Maligno es la nueva propuesta del cine nacional, ópera prima del escritor, periodista y realizador cinematográfico ‘Paco’ Bardales junto al joven Martin Casapía Casanova. Ambos se nutren de las leyendas urbanas para traernos la figura del maligno, un ser espectral encarcelado por sus maldades que busca liberarse de su encierro para saldar la deuda con su último opresor.
La película nos narra la historia de una doctora escéptica interpretada por Sofía Rocha que intenta salvar a su hija, Fiorella Pennano, poseída por este ente maligno que se alimenta de las almas de los pacientes de un hospital.
Hay elementos que funcionan en Maligno. Durante el inicio, por ejemplo, la película nos muestra espacios donde la oscuridad tiene una fuerte presencia. Esa fotografía desaturada junto a la caracterización de Fiorella Pennano evitando mostrar el rostro poseído, al estilo de “Ju on” o “The Ring”, crean una atmósfera sombría, incluso nos ayuda a imaginar por nosotros mismos aquella figura maligna sin revelárnosla por completo.
Aquel misterio del inicio se refuerza con los silencios, con aquella presencia imponente del pabellón dónde conocemos a una enfermera que suele tapar los ojos de las posibles víctimas, con médicos escépticos que se niegan a creer en historias de fantasmas y con pobladores que nos van revelando pizcas de aquella leyenda urbana.
Sin embargo, a medida que avanza, la película se desorienta, se vuelve repetitiva, aunque no tediosa porque de todas forma entretiene, y nos revela un final muy apresurado e inconexo. Se presiente el bagaje cinematográfico, las referencias de los guionistas al plantear su historia y crear la figura del maligno dentro del hospital, sin embargo es un riesgo no brindarle algo de originalidad al proyecto. En «Maligno», la historia se torna insustancial, con vacíos en el guión, reusando ideas muy típicas del género.
Son rescatables un par de escenas de juegos de suspenso en aquel pabellón dónde yace el maligno, como aquella secuencia donde las limitaciones de un niño en silla de ruedas impide que escape del lugar, o el juego con las cortinas de las camillas dentro de una sala de hospital. Lo demás ya lo hemos visto repetidas veces: laberintos sin salida, cuerpos que abren puertas y se pierden en otras habitaciones, viajes astrales a lo “Insidious”.
La historia también se mantiene gracias a las actuaciones de Gonzalo Molina y Sofía Rocha, hay un personaje que podría haber sido memorable en su sacrificio hacia el final. Un gran actor como Fernando Bacilio está desprovechado, y digamos que a Gino Pesaressi se le siente muy forzado, quizás debería mantenerse en los realities de televisión por el momento.
Maligno no logró provocarme el efecto que busca al ser una película de género: asustar. Su comodín es apoyarse en aquella mezcla de sonidos estruendosa y casi intolerable, clásicos artificios para generar sobresaltos y más que eso, dolores de tímpano.
Se aprecia el esfuerzo por seguir presentando propuestas de género tan complejas de realizar por su apartado técnico y logístico. Sin embargo, es bueno no caer en el mismo juego de vender historias solo con el fin comercial, sino presentar proyectos de conceptos claros en sus diversas áreas, con guiones sólidos y argumentos narrativos que se sostengan por sí mismos. Hasta el momento El vientre de Daniel Rodriguez Risco sigue siendo una de las mejores películas de género, más cercano al terror psicológico, que se han hecho en el país, cuya puesta en escena maneja un claro conocimiento de la materia a nivel estético, narrativo y actoral.
Esperemos que se sigan presentando mejores propuestas, ya que nuestra cultura popular está bien nutrida de mitos y leyendas. Aún hay muchas historias de miedo por contar.
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