La opera prima de Evelyne Pegot-Ogier se podrá ver finalmente en cines peruanos este año. La hora azul, filme basado en la novela de Alonso Cueto, llegará a las salas comerciales el próximo 13 de octubre, según nos contó recientemente la directora en una entrevista.
La película, protagonizada por Giovanni Ciccia, Jackelyn Vásquez y Rossana Fernández-Maldonado, cuenta la historia de un exitoso abogado limeño, quien descubre un secreto oscuro del pasado: Su padre, un marino ya fallecido, destacado en Ayacucho durante los años 80, violaba y torturaba terroristas y pobladores de la zona. Un día se enamoró de una prisionera, y mantuvo una relación con ella hasta que esta se escapó.
La hora azul se presentó el año pasado en Festival Cinesuyu en el Cusco, y también en la Semana del Cine en la Universidad de Lima.
A nivel internacional, tuvo su estreno mundial en el Festival de Montreal, y luego compitió en el Festival de Huelva donde obtuvo un premio, ambos eventos realizados en el 2014.
A continuación conversamos con Evelyne Pegot-Ogier sobre la realización de su primer largometraje, y sus motivaciones por contar una historia tan dramática como la que nos presenta:
Evelyne, ¿cuál fue tu motivación para hacer esta película, para adaptar la historia de Alonso Cueto?
Leí la novela y me encantó. Me sentí muy identificada con el camino que recorre Adrián en búsqueda de su padre fallecido. Este tratar de conocerlo a través de lo que dejó atrás me conmovió.
¿Cómo fue el proceso de adaptación de la novela, la escritura del guion?
Empecé con la adaptación a fines del 2009, apenas Alonso Cueto y yo firmamos una opción sobre los derechos de adaptación. El guión tuvo varias versiones, hasta que llegué a una que me pareció buena a principios del 2011, luego de haber participado en una clínica de guiones organizada por Conacine (hoy DAFO).
La última versión del guion se hizo justo antes del rodaje, cuando tuve que quitarle algunas escenas para ajustarme al presupuesto que tenía. Básicamente se contó la historia de una manera más simple. Luego en edición, muchas escenas quedaron afuera, o sea que fue una última versión del guión. La historia se fue simplificando cada vez más.
¿Puedes contarnos cómo fue el casting? ¿Tenías en mente a los protagónicos desde un principio?
A Giovanni Ciccia sí lo tuve en mente desde un principio. El leyó casi todas las versiones del guión, y me ayudó a darle vida a Adrián. Y me parece genial su trabajo. Para los personajes de Claudia (Rossana Fernández-Maldonado) y Miriam (Jackelyn Vasquez) hice casting a varias actrices con las que quería trabajar, y al final las escogí a ellas porque correspondían a la imagen que yo tenía del personaje. Creo que en la dirección de actores, la química entre el director y el actor es fundamental.
¿Cómo se dio la inclusión de Aurora Aranda? Es su debut en el cine y en un papel con mucho diálogo, un papel dramático y lo hace bien.
Para el personaje de Jenny también hice casting, y Aurora me encantó. Yo no conocía muy bien su trabajo en comedias. Lo loco es que Jenny era un personaje muy maternal, con un toque bromista, que acompañaba a Adrián en su viaje, era su cómplice, y aportaba una nota más relajada al relato, como para dar equilibrio. Y Aurora llevó a Jenny por otro camino. Sí tuvo ese lado maternal, y casi de hermana mayor, de amiga. Pero también le dio al personaje un tono serio, de alguien que nunca olvida que es la secretaria de un abogado, y el mundo en el que se desenvuelve. Ella creó una Jenny muy dulce y muy correcta.
¿Cuál es tu vínculo con la historia de violencia que se desarrolló en el país por dos décadas?
Bueno, yo nací al mismo tiempo que se inició el conflicto. Fue algo que marcó mi infancia. Pero yo viví el conflicto desde el punto de visto de la clase media limeña, que es el mismo de Adrián. Conocer a Miriam significa escuchar de primera mano cómo fue en verdad la guerra. Algo que solo te han contado.
La película explora el peso de la memoria, de lo vivido y de las deudas por saldar. ¿Es una historia de venganza, de reconciliación?
Es una historia de reconciliación. En primer lugar, de la reconciliación de un hijo con su padre. En segundo lugar, de la reconciliación de dos mundos, el mundo de Adrián y el mundo de Miriam.
Lo vivido, la memoria y las deudas de los personajes deben aceptarse y dejarse de lado para que ellos puedan sanar y seguir.
El caso de una mujer violada muy joven en Ayacucho en condiciones de reclusión es uno de los resortes dramáticos de la historia. ¿Sentiste que tenías que tratar el tema de manera especial? ¿Desde un punto de vista femenino?
Sí, justamente hice cambios con respecto a la novela desde un punto de vista muy personal, y muy femenino. En la novela, Adrián y Miriam llegan hasta la cama. A mí eso me parecía interesante, pero creo que Miriam, como la veía yo, nunca lo hubiera hecho. No me convencía. Es por eso que en mi película, la relación entre Adrián y Miriam es más platónica, más respetuosa, más púdica. Para él, ella es la mujer que su papá amó, con la que vivió una historia fuertísima, y quien logró ver una faceta de él que nadie más vio; lo conoció como nadie. Para ella, él es el hijo de ese hombre por quien tiene sentimientos encontrados. Y revivir esa parte de su vida cuando conversa con Adrián es una manera de conversar con ese hombre y saldar cuentas, cerrar el capítulo.
