«Star Wars 7: The Force Awakens»: el obsequio de J.J. Abrams para los fanáticos


Soy de la generación que vio la trilogía original de George Lucas en las matinées de Cine Millonario durante tres domingos seguidos por la tarde. Cuatro, si le sumamos «La Caravana del Valor». Por tanto, para mí la primera de la saga nunca fue Star Wars sino La Guerra de las Galaxias, a secas. Y luego de varios años me enteré, muy de pasada, que alguien había decidido titularla A New Hope («Una Nueva Esperanza»).

Cuando eso pasó, el destino de la saga galáctica más relevante del cine parecía haber perdido justamente eso, la esperanza. Lucas ya no era más el visionario –vamos, siempre fue eso antes que cineasta- que mezcló la ciencia ficción, las seriales de vaqueros y el cine de samuráis para contarnos el extraordinario viaje de un joven hacia su autodescubrimiento heroico. El creador de Luke Skywalker se había convertido en un multimillonario con mucho tiempo libre para plagar su saga original de atroces añadidos digitales y, no conforme con ello, dirigir una nueva triada de películas en las que los actores se pasaron el 90% del tiempo frente a una pantalla verde.

Por eso, cuando Disney compró Lucasfilm la pregunta se caía de madura: ¿cómo insuflarle nueva vida a una historia entrañable aplastada por toneladas de CGI? Primero, relegando al viejo George al políticamente correcto cargo de “asesor creativo”. Y segundo, entregando el mando de este reinicio a Jeffrey Jacob Abrams. Discípulo natural de Spielberg y del propio Lucas, cinéfilo y “warsie” declarado, el bagaje de J.J. ya incluía la creación de un fandom propio («Lost») y las venias aprobatorias de otro (Star Trek), así que de entrada parecía el hombre ideal para el trabajo. Y, para felicidad de todos los seguidores de la saga, lo es.

Abrams se deshace sin tapujos de toda la chatarra espacial que Lucas regó en los Episodios I, II y III –los decorados dignos de videojuego, las criaturas ridículas, los discursos político-financieros sobre la República y la Federación de Comercio, los diálogos estilo Corín Tellado, las midiclorias- y recluta al experimentado Lawrence Kasdan, el mejor guionista de la saga, para armar juntos una historia que no por conocida deja de ser efectiva.

Star Wars no es solo un relato de naves espaciales y sables de luz. Es la reactualización de un mito clásico: el del hombre común y corriente que un buen día se ve embarcado en el viaje de aventura que lo convertirá en un héroe. Las similitudes argumentales con el Episodio IV son evidentes –el personaje protagonista encuentra en el desierto a un droid con información esencial para dos bandos en conflicto- pero Abrams potencia la aparente simpleza de la trama delineando con buena mano a los tres personajes que la conducirán: Finn (John Boyega), un stormtrooper renegado; Rey (Daisy Ridley), una chatarrera del planeta Jakku, y el villano Kylo Ren (Adam Driver), todos signados por un elemento común que no es nuevo en la saga: un pasado de desarraigo.

Y es que esta nueva entrega es también –y nuevamente- una historia de padres ausentes. Finn desconoce su origen, Rey fue abandonada por su familia y Kylo Ren ha renegado de la suya. Los huérfanos de las antiguas guerras entre la Rebelión y El Imperio enlazan sus destinos desde el primer acto del filme, una espiral clásica de acción y aventura que nos deja sin respiro hasta que Abrams abre su primer regalo navideño: la aparición de Han Solo junto al fiel Chewbacca. El caradura más querido de la galaxia regresa para convertirse en una suerte de padre y mentor para Finn y Rey y, al igual que en el pasado, deja de lado sus propios intereses para abrazar una causa que a priori no era la suya.

Harrison Ford está formidable como Solo. Derrochando un carisma que echa por tierra los rumores de que en verdad siempre odió a su personaje, el veterano actor se adueña por momentos de la función sin robarle protagonismo a un John Boyega tan vulnerable como aguerrido y, sobre todo, a la auténtica protagonista del asunto: Daisy Ridley. La joven intérprete británica es, tanto en la ficción como en la realidad, el mejor descubrimiento del Episodio VII. Hay que verla en esos momentos de absoluta soledad en los escombros de un ATAT, en su primer encuentro/pelea con Finn –“puedo correr sin que me lleves de la mano”-, cuando se enfrenta a los cazas de la Primera Orden al mando del Halcón Milenario o en sus enfrentamientos físicos y mentales con Kylo Ren para darnos cuenta de que la Princesa Leia ha encontrado, por fin, una digna sucesora.

La pericia cinematográfica y el sentido del espectáculo de Abrams hace que pasemos por alto el escaso desarrollo de algunos personajes -como el Poe Dameron de Óscar Isaac o la mismísima Leia, hoy convertida en Generala- y alguna revelación poco impactante sobre el villano principal, no por el contenido de la misma sino por la forma y el momento en que es dicha. Renglón aparte para la intacta química entre Carrie Fisher y Ford, reflejada en diálogos tan punzantes como divertidos y un par de momentos realmente conmovedores que nos pondrán en autos sobre el último acto del filme, en donde el director pone los patitos en fila de manera muy similar a la del Episodio IV pero sin lograr que todos caigan con igual gracia.

The Force Awakens no oculta –ni pretende hacerlo- lo que es: un kick-off. Un disparo de salida tremendamente entretenido que satisface las enormes expectativas que se generaron desde que salió el primer teaser hace más de un año.

Dosificando los guiños a la fanaticada e integrándolos apropiadamente a la historia, tratando con cariño y respeto a los personajes clásicos –Chewbacca dignidad, señores- y prescindiendo del infantilismo y los excesos digitales que lastraron a las precuelas, el Episodio VII puede considerarse, con toda justicia, como el obsequio de un fan a otros como él.

Con tres franquicias reactivadas en su currículo, J.J. Abrams da con tranquilidad el paso al costado. Ahora queda en manos de Rian Johnson, director de la para mi gusto sobrevalorada Looper, contarnos qué pasó con Luke Skywalker durante los 30 años que separan al Episodio VII de El Retorno del Jedi y cuánta incidencia tuvo eso en el background de Rey y Kylo Ren, los personajes que encarnarán a ambos lados de la Fuerza. Pero su tarea más delicada será no defraudar a los millones de fans que vivirán el próximo año y medio esperanzados en que el Episodio VIII sea su propia versión de El Imperio Contraataca.

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