Este jueves 17 de marzo se estrena en Lima, La deuda (Oliver’s Deal), la ópera prima de Barney Elliot. Esta coproducción entre Perú, Estados Unidos y España está protagonizada por los actores internacionales Stephen Dorff, Alberto Ammann, Carlos Bardem y David Strathairn, quienes alternan con los peruanos Elsa Olivero, Amiel Cayo, Lucho Cáceres, Delfina Paredes, Javier Valdez, entre otros.
La película, hablada en inglés, narra la historia de Oliver Campbell (Stephen Dorff), un hombre de negocios estadounidense quien con la ayuda de su gran amigo Ricardo Cisneros (Alberto Ammann) pretende cerrar un acuerdo financiero con el gobierno peruano. En su camino se toparán con Pampacancha, una región de la sierra que vive de los productos de la tierra y que está dirigida por el terrateniente Caravedo (Carlos Bardem), quien les hará cambiar de opinión.
Conversamos con el director de «La deuda», Barney Elliott, quien nos contó cómo fue el largo y complicado proceso para hallar a su protagonista, cómo se dio la elección de los actores peruanos, cuál fue el mayor reto durante el rodaje de su primer filme, y cuáles son sus próximos proyectos junto a directores peruanos como Diego Vega y Gonzalo Ladines:
Barney, naciste en EE.UU., pero vives en Perú. Tu primer largometraje, «La deuda», está ambientado en ambos países. ¿Cuál era tu objetivo al mostrar cómo se relacionan personajes de entornos tan distintos?
La película trata sobre una transacción. La semilla de esta cinta fue cuando yo descubrí que este negocio está ocurriendo en la realidad: las empresas en Estados Unidos están demandando el dinero de los bonos agrarios. Cuando me enteré de esto, investigué más, porque es algo que me conmueve. Entonces, lo que me interesaba más era contar cómo las acciones de una persona pueden tener consecuencias tan fuertes en la vida de otras personas. Luego, tuve la idea de agregar otros dos personajes que también están haciendo acciones para beneficiar a los suyos, pero eso que les sirve a ellos va a dañar a alguien más.
Uno de los protagonistas es Stephen Dorff, actor de reconocida trayectoria. ¿Cómo se dio su participación en el proyecto?
Eso fue vía el típico “star system”. A mi productor en New York le encantó el guion y contactó a los agentes de muchos actores. Él tiene 20 años trabajando en la industria de Hollywood. Pero ese proceso de contactar a los agentes toma muchísimo tiempo. Tienes que ser un director muy conocido para que un actor lea el guion rápidamente. Hay un sistema de filtración, que es largo y muy frustrante. Yo fui rechazado por varios actores antes de dar con Stephen Dorff y el casting de este personaje duró más de un año.
En un inicio inclusó se habló de Edward Burns para el rol protagónico…
Sí, pero Edward Burns no fue mi primera opción, él fue como la opción número 15. Yo no soy un director conocido. Es un riesgo para los actores hacer una película con un director nuevo, porque si la película es una porquería, se refleja en ellos, entonces sus agentes los protegen bastante. Ahora, si es un actor que tiene realmente muchas ganas de participar, puede decir “No me importa, yo quiero hacer este papel”. Cuando llegamos a Stephen Dorff, yo había visto la película Somewhere de Sofia Coppola, en la que él está genial. Finalmente tuve una conversación con él vía Skype, hablamos 30 minutos y al final de esa charla, sentí que teníamos a nuestro actor.
¿Tu intención siempre fue contar con la participación de actores conocidos de Hollywood?
Cuando escribí el guion, no pensé en eso porque es mi primer largometraje, así que es difícil. Pero el productor me advirtió que la única manera de financiar esta película era usando el “star system”. Al tener la participación de un actor conocido, ya se puede solicitar fondos. No hay otra forma. Cuando conseguimos un actor conocido, podemos conseguir otros actores para papeles secundarios y construir un elenco que puede ayudarnos a solicitar fondos.
¿Fue similar el proceso de elección de los actores españoles Alberto Ammann y Carlos Bardem?
