La película tiene un serio problema de carisma -el personaje más interesante es un robot- y de guion: si no están familiarizados con el universo de «Star Wars» la película no es para ustedes, demasiada complicación de lo sencillo. Tampoco lo fue para los aburridos niños que subían y bajaban las escaleras de la sala a mitad de la película, sospecho que incapaces de relacionarse con ninguno de los personajes monocordes de esta entrega, ni para los adolescentes que revisaban Facebook en sus brillantes pantallas cada diez minutos.
Estamos hablando, después de todo, de una franquicia distribuida por Disney: más robots, más planetas, más personajes con nombres extraños, combinaciones distintas de lo que ya hemos visto muchas veces antes (¿vehículos AT-AT caminando sobre una playa? ¡Deme diez boletos!). El filme es un ejercicio de reciclaje y efectos especiales: las apariciones de Peter Cushing, fallecido hace 22 años, y de una joven Carrie Fisher, recientemente fallecida, son logradas con éxito usando animación digital pero no encuentro en esta película ninguna urgencia expresiva, ningún deseo real de lograr algo emocionante o inspirador, de mostrar algo nuevo, realmente ningún deseo de decir nada, como sí pasaba con las películas que George Lucas estrenó entre 1977 y 1983, que son cimas del entretenimiento popular. Lo que yo encuentro es más bien, como lo apunta Richard Brody, «una película que es promoción de sí misma; una película que aún desea ser hecha».
Diego Luna y Felicity Jones me gustan, pero hacen lo que pueden con lo que un equipo de dos guionistas escribió para ellos, que incluye poco más que el tagline del filme: «Las rebeliones se construyen con esperanza». Lo demás es diálogo funcional. En mi opinión, las películas de fantasía hechas con trazos gruesos (nada malo con eso, es parte de la belleza de la trilogía original de «Star Wars») funcionan bien si los personajes son carismáticos y además enfrentan algún dilema. Pueden ser arquetípicos (tienen poca «profundidad» o encarnan un único valor) solo si también son carismáticos. De lo contrario, para mi lectura, la película «no aguanta»: creo que una buena orientación para juzgar una película es entender cuánto de humano hay en ella. Y el carisma (estoy hablando de mover al espectador con la sola presencia del actor) es algo muy humano y muy necesario en el cine. También son necesarios los dilemas, como lo dirá cualquier profesor de drama.
Bueno, eso no hay aquí. Con respecto al carisma cinematográfico, apuntaré que requiere de tiempo de exposición en pantalla y de sentido del juego, o eso pienso. En tal sentido, «Rogue One» es parte del espíritu de la época para el cine de entretenimiento, que dicta que las cosas deben suceder rápido y editarse rápido porque si no el espectador se aburre, y que «lo verdadero» tiene un tono ligeramente sombrío. También es una película hollywoodense en un sentido específico: hay muchas explosiones.
Esta cualidad un tanto solemne de «Rogue One» (su «seriedad») me parece una gran imperfección, sobre todo porque el guion no apunta al desarrollo de relaciones entre personajes -terminamos la película sin conocer bien a ninguno de ellos- sino que está escrita como una película de acción. Me pregunto, por tanto, cómo hubiera quedado esta película con otro director al mando. Porque tengo claro que lo peor que le ha pasado al universo de «Star Wars» es que en algún momento empezaron a tomárselo en serio. Cualquier artista honesto te dirá que eso, «tomárselo en serio», es la muerte del arte. Reitero mi apreciación general: desde 1999, cuando se estrenó «La amenaza fantasma», no hay corazón en esta franquicia.
No puedo dejar de mencionar, sin embargo, que encontré los últimos cinco minutos de «Rogue One» fascinantes -me gustó mucho la manera como este episodio engarza con la película de 1977- y corrobora para mí la estatura de Darth Vader como uno de los grandes villanos del cine.
Una nota adicional: no solamente ahora es más complicado encontrar buenas películas en cartelera, sino que tus opciones de salas son más restringidas. Por sentido común descarto a la cadena UVK, que aún no da explicaciones del incendio en Larcomar que dejó cuatro muertos, lo cual me hizo optar por Cineplanet: luego recordé, mientras veía las primeras escenas de la película, que esta cadena tiene la mala costumbre de disminuir la potencia de las lámparas de sus proyectores, calculo que en un 20%. La creencia es que así alargan la vida de las lámparas. Las imágenes lucían opacas y menos contrastadas de lo deseable, y esta película tiene varias escenas en penumbra. Estoy seguro de que la hubiera visto con mejor detalle en mi casa, de contar con el Blu-ray.
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