El cine surcoreano sigue produciendo películas destacables que utilizan géneros y subgéneros populares y logran enriquecerlos o trascenderlos. Es el caso de Estación Zombie («Train to Busan»), interesante película de zombies –del director Yeon Sang-ho– que utiliza este subgénero del cine de terror, tan popular en la actualidad, para tratar temas familiares, sociales y hasta ambientales.
La película se inicia con un accidente de tránsito en una carretera desierta que sugiere un contexto ambiental y adelanta el tema de los zombies. Pero luego presenta la relación entre Seok woo (Gon Yoo) un padre distante e individualista (además de asesor de inversiones de una importante corporación) y su pequeña hija, Soo-an (Kim Soo-an), quien le pide llevarla a la ciudad de Busan para visitar a su madre separada. Durante el trayecto en el ferrocarril se desata un brote de zombies que afecta a todo el país, entablándose una lucha por la supervivencia dentro de los vagones y estaciones de este medio de transporte; en el cual el padre empezará a ganarse la confianza de su hija en interacción con una pareja de esposos –aquí al personaje de Sang Hwa (Ma Dong-seok) le toca un papel heroico y de nexo para el cambio de actitud de Seok woo– y los jóvenes de una escuela que aparentemente van de excursión.
Cuando esta situación parece resolverse en medio de persecuciones por parte de los contaminados surge un nuevo tema que recuerda un poco a algunas situaciones planteadas en la novela «Ensayo sobre la ceguera» de José Saramago. Lo que era un conflicto familiar se convierte en un enfrentamiento social entre dos grupos de sobrevivientes, siempre asediados por un creciente número de muertos vivientes. La resolución de este asunto dramático nos conducirá al clímax y desenlace de la película, en el cual resurgirá inesperadamente el tema de la relación padre e hija.
Demás está decir que estas dos líneas dramáticas paralelas tienen un alto voltaje emocional. La acción externa mantiene en vilo permanentemente al espectador y tiene momentos muy originales, por ejemplo, la escena en la que los zombies van “atándose” unos a otros mientras son arrastrados por un tren hacia el final de la cinta; como simulando la creciente cola de un siniestro traje de novia prendido a la parte posterior del tren donde huyen los últimos sobrevivientes.
Pero esta tensión se incrementa en algunas situaciones en las que la acción externa refuerza los conflictos internos –individuales y grupales– que se han venido construyendo a lo largo de la lucha por la sobrevivencia. Como, por ejemplo, cuando un grupo está huyendo de los zombies en un vagón y al mismo tiempo no los dejan pasar siguiente vagón; situaciones paralelas en las que las problemáticas individuales desembocan en una tensión social y espacio para que se desarrolle la acción del principal villano de la cinta: Yon Suk (Kim Eui-sung), alto funcionario de la empresa de transporte.
Vemos acciones heroicas propias del subgénero pero también de sacrificio conforme la “epidemia” va cobrando sus víctimas. También observamos diferencias de clase y situaciones de exclusión atizadas por el pánico, en realidad gratuito. Se pasa de una crítica al comportamiento individualista propia de un ejecutivo de una gran corporación a la crítica de la falta de colaboración grupal (solidaridad social) para el logro de un beneficio (salvación) de muchos. De esta forma, se despliegan ante los ojos del espectador una amplia gama de emociones y sentimientos que van desde lo más elevado hasta lo más bajo de la escala de valores humana; todo lo cual eleva exponencialmente el impacto emocional en el público.
El resultado es conmovedor y espectacular, sobre todo, cuando vemos que cada detalle y hasta cada gesto de las relaciones familiares al inicio de la película van evolucionando y justificando el extraordinario desenlace de esta notable cinta. No se trata solamente de una película de terror sino de cómo usar un subgénero específico –ya bastante trajinado, por cierto– para construir personajes con los que nos podemos identificar, así como la exploración de comportamientos humanos en situaciones límite; justamente lo que no ocurre en una película como Pasajeros, de Morten Tyldum, que se limita a mantener a duras penas un esquema dramático coherente y punto.
Estación Zombie (cuyo título original y más adecuado es Tren a Busan) no es una obra maestra pero logra elevarse sobre el promedio de películas de terror convencionales gracias a sus contenidos emocionales y sociales, dentro del amplio espectro de lo humano e incluso de lo “muy humano”. Aunque –todo hay que decirlo–, asuntos como niños en situación de riesgo, diferencias de clase, crítica al mundo corporativo y violencia desmedida, son recurrentes en los filmes surcoreanos. De otro lado, las actuaciones son excelentes así como el montaje, la banda sonora y todos los aspectos técnicos involucrados en la producción. Película altamente recomendable.
Train to Busan
Corea del Sur, 2016, 118 min.
Dirección: Yeon Sang-Ho
Interpretación: Gon Yoo (Seok woo, asesor de inversiones), Kim Soo-an (Soo-an, su hija pequeña), Ma Dong-seok (Sang Hwa, esposo), Hung Yu-mi (esposa), Kim Eui-sung (Yon Suk, alto funcionario de la empresa de trenes). Guion: Park Joo-suk. Música: Jang Young-gyu. Fotografía: Lee Hyung-deok. Montaje: Yang Jin-mo.
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