Esta película es en realidad un drama romántico con la apariencia de un filme de ciencia ficción. Sin embargo el principal reto del director Morten Tyldum es sostener una historia a cargo de dos personajes y con el apoyo ocasional de otros dos más, uno de ellos robótico. El resultado es una historia de amor entretenida y glamorosa pero que bordea la inverosimilitud.
La parte sci-fi está compuesta por retazos de cintas tales como Gravedad, Misión Rescate, 2001 Odisea del Espacio e incluso Interestelar; pero sin los mayores o menores contenidos que pudieran ofrecer estas obras. Lo único “tecnológico” es que la nave espacial que realiza un vuelo de 120 de años tiene un sistema de tipo “hágalo usted mismo”; es decir, que la reparación que interrumpe la hibernación (en realidad, criogenización) de uno de los protagonistas, el mecánico Jim Preston (Chris Pratt), puede ser encontrada siguiendo fácilmente los manuales a su disposición. Supone un esfuerzo apenas mayor que el recableado de un equipo de sonido más o menos complejo. O sea que la parte de “ciencia” es muy pobre y lo que sostiene la parte de ficción son los efectos especiales y la ambientación interna y externa de la nave espacial.
Hay un despliegue de lujo y comodidades en esta nave gigantesca que alberga a 5 mil terrícolas que emigran a otro planeta. La pareja protagonista hace todo tipo de reconocimientos en la nave y paseos espaciales durante su proceso de romance; pero no hay mayor nexo entre la situación sentimental y el fenómeno migratorio o tecnológico que el filme muestra. En suma, estamos ante un esplendoroso diseño de producción y de locaciones “súper modernas” que se prestan exclusivamente al desarrollo del romance que es el verdadero centro de la película.
La historia sentimental se apoya en el trabajo y la presencia de una súper estrella como Jennifer Lawrence, en el papel de la escritora y periodista Aurora Lane y su compañero Jim. El relato no es gran cosa, e incluso puede ser predecible, pero el magnetismo indudable de Lawrence y la parafernalia futurista que le sirve de escenario hacen llevadera esta película. Sin embargo, en esa historia de amor no solo hay un problema de predictibilidad sino también una cierta inverosimilitud tanto en la motivación de Aurora para mantener la relación, como en el final abierto de la obra. Y las actuaciones no logran cubrir estas debilidades. A causa de un guion convencional, Pratt resulta un galán bastante soso mientras que Lawrence tampoco se exige demasiado pese a lo cual el glamour hace acto de presencia junto con algunos momentos de tensión dramática manidos pero eficaces.
El planteamiento dramático cumple los requisitos para mantener el interés de esta historia; sobre todo porque el filme se sostiene casi totalmente en el trabajo de los dos personajes. No obstante, siento que la trabazón dramática tiene algunas partes endebles y en general todo el planteamiento resulta muy light; en comparación con algunas de las cintas mencionadas más arriba. Y un segundo defecto –que ya había notado en Headhunters, una anterior película de este director noruego– es que Tyldum trabaja para cumplir con un esquema dramático y no para usar y trascender ese esquema hacia una mayor profundización del carácter de los personajes o una mayor exploración del mundo que los rodea.
En resumen una película entretenida y para fans de Jennifer Lawrence. Pero nada más.
Passengers
EEUU, 2016, 116 min.
Dirección: Morten Tyldum
Interpretación: Jennifer Lawrence (Aurora), Christ Pratt (Jim Preston), Michael Sheen (Arthur, bartender robótico), Lawrence Fishburne (Gus Mancuso). Fotografía: Rodrigo Prieto. Diseño de producción: Guy Hendrix Dyas.
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