Steve Jobs es una prueba más de que el gran Aaron Sorkin (The West Wing, The Newsroom, La Red Social) es un guionista capaz de darle un giro interesante a un género audiovisual predecible y hasta a veces aburrido. A diferencia de «Jobs», cinta protagonizada por Ashton Kutcher (quien, a pesar de parecerse físicamente al fallecido fundador de Apple, no hizo un buen trabajo interpretándolo para la pantalla grande), la nueva película de Danny Boyle (Transpotting, Sunshine, Quien quiere ser millonario) no es un biopic tradicional.
En vez de presentarnos una trama lineal, contándonos los momentos más relevantes de la historia de Jobs con Apple y dramatizando su vida privada, «Steve Jobs» tiene como misión algo mucho más importante (y ambicioso): adentrarse en la psicología de su protagonista, demostrando que, a pesar de ser (supuestamente) un genio, este hombre, famoso por usar chompas negras estilo “cuello de tortuga”, jeans y zapatillas blancas, no era necesariamente una buena persona.
La cinta está estructurada como una obra de teatro con tres actos bien delimitados. Y como (casi) toda obra de teatro, se enfoca más en diálogos, interacciones interpersonales y escenas dramáticas que en secuencias de acción. Como todo guión de Sorkin, «Steve Jobs» está lleno de diálogos brillante, frases memorables y personajes que hablan sin parar y a un ritmo aceleradísimo. Puede que a algunos no les guste esto (de hecho, conozco gente que odió «La Red Social» porque decían no entender nada de lo que los personajes decían), pero si saben cuál es el estilo de Sorkin y han disfrutado de sus trabajos previos, pues amarán «Steve Jobs».
En el centro de esta “obra de teatro” está, como deben imaginarse, Steve Jobs. Interpretado brillantemente por Michael Fassbender, nuestro protagonista es una persona narcisista, algo egoísta, alguien que simplemente no puede admitir sus errores y que le exige a sus trabajadores mucho más de lo que esperarían. Es un personaje fascinante porque no es necesariamente alguien con el que el público pueda simpatizar, pero que resulta muy interesante de analizar y observar gracias las relaciones que entabla -con sus socios, con su asistente, con su negada hija- y a los diversos momentos de brillantez que maneja.
El primer “acto” se desarrolla en 1984, durante la revelación de la primera Macintosh. La película nos lleva al backstage, donde el perfeccionista Jobs apura a sus trabajadores, incluyendo a Andy Hertzfeld (Michael Stuhlberg), para que la computadora comience la presentación diciendo “Hola”. Su asistente, la polaca Joanna Hoffman (Kate Winslet) se está volviendo loca con sus quejas, y su ex amante, Chrisann Brennan (Katherine Waterson) ha llegado con su supuesta hija, Lisa, para que la reconozca y para que les de algo de dinero, ya que están sobreviviendo gracias a la manutención que se les da.
El segundo acto se desarrolla en 1988, justo antes de la primera presentación del NeXT Cube, la nueva computadora de Jobs. Ahora fuera de Apple, nuestro protagonista se encuentra planeando su venganza (la cual concluirá, eventualmente, en su regreso a la compañía que fundó), especialmente hacia el CEO de Apple, John Scully (Jeff Daniels).
Por último, el tercer acto se desarrolla en 1998. Otra vez como parte de Apple, Jobs de encuentra a punto de presentar la primera iMac, uno de sus productos más importantes. Es en esta etapa que vemos a nuestro protagonista algo más “suave” (aunque no totalmente “normal”, a falta de una mejor palabra) y es también aquí que tiene algunos encuentros incómodos con otros personajes. Su ex socio y amigo, Steve Wozniak (Seth Rogen, en un papel serio, para variar) quiere que Jobs ofrezca un reconocimiento al equipo de la Apple 2 en la presentación (cosa que le ha estado pidiendo desde 1984), y Lisa, ahora de 19 años, tiene algunos problemas que discutir con su padre.
Michael Fassbender da una actuación excelente. A pesar de no tener una parecido físico con Jobs, realmente creemos que la personaje que vemos en pantalla es Jobs, gracias a que el actor irlandés-alemán ha podido imitar sus manerismos, voz y otras particularidades a la perfección. Fassbender es simplemente hipnotizante, lo cual ayuda a que nos quedemos pegados a una película que, bajo la dirección incorrecta (véase la anteriormente mencionada «Jobs») podría resultar realmente aburrida.
El resto del elenco es igual de bueno, aunque menos vistoso. Como Joanna Hoffman, Kate Winslet sirve como nuestro guía a través de los tres actos, algo así como la representante del público (o al menos de nuestra perspectiva) dentro de la historia. Su acento polaco es un poco inconsistente, pero a pesar de ello da una actuación excelente. El gran Jeff Daniels es sólido como John Scully, Michael Stuhlberg le otorga humanidad a su personaje, y Seth Roger da la mejor actuación dramática de su carrera hasta el momento.
La mayoría de decisiones tomadas por el director Danny Boyle son correctas. El hecho de que haya filmado cada acto con un soporte diferente -el primero con celuloide de 16 mm, el segundo con 32 mm, y el tercero en formato digital- le da un look único a cada sección, y hace que uno sienta que se desarrollan en la época que están tratando de emular. Las imágenes de archivo presentadas entre cada acto sirven para contextualizar la acción, y toda recreación a nivel de producción, desde el vestuario “ochentero” para los dos primeros actos, hasta el clásico look de Jobs que usa Fassbender en el tercero, está perfectamente realizada.
Ver a Jobs desenvolverse en estos tres contextos diferentes, relacionándose con distintos personajes (o los mismos personajes en diversas etapas de sus vidas) y enfrentando diversos problemas, ayuda a que veamos exactamente como funciona su cerebro, a que nos adentremos en su psicología y podamos entenderlo (más no simpatizar con él). La relación que entabla con su hija, en particular, sirve como un ancla emocional a lo largo del filme, humanizando a Jobs (quien, cuando trabaja, parece más un exigente sargento que un genio creativo) y dándole algo de sentimentalismo a la historia. Se supone que buena parte de los sucesos recreados por la cinta fueron cambiados (o hasta inventados) por Sorkin, pero que algún evento mostrado sea real o no debería importarnos poco -si quisiéramos enterarnos de los hechos, pues veríamos un documental, no un film de ficcion. Lo importante de Steve Jobs es que cuenta su historia de manera visceral y original, no que nos cuenta la verdad absoluta.
«Steve Jobs» es una película cautivante sobre un hombre que puede no resultarle particularmente interesante a todo público. De hecho, la cinta ha sido un fracaso en la taquilla mundial porque, quizás, el interés por un filme sobre este personaje no sea el más alto actualmente. El hecho de que la mediocre «Jobs» se haya estrenado hace solo dos años tampoco ayuda. Pero gracias al original guión de Sorkin, la enérgica dirección de Boyle, y las excelentes actuaciones de Fassbender (lo tienen que nominar al Óscar), Winslet y los demás, «Steve Jobs» logra ser una película sorprendentemente entretenida e inteligente.
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