Para mí, todo eso era mucho más profundo y más importante. La parte carnal hubiera podido ser usada como una metáfora de esa conexión, pero nunca me sentí cómoda con eso. Sentí que se necesitaba el tiempo de una miniserie, o de una película muy larga, para llegar a integrarlo de una manera convincente.
Ahora bien, la violación, como en la novela, está sugerida. Miriam nunca dice «Él me violó». Y cuando se lo pregunté a Alonso Cueto, él me dijo: «Nunca se sabe si la llegó a violar o no». Cada quien asume lo que quiere. Me parece que eso solo le pertenece a ella, y no tiene porqué contarlo si no quiere. Por lo tanto nosotros, como espectadores, como «escuchadores» de su historia, debemos respetar su derecho a reservarse ciertas partes de su vida.
Hay dos universos muy diferenciados en el filme, por un lado la familia Ormache, que es parte de la clase alta limeña, mientras que por otro lado está Miriam, que vive en los bordes de la ciudad, sobreviviendo apenas. ¿Cómo resolviste esta dicotomía? ¿Tuviste un planteamiento fotográfico o de arte para marcar estas diferencias?
Estos dos universos existen dentro de Adrián. El mundo de la clase media-alta limeña es el mundo de su madre, en el que él se siente cómodo. Ojo que es clase media-alta y no clase alta. La clase media-alta tiene un lado aspiracional, de cuidar su posición y marcar sus diferencias con respecto a la clase media, y acercarse a la clase alta. Siempre está el miedo a perder lo que se ha conseguido y las ganas de subir un poco más.
El mundo de Miriam es el mundo de su papá. El sobrevivir es justamente lo que lo define. Y llega un momento en la historia en el que Adrián siente que, para sentirse bien, debe unir estos dos mundos. Si bien él es fruto de su madre y su padre, él siempre ha preferido ignorar al mundo de su papá y todo lo que existe dentro de él.
En términos de dirección de arte y fotografía, siempre busqué evitar los estereotipos, quise ser lo más fiel posible a la realidad. Tratamos de poner en valor los elementos que encontrábamos en cada locación. La casa de Adrián es una casa muy parecida a la que él tendría, y la intervención fue mínima. La casa y el barrio de Miriam sí fueron intervenidos porque tuvimos que adaptar la casa que alquilamos para tener una peluquería en lugar de la sala. Pero todos los extras eran vecinos de la cuadra, que hasta vestían su propia ropa. Lo mismo pasó con una escena con muchos extras en la casa de Adrián, en la última parte de la película. Llamé a todas mis amigas y les pedí que me ayudaran a llenar el jardín de niños (porque no tenía presupuesto para extras). Les pedí que vinieran un sábado con sus hijos, sobrinos, amigos. La directora de arte tiene una empresa de fiestas infantiles, así que usó sus materiales para ambientar una fiesta.
Otro elemento importante para marcar la diferencia entre dos mundos fue el jardín. Lima es una ciudad desértica, y siempre me han llamado mucho la atención los jardines limeños, los camiones cisterna de las municipalidades regando los parques. En el mundo de Miriam, el paisaje es como es. Cerros de tierra, pocos jardines, plantas con una capa de tierra encima porque falta lluvia. Porque Lima es así. En cambio en el mundo de Adrián se da mucha importancia al jardín de la casa. Se busca lo verde, se rechaza lo desértico. Me parece muy interesante.
El jardín lo aprovechamos para mostrar una faceta de Claudia, la esposa de Adrián. Ella es como la guardiana del paraíso. Tiene este jardín impecable y artificial, que siempre cuida, y mientras Adrián se adentra en el mundo de Miriam, su jardín se empieza a alterar. El cambio de su esposo y de su familia se manifiestan en el jardín. Ella pierde el control, no entiende bien qué está pasando y pone cierta resistencia.
¿Qué retos asumiste para trasladar de manera creíble el acercamiento de Adrián Ormache a un universo tan distinto al suyo?
Adrián empieza a adentrarse poco a poco en el mundo de Miriam. Y siempre va en su auto, que es un elemento de su mundo que lo acompaña y le permite marcar cierta distancia, lo hace sentirse más protegido. La cámara siempre está adentro del auto, acompañándolo en su viaje, como un pasajero más.
La relación entre los personajes de Giovanni Ciccia y Jackelyn Vásquez, es de alguna manera el aspecto central de la película. ¿Qué tratamiento le diste a este tema?
Ambos se necesitan para avanzar, para pasar la página. Lo interesante es que el vinculo no se crea durante el relato, el vínculo existe desde antes que ellos se conozcan, y simplemente es descubierto. Ella fue la última mujer de su padre. Y otras cosas más, que no digo porque serian spoilers. El desafío que se les presenta es reconocer e integrar este vínculo que ya existe.
¿Cómo manejaste la intensidad de las actuaciones y de los acontecimientos? ¿Optaste por no marcar momentos fuertes y apostar por la sutileza?
Sí. Me parece que muchos creen que «dramático» y «actuar bien» significa gritar y llorar. Yo no estoy de acuerdo. Si lo piensas, en la vida, hay muchos momentos dramáticamente intensos que pasan en silencio. Así que desde que escribía el guión sabía que quería cosas sutiles. Ninguno de mis personajes es histérico como para justificar gritos o llantos exagerados.
Además, la película está contada desde el punto de vista de Adrián. Si bien el espectador lo acompaña en su viaje, no siempre participa de las cosas que le ocurren. Hay muchos momentos en que la cámara da un paso atrás, y sigue desde lejos lo que sucede, como si quisiera darle espacio al personaje. Esto lo planteé desde el guión también. Me gusta pensar que los personajes tienen vida propia, y por lo tanto derecho a la intimidad.
Entrevista: Luis Ramos
Textos y edición: Laslo Rojas
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