel Radcliffe, haciendo que la historia de amor entre los dos funcione a pesar de no estar particularmente bien desarrollada en el guión de Landis.
Visualmente, Victor Frankenstein es bastante espectacular. La interpretación del director Paul McGuigan del Londres Victoriano es vistosa, llena de planos aéreos impresionantes, y muy atmosférica. Me gustó el recurso gráfico que se utilizó para mostrar las habilidades de observación tanto de Victor como de Igor—cuando apareció por primera vez en la escena del accidente (vemos como Igor detecta cada órgano, hueso, cartílago y músculo de Lorelei que ha sido afectado) tuve medio de que fuera a ser usado con demasiada frecuencia (lo cual terminaría por saturarme), pero felizmente ese no fue el caso. Por otra parte, la caracterización del monstruo de Frankenstein me pareció adecuada; similar al look clásico de Boris Karloff, pero algo más moderno (e intimidante). Me gustó el que utilicen a un actor maquillado en vez de efectos digitales.
Más bien, lo que no me gustó fue que el monstruo aparezca por tan poco tiempo. Uno de los temas principales de la original Frankenstein era la tragedia del monstruo en sí, como es malinterpretado por todo el mundo (la única persona que cree en él, una inocente niña, es asesinada accidentalmente por sus propias manos) y como su eventual muerte es más un suceso triste que una causa de celebración. En Victor Frankenstein, no obstante, no se le da tiempo al personaje para que se desarrolle o tenga algún tipo de arco—la criatura es reducida a un monstruo genérico y bruto, lo cual funciona dentro del contexto de esta adaptación, pero a la vez resulta una pena.
Victor Frankenstein es una película cumplidora—emocionante, visualmente espectacular, y bien actuada. Se enfoca más en la acción y en el desarrollo de la tensión que en las consecuencias del hombre tratando de imitar a dios, lo cual la aleja un poco de su fuente de inspiración, pero a la vez le inyecta nueva vida a la historia. Victor Frankenstein es una película imperfecta, pero quizá gracias a que fui a verla con expectativas muy bajas, terminó por divertirme durante la totalidad de su duración.
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