Oswaldo Reynoso (1931-2016): Lo recuerdan Alberto Fuguet y ‘Pili’ Flores-Guerra


El pasado martes 24 falleció el escritor Oswaldo Reynoso a la edad de 85 años. Se trata de uno de los nombres claves de las letras peruanas de los últimos 50 años, alguien que probablemente no sea de los más populares ni mentados escritores peruanos, pero que es muy apreciado, y querido sobre todo, por aquellos que han conocido y se han reconocido en su obra, libros que estamos seguros cobrarán aun más importancia de ahora en más.

Desde este espacio queremos recordar a Oswaldo Reynoso desde dos puntos de vista: volviendo a ver una película peruana basada en un cuento de su libro «Los inocentes», corto dirigido por ‘Pili’ Flores-Guerra; y a través de la mirada de un declarado ‘fan’ de la obra de Reynoso, el escritor y cineasta chileno Alberto Fuguet.

Flores-Guerra: «Oswaldo me dijo que hiciera lo que quisiera»

Cuentos inmorales - El principe - aficheVeamos primero El príncipe, un filme que fue parte de Cuentos inmorales, popular película episódica de 1978, conformada por cuatro cortos: «Intriga familiar» de José Carlos Huayhuaca, «Mercadotecnia» de Augusto Tamayo, «Los amigos» de Francisco Lombardi, y este episodio dirigido por José Luis Flores-Guerra.

‘Pili’ Flores-Guerra es un reconocido director de fotografía, cuyo trabajo más destacado se dió en colaboraciones con el mejor Francisco Lombardi, en filmes clásicos como La ciudad y los perros, «Maruja en el infierno» o «Sin compasión». ‘Pili’ se encuentra en estos momentos en el festival Salón Internacional de la Luz, en Colombia, en su calidad de presidente de la Asociación de Autores de Fotografía Cinematográfica Peruanos (DFP). Desde Bogotá, nos responde: ¿Por qué El «Príncipe» de Oswaldo Reynoso?

Porque luego del buen recibimiento de “Muerte al Amanecer”, nuestro primer largo, en Inca Films apuramos la idea de un segundo proyecto de presupuesto modesto pero con mayores expectativas de convocatoria de público. Era 1978, estaba renaciendo el cine en el país y queríamos saber qué le gustaba a la gente, queríamos explorar, pero haciendo algo muy local, muy nuestro. Coincidimos en que lo mejor podía ser tomar el referente italiano del sketch o cine de episodios, y encontramos muy cercana la experiencia de “Los Monstruos”.

Porque entre mis varias lecturas de cuentos peruanos pensando en cortometrajes, yo me había enganchado con “Los Inocentes” y las pandillas adolescentes de Reynoso, con sus toscas rebeldías y esa marginalidad que, no sé por qué, me acercaba tanto al neorrealismo italiano que había aprendido a querer desde mis visitas a “Hablemos de Cine” y a esa época dorada del cineclubismo limeño.

Y porque Oswaldo Reynoso no me dijo nada cuando le dije que me gustaba su cuento, que lo sentía muy cinematográfico y que quería adaptarlo.

O porque, creo, me dijo que hiciera lo que quisiera.

Sinopsis: En un paupérrimo barrio limeño «El Príncipe» es respetado por la patota. Un día roba un carro y el acto es celebrado por «Colorete», un joven delincuente que lo admira y que corre a dar la noticia que luego saldrá en los periódicos. Esa fama no le reportará beneficios a «El Príncipe».

Leamos también un comentario sobre el corto, tomado del «Diccionario ilustrado de las películas peruanas», de Ricardo Bedoya. (pag. 224):

El Príncipe de José Luis ‘Pili’ Flores lucía aciertos parciales que terminaban empañados por problemas de su estructura narrativa. Cada secuencia apareció como un episodio distinto, dueño de su propio atmósfera y clima, pero incapaz de relacionarse con los sucesivos para darle continuidad a la historia. Flores Guerra hizo honor a su actividad habitual de fotógrafo -uno de los más destacados del cine peruano- y trabajó con cuidado los climas luminosos en la secuencia del billar y la cantina, ambientando con precisión los universos de la marginalidad y el lumpen que eran el marco de la acción.

► Aquí pueden leer completo el cuento «El príncipe».

Fuguet: «Reynoso es aquel que triunfa perdiendo»

«Me parece que Reynoso está metido entre Vargas Llosa, Puig, Andrés Caicedo y ‘La ley de la calle’. Me parece un autor súper internacional y no entiendo por qué no funciona fuera del país», había dicho el año pasado el chileno Alberto Fuguet respecto al desaparecido escritor arequipeño. Contáctamos entonces al inocente Alberto vía email para escarbar un poco más en su fanatismo por Oswaldo Reynoso:

Tal como digo en «Sudor», Reynoso era alguien que un tipo que Rafita Restrepo hubiera querido conocer. Reynoso es una suerte de rey del nicho, no me extraña que en esta era guste o se lea, y que haya sido adorado como escritor, figura de culto y maestro.

Tiene algo de rockero, de héroe que nunca se vendió, de alguien que no mide las consecuencias, que cree en sus libros pero no cree o no necesita publicitarlos. Creo que sus libros tienen patitas o alitas, y deberán funcionar solos. Seguro que él ayudó, y los lectores que fueron tocados por él sin duda ayudaron al culto y al mito Reynoso.

Me parece genial que haya escrito el lado B de «Los cachorros» y «Los jefes», en su mundo de Jesús María y en su ley de la calle limeña, su Lima en rock. Aunque sin duda que OR era poco rockero. Tiene algo fascinante, es aquel que triunfa perdiendo, es todo lo opuesto a Carlos Fuentes. Es totalmente un detective salvaje, un crack, un outsider, es parte de una linea de freaks, raros, extranjeros, y no invitados a la fiesta. Los que son artistas de primera línea pero que no son de la burguesía sino de la gente, capaz que del pueblo pero eso es mucho, quizás es de los lectores en este caso, de los chibolos, como dicen ustedes.

Sus chicos de la calle ansían una ley, y no es que sean tipos sin ley pero sin duda son guapos, o uno cree que lo son. Y sienten y huelen y se tocan y se les para, y tiene algo de bromance de chicos que se juntan con chicos. Ingresa a los camarines y a un mundo de juegos secretos pero sin perder la inocencia, y quizás lo más facinante de Reynoso es que es una suerte de puritano y de marxista pero también es un tipo que claramente desea a sus personajes, y son parte de él.

“En todo Lima está la tentación que te devora: billares, cines, cantinas, carreras…”. Y uno desea ser devorado, el lector quiere que el chibolo se salve, pero a la vez que sea devorado. Capaz que quiera que lo devoren aunque sea por una vez. Es esa extraña mezcla, eso de «Inocentes» y «Lima en Rock» al mismo tiempo, en Genet y en James Dean, sudor y sol, y chelas y mar, y chicas que los miran. En esa collera y en esa escritura entre hardcore y naif se encierra el secreto del remix Reynoso.


Trivia: En el 2013, Beto Ortiz reveló su interés por llevar al cine «Los inocentes» de Oswaldo Reynoso.


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