Star Trek cumple 50 años con el estreno de “Star Trek: Sin Límites”, tercera parte de la trilogía iniciada por J.J. Abrams en 2009. Esta vez el encargado de dirigirla es Justin Lin, quien es lo mejor que Paramount pudo conseguir, tomando en cuenta que Edgar Wright (“Shaun of The Dead”) rechazó la propuesta y que la primera opción era Roberto Orci (guionista de las películas de “Transformers” y “The Amazing Spider-Man”).
A pesar de los cuestionamientos iniciales, Lin, quien ha dirigido cuatro de las siete películas de “Rápidos y Furiosos”, no decepciona del todo. El director taiwanés logra equilibrar el peso de los personajes más conocidos con el impacto de las nuevas incorporaciones y nos entrega una película entretenida, bien coreografiada, con pocas pretensiones y bastante efectiva, pero que una vez terminada nos deja la sensación de que se trata de la última vez que una fórmula así le sirva a la franquicia. Si quiere sobrevivir frente a la competencia, la innovación es urgente.
Nunca he visto la serie original, pero habiendo visto solo un par de las películas clásicas y las dos que dirigió Abrams en 2009 y 2013, se me hace muy evidente que en “Star Trek Beyond”, tanto los guionistas (Simon Pegg y Doug Jung) como Justin Lin, tomaron más elementos de las primeras que de las segundas. Esto es algo que muchos fans posiblemente agradezcan, pero que siendo coherentes con la línea narrativa existente, la película se siente muy desconectada de lo que se contó en las dos últimas entregas. La ausencia de Abrams (quien dejó la franquicia para dirigir Star Wars: El Despertar de la Fuerza) es muy notoria, y el intento de mostrar originalidad es totalmente dejado de lado, pues al no tener un norte claro, la historia utiliza una fórmula vista hasta el hartazgo (acción y humor en buen balance, un villano descartable, algo de suspenso, aventura, etc.), sólo que aplicada a lo que Star Trek representa. El resultado no es un desastre (de hecho, es bueno), pero olvidar lo visto en “Star Trek Beyond” no será difícil. Con pocos riesgos, hay poco legado.
Hay que ser sinceros: Justin Lin ha evolucionado. Algo en lo que ha mejorado mucho es en la dirección de escenas de acción y la dosis de suspenso dentro de ellas, un elemento que le era muy difícil conseguir cuando dirigía a Vin Diesel y Paul Walker. Un ejemplo claro de esto, aunque posiblemente más crédito tenga el guionista Simon Pegg (quien también interpreta a Scotty), es la trampa inicial en la que la que cae la tripulación en los primeros 15 minutos, y que ya anuncia cuál será el desarrollo de la historia. Ese inicio extremo moldea la película de forma positiva. Además, Lin sabe manejar repartos extensos y en “Star Trek Beyond”, a pesar de algunos traspiés, no realiza un mal trabajo en ese aspecto. Sin embargo, algunos personajes tienen mejores líneas que otros, y en más de un ámbito. El Capitán Kirk (Chris Pine), por ejemplo, equilibra sus dudas existenciales con una valentía extrema, lo que lo convierte en un héroe clásico y atractivo, mientras que Spock (Zachary Quinto) no pasa de un ser enamorado con dificultades para confesar sus sentimientos, que por momentos es gracioso, pero que la mayoría de veces resulta estresante y aburrido.
Otros personajes, como Bones (Karl Urban), Scotty (Simon Pegg) y Chékov (Anton Yelchin), representan el lado cómico y aventurero, y al ser actores muy capaces, su función no se siente tan relegada como las de Zoe Saldana y John Cho, quienes tienen menos tiempo en pantalla del que se merecen. Sin embargo, el papel entrañable estaba destinado para Jaylah, interpretada por Sofia Boutella, una alienígena encargada de representar de forma efectiva el rol de la mujer fuerte, independiente, decidida y con mejor motivación que la de los héroes, aunque eso merezca incluir una que otra capacidad irreal, incluso para el universo Star Trek. Algo que me recordó mucho al papel protagónico de Daisy Ridley en la última película de Star Wars.
La otra cara de la moneda es Krall, el villano de la película, interpretado por Idis Elba con prótesis en la cara y con voz distorsionada. Un villano tan torpe y con una motivación tan mal trabajada, que es imperdonable que un actor como Elba haya sido reducido a algo que cualquier doble de acción con un poco de experiencia hubiese hecho igual (o incluso mejor).
Star Trek Beyond no merece tomarse en serio, sobre todo porque ella misma no lo hace. Recordemos que Star Trek Into Darkness quiso jugar con temas oscuros y se tropezó en una festival de sobreactuaciones, cortesía del señor Benedict Cumberbatch. En esta ocasión, Lin se divierte más (la escena de Chris Pine en moto y la de la tripulación usando rock clásico como arma de destrucción son lo mejor de la cinta), pero la película no logra nada más allá de brindar un buen momento de entretenimiento gracias a su humor, el buen manejo de efectos especiales y las escenas de acción. Un producto de marketing que divierte pero que no nutre a su género en casi ningún aspecto. La franquicia Star Trek, tanto en cine como TV, está obligada a evolucionar si quiere ser competitiva. Los fans están creciendo, ya no habrá defensores, es tiempo de apostar por hacer cosas buenas sin mirar hacia atrás. Son 50 años muy bien llevados como para empezar a mirarlos como muestra de ancianidad, sería injusto para algo tan notable como su legado. Star Trek Beyond es la última vez que a Kirk y Spock les sirve lo reciclado.
Nota: Son muy emotivos los pequeños homenajes que les hace la película a Leonard Nimoy y Alton Yelchin, miembros de la franquicia fallecidos en los últimos meses.
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