La ciudad de Lima en el cine peruano de los últimos 30 años


Con motivo del 481 aniversario de nuestra ciudad capital, les presentamos a continuación una selección de textos dedicados a películas peruanas de las últimas décadas, filmes que han representado muy bien esa relación amor-odio que tenemos con nuestra querida Lima:

Caídos del cielo (1990)

Escribe: Martín Cáceres – @el_riquillo

Diez años antes de la mexicana «Amores perros», Francisco Lombardi ya había cogido a media docena de seres humanos signados por el infortunio para cruzar sus caminos en las calles de una urbe latinoamericana. La Lima de «Caídos del cielo» es sucia y desangelada, y por momentos parece extenderse como un cerco alrededor de unos personajes tan grises como sus anhelos: engordar un chancho para venderlo, construirse un mausoleo, matarse.

A Lombardi no le basta con adaptar «Los gallinazos sin plumas», sino que dota de una atmósfera ribeyriana a las tres historias que conforman el filme. De ellas, me quedo con la de Verónica y Don Ventura. Desfigurados, solitarios y sensibles, se encuentran cuando ella ha perdido toda esperanza y él, creyente del poder sanador de la palabra, decide empeñarse en devolvérsela. Por eso, la escena en que ambos almuerzan y ríen al compás de «Motivos», de Los Morunos –no imagino una selección musical más apropiada- es especialmente dolorosa, ya que por un momento parece abrirles la puerta a un futuro prometedor que no parece hecho para ellos. Pero la tentación del fracaso terminará imponiéndose y los espectadores sabremos que, en el fondo, el hada madrina de Shrek tenía razón: los ogros no viven felices para siempre.

Curiosidad lombardiana: Hernán Romero interpreta a Ortega, el gerente de la radio donde trabaja Don Ventura. ¿Será el mismo Ortega que dirige el pasquín ‘El Clamor’ en «Tinta Roja»?

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Días de Santiago (2004)

Escribe: Gina Espinoza – @espinozav15

Luego de luchar durante años contra el terrorismo, Santiago Román vuelve a su hogar buscando calma y sosiego. Sin embargo, la realidad es otra. La ciudad es una jungla, ruidosa, violenta e incomprensible. El director Josué Méndez retrata a Lima como un espacio complejo y desordenado, incapaz de recibir a aquellos que no se amolden a su estándar. La escena más lograda de la película es la que presenta a Santiago (Pietro Sibille) caminando y observando a su alrededor. Completamente confundido, reprimiendo sus instintos mientras describe su recorrido como una táctica militar.

La vida es una psicología, y sin orden nada existe. Uno debe pensar antes de actuar. Caminas por la calle y tienes que analizar. Sacar tu línea. Armar tu estrategia, porque en cualquier momento empieza el hostigamiento. Las trampas que te pone el camino y cómo las vas a pasar. Tienes que andar mirando a todos lados, preparado a todo, anticipando a todos. Siempre listo para reducir al enemigo. Con las manos. Con la mirada.



 

El limpiador (2012)

Escribe: Gina Espinoza – @espinozav15

Se ha desatado una extraña epidemia que está afectando gravemente a la población, los limeños caen muertos en cualquier momento. Eusebio es un hombre que se gana la vida limpiando los lugares donde muere una de estas víctimas. Mientras realiza su labor en una casa abandonada, encuentra a un niño y se verá obligado a cuidarlo.

«El limpiador» es un largometraje de ciencia ficción que presenta grandes espacios vacíos, como el aeropuerto, o la estación del tren eléctrico que sorprenden por el completo abandono. Los personajes tienen como único compañero el silencio de una ciudad suspendida en el tiempo. Lima está silenciosa, fría, casi muerta.

El limpiador - Adrian Saba

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El evangelio de la carne (2014)

Escribe: Francisco Bardales – @pacobardales

A veces, Lima tiene el aspecto de una enorme procesión. Lima es también octubre teñido de morado y el Señor de Los Milagros, recorriendo las calles del centro histórico. «El evangelio de la carne» supura Lima y lo intensifica, con sus diversos personajes y sus diversas locaciones.

Hay una escena, ya por el final de la película, como una acuarela: uno de los protagonistas, interpretado por Giovanni Ciccia, carga en medio de la multitud a su moribunda esposa (encarnada por Jimena Lindo). El objetivo es llegar al anda principal del llamado Cristo Morado, encontrar redención quizás, o atenuar un poco el peso de los remordimientos. Nítida y transparante en su emotividad y afán globalizador, es un digno cierre para esta película coral y sentimental.



 

Octubre (2010)

Escribe: Francis Neumann – @pampchiz

“Octubre” de los hermanos Vega, nos presenta una Lima cínica y creyente. Lo primero lo vemos, por ejemplo, en la criollada de hacer pasar como verdadero un billete falso (por lo general uno alta denominación). Todos hemos sido víctimas y victimarios de esta viveza alguna vez.

Al mismo tiempo, esta es también una Lima creyente, reflejada no sólo en el título de la película (es el mes del Cristo Morado), sino también el nombre de la pequeña que viene a cambiar la vida del protagonista (Milagros) y el fervor hacia el Señor de los Milagros del personaje femenino de la historia. Lo irónico es que pese a ser creyente, esta típica limeña también cree en la brujería: le dará de beber el agua, en el que ha remojado su ropa interior, al objeto de su afecto y así, según la creencia popular, espera ser correspondida.

