La gran apuesta es un arriesgado intento de explicar el origen de la catástrofe financiera y económica que golpeó al planeta el 2008, a través de una producción hollywoodense, nada menos.
El director Adam McKay es una de las figuras clave de la llamada Nueva Comedia Americana, principalmente por sus trabajos como guionista y director en colaboración con el gran Will Ferrell (“Anchorman”, “The Other Guys”). A primera vista, McKay no parecería ser la elección ideal para contar la historia del más grande derrumbe económico desde La Gran Depresión.
Sin embargo, una mano hábil con capacidad para lograr una narración ágil y entretenida parece haber sido una acertada opción para abordar un tema pesado -en apariencia y en realidad- como el que plantea “La gran apuesta”.
El resultado es tanto un filme de denuncia como una tragicomedia negra, una cinta didáctica y divertida por partes iguales, que narra la historia de unos expertos en finanzas que previeron antes que nadie este colapso económico, y que decidieron enfrentarse al monstruo corrupto que lo originó de la única manera que podían: apostando contra ellos, ganándoles en su mismo juego.
Nuestros protagonistas se convierten así en antihéroes involuntarios, quienes resultan siendo unos de los pocos beneficiados de este entramado fraudulento que dejó como terrible saldo a millones de personas en bancarrota, desempleados o sin hogar. El triunfo de este puñado de visionarios de a pie se asentó, muy a su pesar, en la desgracia de muchos otros.
La película cuenta con un cast estelar, en el que destaca Steve Carrell, aportando su gran timing para los diálogos y ese rictus impenetrable -su marca registrada- que tanto le disfrutamos en la comedia, y que últimamente viene utilizando en roles que traen consigo una carga dramática adicional. Carrell sabe encontrar el equilibrio exacto entre ambos registros, un tono agridulce que atraviesa toda la película.
Sobresale también Christian Bale cuyo personaje, el excéntrico, el outsider, el genio incomprendido del grupo, se roba definitivamente el show. Bale lo construye, no de manera camaleónica como lo hemos visto hacer repetidas veces en otros filmes, sino apoyándose tan solo ciertos elementos: unas baquetas de batería, unos audífonos, y un ojo de vidrio.
Brad Pitt, para variar, aparece como el ángel de la guarda de la historia, en un papel secundario (de alguna manera similar a su rol en 12 años de esclavitud. No es casual que Pitt sea además el productor de ambas películas).
Si bien en un primer tramo el filme se hace complicado de seguir, con tanta jerga y siglas del mundo bursátil inentendibles para cualquier espectador promedio, mediante un guión ágil, diálogos cargados de humor negro, hartos guiños a la cultura pop, y rompiendo la cuarta pared a placer, “The Big Short» logra transmitir la complejidad de este gigantesco fraude, y el dilema moral con el que lidiaron los únicos “sobrevivientes” de este hundimiento: cómo aprovecharse de su ventajosa posición, sabiendo que mientras ellos iban a recibir millones de dólares inteligentemente ganados, el grueso de la población sufriría las duras consecuencias de la mayor crisis mundial en décadas.
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