No sin ella (Freeheld, 2015) está basada en la historia real de Laurel Hester y Stacie Andrée, una pareja homosexual que luchó por sus derechos en 2005 y que inspiró un conocido documental ganador del Oscar. Hester, una condecorada policía de New Jersey, es diagnosticada con cáncer terminal, por lo que desea que al fallecer su pensión policial, recaudada por más de 20 años, se le sea asignada a su pareja de hecho, Stacie. Sin embargo, su petición es rechazada por los funcionarios del condado, quienes aseguran que en defensa de «la santidad del matrimonio» y por tratarse de una mujer homosexual, no cuenta con ese derecho. Ambas mujeres se convierten entonces en símbolos de la lucha por el reconocimiento formal de las parejas gays en Estados Unidos, movilizando a muchas personas en su búsqueda de justicia. Una premisa tan intensa e interesante, que sumada a la participación de grandes actores (Julianne Moore, Ellen Page, Michael Shannon y Steve Carrell), la dirección del joven y talentoso Peter Solett («Nick and Norah’s Infinite Playlist»), y un guion escrito por Ron Nyswaner («Philadelphia»), no tendría por qué decepcionar a nadie. Lamentablemente el resultado final no es todo lo inspirador que uno hubiese deseado. Y es que para contar este tipo de historias se necesita más que solo buenas intenciones.
Uno de los principales errores de la película recae en la forma en la que busca «normalizar» todos los eventos que narran la relación entre Laurel y Stacie. Solett intenta expresar la cotidianidad de la pareja homosexual desde un punto de vista muy heterosexual. Y no quiero que se malinterprete, me refiero a que la historia se esfuerza en exceso en hacernos creer que la relación de las protagonistas es bastante «común»: cenas, decoración de la casa, arreglo del jardín, Stacie demostrando que es buena para reparar autos, etcétera. Esa expresión de lo rutinario hace que la historia se sienta aburrida y anticuada, sin muchos motivos para que alguien, que quizá también esté enamorado, se sienta realmente identificado. Freeheld, el documental de 2007 dirigido por Cynthia Wade, que cuenta la misma historia (y de hecho, es el base principal de la película), deja bastante de lado esos aspectos y se centra en la indignación, en la injusticia, en las secuelas y la influencia que dejaron las acciones de Laurel y Hester. La película de Peter Sollet no lo hace, y cuando tiene la oportunidad, emite muy poca fuerza en el mensaje, pues pierde mucho tiempo en detalles como la burocracia, el papeleo, la legislación, y otros asuntos más bien aburridos. Al final queda una sensación de vacío y, lo peor de todo, también de oportunidad perdida.
Otro penoso detalle es que la película nunca se arriesga. Tomando en cuenta todo lo que uno puede saber sobre la trama solo con ver el tráiler o leer una sinopsis, el guion de la película no va más allá de lo que predecible, y eso genera un efecto contrario: la historia no se siente convincente. “No sin ella” nos presenta a Laurel Hester como una respetada policía que vive en el clóset, y que decide darse una oportunidad con una joven veinte años menor que ella, Stacie. Hester le oculta su orientación sexual a su compañero de servicio y mejor amigo, Dane Wells (Michael Shannon), lo cual genera un pequeño conflicto rápidamente resuelto, pero nada más. Básicamente, la primera parte de la película se centra en los días felices de la pareja de forma muy genérica. Cuando se descubre el cáncer de Laurel y se inicia su lucha por sus derechos, la película parece por fin encontrar un objetivo, pero se disipa muy rápido con las tediosas escenas de reuniones entre los miembros de la Junta de Legisladores, villanos a los que se llega a odiar más por ser aburridos que por ser malos. En esta etapa, el personaje de Shannon gana mucho protagonismo (excesivo para algunos), y se convierte en la cara de la lucha social por la igualdad, algo que se supone deberían representar Laurel y Stacie. Ese punto de quiebre le resta peso a los personajes de Moore y Page, quienes ingresan en un círculo algo enredado durante gran parte de la película.
Detengámonos en Julianne Moore: más allá de lo mal que le queda la peluca que usó aquí, no hay dudas de que es ella quien salva la película, pero al igual que en la enternecedora Siempre Alice, destaca más porque el resto de personajes son solo correctos y no porque lo que ella haga sea espectacular. El tercer acto es donde Moore ofrece lo mejor de su trabajo, y donde la película gana mucha intensidad a costa suya, pero aún así el conjunto no es del todo equilibrado. A los otros actores no les va muy bien, comenzando con lo exagerado que estuvo Steve Carrell mientras interpretaba al fundador de un grupo a favor de la igualdad de derechos. Es tal vez el actor más desperdiciado del elenco. Tiene momentos divertidos (aparentemente esa era la función del personaje), pero su aporte es muy medido en comparación a lo que ofrece Michael Shannon, por ejemplo. Quien también queda algo mal parada con el resultado final es Ellen Page, pues en gran parte de la película, el personaje de Stacie Andrée es reducido al de novia preocupada con diálogos redundantes, sin una motivación palpable (a pesar de que la mujer que ama está condenada a muerte). Por lo menos el personaje de Shannon tiene una subtrama que lo mantiene ocupado (aunque el guion no lo ayuda mucho).
A modo personal, “No sin ella” resulta una gran decepción, pues esperaba una historia inspiradora que lograra reflejar la importancia de luchar por los derechos de las minorías. Sin embargo, la película se esfuerza mucho en reiterar su importancia, y no logra expresarlo por completo en los acciones de los personajes, dejándole esa labor a las líneas de diálogo, con muy poco éxito. Y es que una historia sobre una pareja que después de superar el lugar común de «Para el amor no hay edad», se ve enfrentada a la burocracia discriminadora es interesante desde muchos puntos de vista, pero parece que los realizadores no entendieron muy bien cuál era el mensaje que la gente necesitaba.
Comprendo que hubo una gran intención para que los hechos de la película se parecieran lo más posible a los hechos verdaderos (eso explica por ejemplo la peluca de Julianne Moore), pero eso puede implicar también incluir elementos narrativos que no dilaten el mensaje pero que sí brinden un mayor despliegue de subtramas. Estoy seguro de que eso no le hubiese hecho ningún mal a la causa ni faltado el respeto a la memoria de Laurel Hester, pero sí hubiese permitido generar un material de mayor impacto. No me queda más que recomendar el documental original, que es de visión obligatoria. Y sigamos haciendo este tipo de películas, pero sin irnos por la ruta fácil.
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