[Crítica] «¡Salve, César!»: Los Coen entregan una deliciosa sátira del Hollywood clásico


La 66ª edición de la Berlinale, en febrero pasado, se inauguró con ¡Salve, César!, la más reciente película de los hermanos Coen, una sátira de aquellos géneros que comenzaron en el Hollywood de los años 50, época en la cual los grandes estudios o majors ya se habían asentado y dominaban el mercado.

Las películas de los hermanos Coen, obsesivas y posmodernas, suelen encontrar un punto en común en caracterizaciones de personajes torpes, de perdedores irritantes y dogmáticos. Esta es la historia de Eddie Mannix (Josh Brolin) un hombre que se siente culpable porque no puede evitar fumar y que maneja un estudio cinematográfico llamado Capital Pictures. En este estudio se filma una megaproducción sobre Jesucristo, cuya estrella principal (George Clooney) resulta ser secuestrado por un grupo de comunistas.

Salve-Cesar-Josh-Brolin

A diferencia de la hilarante «Sangre fácil» (1984) o la pirotécnica «Arizona Baby» (1987), ¡Salve, César! no resulta ser una sucesión de secuencias brillantemente hilvanadas y que refuerzan la trama central. Por el contrario, se presentan como historias inconexas que tienden más a ensalzar esta tendencia hacia la estructuración de los denominados géneros cinematográficos y que se percibe pretenciosa al querer abarcar demasiado.

Sin embargo, lo interesante de la película es esa línea frágil entre lo que aceptamos como realidad dentro de la pantalla (la historia lineal) y lo que asumimos como parte del universo ficcional de la historia (la filmación de las películas en el estudio). Esta línea se rompe en muchos momentos como si se tratase de un relato de metaficción.

De este modo, los espectáculos acuáticos en homenaje a Esther Williams o el musical de marineros más cercano a “Levando anclas” de George Sidney parecen, en muchos momentos, formar parte de la historia y nos hacen recordar, con esa voz omnisciente del narrador, que somos parte de una sala de cine que ve una película.

Ya es característica en los Coen esta innovación con la narrativa, la comedia y los melodramas de enredos que suelen homenajear al cine negro. «Barton Fink» (1991), por ejemplo, se asoma a la mente de un guionista de Hollywood que padece el bloqueo del escritor, y que resulta un intrincado laberinto de géneros y símbolos. «El gran salto» (1994), otro de sus filmes, explora una mezcla similar de géneros en un excelente tributo a las comedias screwball.

Salve-Cesar-Scarlett Johansson

¡Salve, César!, lejos de ser un homenaje al cine de aquella época dorada de Hollywood, tiene un fondo político y religioso interesante. Aquellos comunistas que secuestran a la estrella de la megaproducción resultan ser un grupo de guionistas perseguidos por aquella fábrica de sueños. Recordemos que los guionistas no eran valorados ni remunerados al mismo nivel que otras áreas y daban a conocer, en los medios, sus ideas políticas sobre igualdad y derechos de los trabajadores, cosa que a Hollywood no le hacía gracia.

El star system que comienza a funcionar en aquellos años también marcaba esas diferencias. En en este nuevo filme de los Coen se satiriza al actor estrella, en este caso un actor de western, que sólo puede desenvolverse en este género cinematográfico y carecer de aptitud para otras puestas en escena, como un melodrama.

¡Salve, César! es una película de tono humorístico, con un excelente guión repleto de diálogos hilarantes que no caen en la risa fácil. Se pierde el interés cuando se abusa de los temas políticos, pero la trama central y los personajes son tan propios del cine de los hermanos Coen que logras conectarte inmediatamente con cada uno de ellos.

Salve-Cesar-George-Clooney

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