Stephen King es uno de los escritores más originales de los últimos tiempos, cuyas historias han estado, casi siempre, ligadas al horror o al misterio, moviéndose incluso a otros tópicos para darnos obras memorables como «Sueños de Fuga» o «Milagros Inesperados». Sin temor a equivocarme, King debe ser el escritor que más obras ha llevado al cine. Siguiendo esa senda, ha visto la luz una de sus últimas historias llamada El Pulso: La llamada del Apocalipsis (Cell), la que lamentablemente resulta siendo una de las peores cintas que posean el sello “Stephen King”.
La trama de «El pulso» transcurre en Boston, presentándonos a un escritor que luego de haber publicado su novela gráfica, llama a su familia desde el aeropuerto para contarles que su libro es un éxito. Mientras transcurre este hecho, se desencadena un caos de violencia desmedida: la gente del lugar se convirte en zombis a causa de las ondas que emiten los teléfonos celulares. El escritor, con la ayuda de algunas personas que no han sido infectadas, tratará de salir con vida de esta amenaza con el objetivo de llegar a casa y reunirse con su familia.
La premisa que nos presenta esta historia es provocadora, porque hay que admitir que es algo que está pasándonos, ya que el teléfono celular se ha convertido en un mal necesario para el hombre moderno. Es una herramienta tan indispensable que uno se puede sentir desnudo si no lo tiene a la mano. Estamos dominados por este artefacto que puede llegar a controlarnos. (¿Alguien dijo PokemonGo?). Somos zombis de la tecnología, y eso es un hecho.
Lo mencionado es la esencia de lo que nos quiere transmitir el filme, pero este falla justamente en cómo nos lo hace saber y en cómo tomar conciencia del asunto (aunque a estas alturas parece que ya es muy tarde). Los primeros minutos son de lo mejor de la película, porque somos testigos de la transformación y caída del ser humano ante el poder del celular transformándolos en zombis al estilo de «28 Días Después», ya que los invade una ira descomunal.
El director Tod Williams, quien antes tuvo a su cargo la segunda parte de Actividad Paranormal, poco puede hacer para salvar la cinta. Lo que más sorprende de todo esto es que el guion fue adaptado por el propio Stephen King, siendo uno de sus trabajos más pobres que se le recuerde en el cine. No hay suspenso en el filme y se ha cuidado demasiado en no volverlo un producto ligado al gore. Como tenemos zombis, algo de sangre deberíamos ver, ¿no? Pero ni siquiera eso encontramos en esta película que termina siendo monótona y aburrida.
El protagonista del filme es Clay Riddell (John Cusack), el escritor que hace lo imposible por reunirse con su familia, encontrándose en el camino con Tom McCourt (Samuel L. Jackson), un conductor del tren subterráneo quien se une a Clay para mantenerse con vida. Cusack es un actor que últimamente nos ha entregado películas olvidables -algo que también viene sufriendo Nicolas Cage- y aquí su actuación deja mucho que desear. Igualmente Jackson aunque a pesar de su débil perfomance, es más convincente que su coprotagonista. Cabe recordar que ambos coincidieron hace casi diez años en otra obra de King llamada «1408», cuyo resultado fue muy superior a esta película. El filme no logra que surja una química entre los actores y con el público. Créanme, que poco me importaba que Cusack se reuniera con su familia. Tal vez por la única persona con la que me comprometí fue con Alice, interpretada por Isabelle Fuhrman, quien sí dotó a su personaje de cierta energía.
«El Pulso» termina siendo un bodrio más que nos deja este 2016, una producción a la que ni siquiera el nombre de Stephen King la puede salvar. Lo único rescatable aquí es la premisa que subrayamos al inicio, y ojalá alguien con más imaginación y capacidad nos pueda entregar una mejor versión de esta historia, ya que tiene el potencial para convertirse en una historia de interés.
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