Gregorio (1984)

Escribe: César Cortez

Gregorio, producida por el Grupo Chaski, refleja el sentir de la sociedad ante las adversidades que pasaban los niños más necesitados. En esta película tenemos la llegada del pequeño Gregorio a la gran Lima. Su nuevo hogar se ubica en un inmenso arenal de Villa El Salvador, que por ese entonces era un distrito emergente y uno de los primeros focos donde se concentrarían los migrantes provenientes de otras provincias. Hay distintas momentos memorables que podríamos mencionar como aquel que muestra los asentamientos humanos en Villa El Salvador, el encuentro de Gregorio con el mar, o su paseo con su caja de lustrabotas por la gris Lima, lugares como la Plaza San Martin o la avenida Larco en Miraflores, espacios que vistos a través de esta película, despierta nostalgia por aquellos años 80.



 

Juliana (1988)

Escribe: Fátima Toche – @fatimatv

“¡Julián es mujer! Es hembra y Clavito es su hermano.”

La influencia del neorrealismo en el cine peruano en la década de los 80, tuvo como su principal exponente al Grupo Chaski. Este colectivo tenía como objetivo «la búsqueda de un cine que refleje la imagen (imágenes) del pueblo peruano, su(s) realidad(es), sus vivencias, contradicciones y esperanzas, afrontando paralelamente el reto de la creación colectiva». En ese contexto, uno de sus principales aciertos fue su forma de retratar Lima. La Lima de los migrantes de la sierra que ya sean desplazados por el conflicto interno, o persiguiendo oportunidades de una vida mejor, buscaban un lugar en esta urbe criolla que a pesar de serles esquiva, deseaban hacerla suya.

“Juliana” es una de las obras cumbre del Grupo Chaski. La Lima de «Juliana» es sórdida y hostil, a la vez dinámica e insomne. No hay glamour, filtros ni retoques, “es lo que hay”, o mejor dicho, lo que había. Para quienes de niños vimos esta película en televisión resultaba fascinante ver en formato cinematográfico lugares que podías reconocer, o que incluso a los que ibas con frecuencia, como el Parque Universitario, o el Centro Comercial Arenales. Eso además de romper momentáneamente con la convención de la ficción, tuvo como efecto una mayor conexión con los personajes y con la ciudad, que dejaba de ser un artificioso escenario y te convertía también en protagonista de sus cotidianos ajetreos.

Alias La Gringa (1991)

Escribe: Kathy Subirana – @catalina_

Los primeros minutos de “Alias La Gringa” son un paseo por la esencia oscura de la Lima de fines de los 80. Una Lima que, quienes la conocimos, al menos un poquito, tenemos la opción de desconocer pero no de desterrar de nuestras fibras.

Tras la caótica fuga de “La Gringa”, una toma abierta nos ubica en la avenida Tacna, con la densidad y el desorden del tránsito de esa época. «La Gringa» empieza su camino en medio del caos de las calles aledañas donde ambulantes, peatones y autos no terminan de definir sus fronteras. Pasa por la avenida La Colmena, que se abre de una forma en la que ya no la reconocemos, pues hasta cambió de nombre: dejó de ser un nido de abejas y ahora se le llama de un modo más señorial. Ahora es la Av. Nicolás de Piérola.

«La Gringa» sigue su camino por el Jirón de la Unión, desbordado de vendedores callejeros que amontonan sus productos en el piso convocando más mirones que compradores. En él se mezclan niños trabajadores, un sujeto que lee la suerte y otros personajes coloridos y ridículos que afloraban en todas las esquinas de la Lima que transitó entre la desgracia que marcó los años 80 y la informalidad institucionalizada de los 90.

La sordidez y la oscuridad de estos paisajes coronados por la noche -tenía que ser de noche- producen un extraño vértigo. El recorrido en taxi por las calles de Barrios Altos, vericuetos formados de la misma masa que Jirón de la Unión o La Colmena, no es gratuito. En esta Lima que parece vivir bajo algún maleficio, sobrevivir es un reto, y para superarlo es importante conocer las mañas. «La Gringa» las conoce: el encuentro con el taxista o el desencuentro con ‘El chino’ en la antigua bodega, es clásico en los barrios bajos o medios bajos, al igual que la medida de las fuerzas delincuenciales, el código de ética entre los ladrones, su criollada.

La amenaza terrorista con la que Lima convivió en los 80 también es transversal y va más allá del penal. El temor ante artefactos explosivos se ensombrece más teniendo como marco la noche. Las redadas, la búsqueda de terroristas en la ciudad, se ven claras a la luz del día.

Toda la podredumbre y desesperanza con la que se vivía en el siempre Centro de Lima, se ve reflejada en la película. El hermoso corazón de la ciudad estaba podrido y esta descomposición corría por sus venas sin limpiarse.

No es sólo en las noches que Lima se ve podrida: una mañana en la que «La Gringa» va a recoger a Julia de una esquina de la plaza San Martín, Lima luce más caótica, más ruidosa y atiborrada pero la luz del día le da cierta dignidad al tránsito por sus calles. Son las sombras nocturnas las que, en la película, muestran sus calles más como eran y menos como debían ser.

En Alias La Gringa hay mucho de una Lima oscura y sórdida por la que es imposible no sentir curiosidad, soñando con entrar en ella y sobrevivir. Como «La Gringa».


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