Oscar 2017: Una reseña sobre los principales premiados en aquella memorable y accidentada ceremonia


A causa de la fuerte oposición a la política migratoria de Donald Trump, el nuevo presidente norteamericano, la Academia de Hollywood convirtió la Gala de entrega de los premios Oscar en un acto salpicado de humor político a cargo del presentador Jimmy Kimmel y de declaraciones de protesta por parte de algunos de los participantes. Al mismo tiempo, y ya en términos de los ganadores de la noche, este contexto político redujo las posibilidades para la favorita “La La Land” y premió como mejor película a «Moonlight», que narra la historia de un niño gay, negro y pobre, dejando espacio para premiar películas de contenido social que no encajan del todo, estilísticamente, con los formatos típicos del cine industrial. La ceremonia, celebrada en el Teatro Dolby, tuvo un desenlace inesperado y muy comentado. Aquí una reseña sobre los principales galardonados y películas ganadoras.

Oscar 2017 premió a La La Land, un musical hollywoodense, pero también a Moonlight, un drama sobre el bullying a un niño gay negro.

El Oscar es el principal reconocimiento a las películas y personalidades artísticas y técnicas de la industria del cine norteamericano, concedido por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, entidad que reúne a casi 6 mil profesionales que votan el otorgamiento de la codiciada estatuilla a nominados en 25 categorías de la industria fílmica.

Por lo general, la mayoría de películas y talentos propuestos tienen méritos suficientes para obtenerlo, por lo que es común que muchas veces la elección de los ganadores no se limite a los criterios puramente técnicos, profesionales y artísticos, sino que también esté influenciada por criterios extracinematográficos (aunque, al final, estos también son un efecto o representan tendencias producidas por el impacto de determinados filmes en la sociedad).

Donald Trump fue la piñata del presentador de la ceremonia, Jimmy Kimmel

Este año fue evidente que la selección de los ganadores de las principales categorías estuvo influenciada fuertemente por la oposición de buena parte de la industria cinematográfica, los medios de comunicación y la intelectualidad estadounidense a las políticas migratorias del recientemente electo presidente Donald Trump; en especial, contra su conservadurismo, que muchos miembros de la Academia perciben como racista, machista, xenófobo y homofóbico.

La sombra de lo político

De allí que –aparte de sus innegables calidades artísticas– varias cintas que cuestionaban estos males sociales posiblemente se vieron favorecidas por razones políticas. “Moonlight”, una película que muestra el bullying y la discriminación por raza y orientación sexual en un contexto de pobreza, drogadicción y marginación social, obtuvo tres importantes premios: mejor película, mejor guion adaptado (Barry Jenkins y Tarell Alvin McCraney) y mejor actor de reparto (Mahershala Ali). Mientras que “Fences”, otro drama con participación afroamericana y dirigida por Denzel Washington logró el premio a mejor actriz de reparto (Viola Davis); sin olvidar que por primera vez tres actrices afroamericanas estuvieron nominadas en una (esta) misma categoría. Igualmente, fue premiado como mejor documental “OJ: Made in America”, de Ezra Edelman, también de temática racial.

Viola Davis, Oscar a mejor actriz de reparto.

Asimismo, la cinta iraní “The Salesman” (en Lima, “El Cliente”), del director Asghar Farhadi, fue galardonada como mejor película de habla no inglesa. Farhadi había anunciado previamente que no asistiría a la ceremonia en protesta contra la (judicialmente suspendida) prohibición de ingreso a Estados Unidos de personas provenientes de siete países de religión mayoritariamente musulmana. En su remplazo, la ingeniera de la NASA Anousheh Ansari, de origen iraní, leyó un comunicado criticando a Trump por “promover el odio”. En esa línea, el actor mexicano Gael García Bernal, al presentar a nominados a una categoría, se las arregló para declarar que, “como trabajador inmigrante, estoy en contra de cualquier tipo de muro que quiera separarnos”. A ello deben sumarse las numerosas bromas realizadas a costa de Trump por el presentador Jimmy Kimmel, las que solo se entendían fuera del ámbito estadounidense por aquellos que han seguido las declaraciones destempladas, erróneas o simplemente falsas del mandatario.