Mi productor estadounidense necesitaba una coproducción. La película tenía un presupuesto de 2 millones de dólares y él podía conseguir 1.2 millones. Entonces, contactó a una productora española Arcadia Motion Pictures, que ha hecho la última película de Claudia Llosa, ellos leyeron el guion y dijeron que podían poner el resto del presupuesto que necesitábamos. El trato era incluir dos actores españoles y seis integrantes españoles del equipo técnico, la postproducción se haría en Barcelona y yo tenía que vivir en Barcelona por ocho meses junto a mi familia. ¡Fue el mejor trato de mi vida! (risas).
¿Y cómo se dio el contacto con David Strathairn?
Él fue el último actor internacional en incorporarse al elenco. Esa siempre fue la estrategia del productor: conseguir al protagonista, luego al resto del elenco y finalmente encontrar para un papel pequeño al actor más importante que se pueda conseguir. David Strathairn leyó rápidamente el guion, hablamos por teléfono 30 minutos y aceptó. Es un actor de gran sabiduría.
Pasando al reparto de actores nacionales, ¿cómo fue la elección de Elsa Olivero y Amiel Cayo?
Todo esto se dio por una cuestión de suerte. Originalmente yo quería que Eduardo Camino hiciera el arte de la película, pero él tenía el compromiso de hacer NN con Héctor Gálvez. Y «Pinky» (Enid Campos, la productora peruana de la película) me sugirió trabajar con Camino pero como director de casting. Eduardo estudió el guion, lo llegó a conocer mejor que yo. En las prubeas de casting, él siempre fue la contraparte de los actores en las escenas. Así, cuando probamos a Elsa Olivero y su mamá, Eduardo interpretaba a la mamá, dando todo su corazón. Gracias a él, tuve la oportunidad de conocer varios actores peruanos muy buenos. Estoy feliz con el casting de la película. Amiel es espectacular. Elsa también, la verdad ella en un inicio no tenía tanta presencia en el guion, pero descubrimos que queríamos aprovechar más su personaje durante el proceso de edición porque su trabajo es magnífico. He tenido mucha suerte, son grandes actores.
Christine Vachon es productora ejecutiva de La deuda. Ella es una importante productora del cine indie estadounidense. ¿Cómo así llega a tu película?
A Christine la conocí en 2009 en un taller que hice en Amsterdam, el Binger Filmlab. Es un taller de guion muy conocido, al cual es muy difícil entrar. Allí desarrollé el guion de «La deuda». Años después, fui al Festival de Tribeca con mi productor americano y él tenía entradas para un conversatorio muy importante -la entrada costaba mil dólares- en el que puedes presenciar charlas de productores como Harvey Weinstein o Christine Vachon. Cuando Christine entró al escenario, le dije a mi productor «¡Hey, yo la conozco!», y él no lo podía creer, pues por años había tratado de conseguir una cita con ella. Entonces, después del conversatorio nos acercamos a ella y le hablamos de mi película. Dos semanas después, recibí una llamada del productor diciendo que Christine había leído el guion y quería asociarse.
Para ilustrar a nuestros lectores, dinos ¿en qué consiste el rol del productor ejecutivo?
Por ejemplo, si encontramos resistencias o algún imprevisto durante la producción, el productor ejecutivo trata de encontar algún camino alterno para resolver la situación. No aporta fondos, sino más bien le aporta peso al proyecto y abre muchas puertas. El productor ejecutivo es alguien que está conectado, que quiere encontrar nuevos talentos y descubrir al próximo Tarantino. Obvio, yo no soy Tarantino (risas).
Hay un trasfondo político, social y económico en la película. ¿Cómo crees que los temas planteados en la película se relacionan con la coyuntura actual del Perú, al estar en plena campaña electoral?
Obviamente ahora es un buen timing para el lanzamiento porque la gente presta más atención a este tipo de temas. Pero yo empecé a escribir esto en 2007 y terminé en 2010. Entonces, mi intención nunca fue estrenar en un momento como este, en plenas elecciones.
¿Cuál fue el mayor reto que enfrentaste durante el rodaje: filmar en los Andes o dirigir a un elenco que hablaba tres idiomas distintos (castellano, inglés y quechua)?
