[Crítica] Festival de Rotterdam 2016: «The Garbage Helicopter», de Jonas Selberg (Suecia)


Un trío de personajes partirán rumbo a una inusual misión. Ellos tendrán que recorrer muchos kilómetros para devolver un reloj a su abuela; un reloj que de paso no funciona. The Garbage Helicopter (2015) es un relato adiestrado por un humor sobrio y sustentado por acciones y situaciones que no encajan del todo con la lógica, convirtiéndolo a su vez en un filme absurdo, monótono pero que no deja de provocar curiosidad. El director Jonas Selberg debuta con una película que a primera vista trae a la memoria otras películas o directores. Lo realizado por este creativo sueco es un cine que reúne herencias distintas y hasta dispares. Obvia es su referencia a Jim Jarmusch y su «Stranger Than Paradise» (1986). Al igual que en este filme, la historia de Selberg, además de tener una fotografía en blanco y negro, es una road movie desmitificada. Aquí sus protagonistas no evolucionan ni maduran. Es decir, siguen siendo los mismos al final de su viaje. Hay también otros guiños, desde los vestuarios hasta los orígenes no oriundos de sus personajes.

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Ahora, lo que me interesa más son las herencias fílmicas locales. Selberg parece influirse en el cine de su compatriota Roy Andersson. El absurdo es vital en la fílmica más reciente de Andersson. Sus filmes además contienen un peso histórico que influye en la representación (burlesca) del imaginario sueco actual. En «The Garbage Helicopter», de igual forma, hay una breve radiografía a una parte de la comunidad sueca y sus precedentes contemplada desde una mirada irracional. Para ello, Selberg prefiere remitir su historia desde la mirada de tres personajes de raíces gitanas. De esta forma se hace una visión crítica en referencia a la historia sobre la discriminación étnica, en este caso, hacia una comunidad que parece desencajar ante la conciencia sueca y, por qué no generalizarlo, europea. La ruta de los personajes se vuelve así como una especie de mapa de visita a una feria, en donde individuos de paso o esculturas gigantescas manifestarán un excentricismo local.

En otras situaciones vemos también a los mismos viajeros lidiando con una enajenación lingüística promovida por los “oriundos”, quienes prefieren dirigirse a los gitanos mediante una lengua extranjera a manera de desterrarlos de sus orígenes. En otra premisa también global, «The Garbage Helicopter» reflexiona en base a los traumas históricos, a propósito de una visita a un museo del Holocausto, o la trascendencia artística, para cuando el trío se cruza con un par de ladrones de pinturas, los cuales han ultrajado el arte. Se emerge una necesidad por cuestionar esos errores e incluso la poca valoración histórica que pesa sobre Europa. Por último, y como buen sueco, Jonas Selberg hace espacio para uno de los grandes mentores del cine. De Ingmar Bergman, «The Garbage Helicopter» ha heredado una secuencia sobre un sueño. No es gratuito que el sueño lo tenga una mujer madura, quien en su visión ha observado como la exclusión social ha trepado a su inconsciente. Lo seguro es que los tres nietos viajeros no hayan atendido nada de esa alucinación, lo que abre otra brecha figurada como una reivindicación ante lo obsoleto. La abuela entendida como un reloj que se creía descompuesto, pero que sin embargo sigue siendo parte del tiempo al seguir dando la hora.


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