La verdad, todo es difícil cuando tú haces una película, pero tienes que hacerlo. Con respecto a los idiomas, fue difícil por momentos. Mi castellano es mejor ahora que en la época del rodaje y del quechua obviamente no sé nada. En todo caso, lo más difícil era no saber lo que yo estaba haciendo y tener la confianza de saber que iba a terminar. Yo no me sentía capaz de ver todo, porque soy nuevo en esto, pero aprendí mucho en el proceso. Elegí a las personas con las que quería trabajar, tuve confianza en ellos y los dejé hacer su trabajo. Esa fue la parte más difícil, llegar a tener esta confianza para delegar. Fue lo mejor para mi aprendizaje.
«La deuda» ha tenido un interesante paso por festivales como los de Málaga, Woodstock y New Hampshire. Cuéntanos de tu experiencia en estos festivales.
A nivel del mercado, existen cuatro festivales importantes en el mundo: Cannes, Berlín, Toronto y Sundance. El resto no son tan importantes. Hay varios que tienen un buen nombre, pero para vender una película esos cuatro son los mejores. Nosotros no entramos en esos cuatro, así que analizamos cuáles eran los siguientes en los cuales podíamos entrar y generar tracción. Afortunadamente, participamos en festivales en los que tuvimos algunos premios que nos permitieron encontrar distribuidor. Justo acabamos de fijar una distribución en 10 ciudades de EE.UU., con una empresa canadiense que se llama Level. Y después de eso, lanzaremos en Netflix. Los productores están felices con esto. Y si algún otro festival me invita, yo voy feliz.
¿Podrías contarnos un poco de tu experiencia previa y en particular tu trabajo en Perú?
Yo vine varias veces a Perú con mi esposa (Valeria Ruiz), que es peruana. Ella fue compañera de estudios de Bacha Caravedo. Entonces, Bacha me dijo una vez: “Si tú te mudas acá algún día, yo estoy seguro que puedes encajar en publicidad”. Ese día llegó, pero antes de entrar en publicidad, el primer trabajo que hice fue el corto El último recurso. Fue una experiencia difícil, porque yo tenía menos de un año de aprendizaje del castellano.
Después, trabajé en publicidad durante tres años en Señor Z, mi dupla en la dirección era Gonzalo Ladines. Él es mi mejor amigo en Perú. Después, en Señor Z realizamos un video sobre Gladys Tejeda a propósito de los Juegos Olímpicos. Durante la parte final de esa edición, recibí una llamada diciendo que Edward Burns había aceptado participar en «La deuda». Hablé con ‘Bacha’ y ‘Chinón’ (directores de Señor Z) y les dije que mi oportunidad había llegado para hacer un largometraje, esto fue en 2012. Ellos entendieron y nos despedimos muy bien. Desde mi regreso a Perú, después de «La deuda», actualmente me dedico a escribir guiones.
¿Cuáles son tus siguientes proyectos?
He escrito «In the Name of Pizarro», una miniserie sobre Francisco Pizarro junto a Diego Vega y un escritor mexicano, Carlos Contreras. Es una ficción mezclada con hechos reales, sobre la Conquista, pero en vez de tener como protagonista al verdadero Pizarro, tenemos a su protegido, quien lo mata para asumir su nombre y su identidad. La primera temporada llega hasta la captura de Atahualpa. Son diez episodios en formato de una hora. El guion está terminado y ahora estamos mostrando el producto.
Además, Gonzalo Ladines y yo hemos escrito el guion de una comedia que hemos presentado a Universal, ellos han pedido un próximo borrador. No han cerrado la puerta, la idea les gusta y ojalá se lance algún día. Nosotros queremos codirigir ese proyecto.
¿Cómo ves el desarrollo del cine peruano de los últimos años?
Espectacular. Aquí tienen cineastas que son muy capos y talentosos: Héctor Gálvez, los hermanos Vega, Bacha Caravedo y Chinón Higashionna, entre otros. La industria está creciendo y estamos descubriendo que hay mucho talento. Y yo quiero ser parte de eso.
Entrevista: Juan Carlos Ugarelli y Laslo Rojas.
Edición: Juan Carlos Ugarelli
Fotos: Rolando Jurado
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