Representantes del director iraní Asghar Farhadi, ganador del Oscar a mejor película en lengua extranjera, quien se negó a asistir en protesta contra las políticas migratorias de Trump.

Fuera de ello, hay que reconocer que todos estos resultados están artísticamente justificados y varios de ellos ya estaban voceados como ganadores en sus respectivas categorías. Son los casos del actor musulmán Mahershala Ali, la actriz Viola Davis y el documental “OJ: Made in America”. Mientras que los galardones a “Moonlight” se perfilaban en el marco de una ajustada competencia con el musical “La La Land”, la gran favorita del año. Es posible que el contexto político inclinara leve pero decisivamente el fiel de la balanza hacia “Moonlight” para el premio a mejor película.

Mahershala Ali, ganador del Oscar a mejor actor de reparto.

Algo parecido ocurre con la ganadora a mejor película en idioma extranjero. “El Cliente”, la obra de Asghar Farhadi, tiene los méritos suficientes para llevarse el Oscar; pero también habían otras películas en esta categoría, como la comedia alemana “Toni Erdmann”, que pudieron haber ganado. Más aun, si el cineasta iraní ya había recibido el mismo premio en 2012 por una película estilísticamente similar: “Una Separación”. Este respaldo podría explicarse por solidaridad de la Academia con los afectados por las amenazas de Trump.

El ombliguismo hollywoodense

Sin embargo, la Academia también reconoció filmes por su puro valor cinematográfico. Aquí se presenta otro aspecto debatible: el del ombliguismo hollywoodense. Es el caso de la gran favorita “La La Land”, un musical que recicla citas de diversos musicales del pasado, adecuándolas a una narración contemporánea que ocurre en Los Angeles. Se trata de un filme ligero, colorido y pletórico de canciones y coreografías, con gran despliegue escenográfico, todo dentro de un enfoque visual muy trabajado. Apuesta por el glamour de dos superestrellas (Emma Stone y Ryan Gosling) y, al mismo tiempo, por un argumento sencillo y muy acotado; es decir, que la acción se limita a un desarrollo muy básico de los personajes, mientras que la música arropa una sensación de escapismo, fantasía y romanticismo lo suficientemente light como para colectar una muy respetable taquilla.

Damien Chazelle, Oscar a mejor director por La La Land y el director más joven premiado por la Academia.

A causa de ello el filme ha generado opiniones diversas y contrapuestas. Lo cual no estaría mal si no fuera porque, en comparación con otras cintas en competencia, “La La Land” gira en torno a sí misma, se cuece en sus propios jugos, y nos dice poco o nada sobre el propio género cinematográfico que busca homenajear (o sobre cualquier otro asunto). Además, arrasó con premios (7 Globos de Oro y 5 BAFTAS), todo lo cual atizó la controversia.

Justin Hurwitz, ganador del Oscar a mejor música y Oscar a mejor canción, ambos por La La Land.

Revisando algunas de esas opiniones, comprobé que no andaba muy descaminado en mi estrambótica crítica de esta película. Allí sugerí que esta obra podría tener un aspecto “político-experimental” y me encuentro con esta exultante crítica, que concluye señalando que se trata de una obra “subversiva, irreverente y contracultural”. Juan Sanguino, de Vanity Fair, sostiene que se la cinta retrata la generación de los millennials, en la cual: “Mia y Sebastian no parpadean a la hora de enamorarse, básicamente, porque creen el uno en el otro. Se apoyan, se respetan y se estimulan para seguir luchando por sus sueños. La La Land es ante todo una historia de gente con capacidad de imaginar que se niega a renunciar a ella, pero también es una reivindicación de ese amor que te convierte en una persona mejor…. Más allá de su invitación a la fantasía, cuando el espectador se sienta a ver La La Land le invade la sensación de que se trata de… una película involuntaria y fortuitamente generacional… Al terminar… nadie va a quitarnos esas dos horas de pasión y de una inocencia que, en los tiempos que corren, resulta subversiva, irreverente y contracultural” (negritas en el artículo original). Algo más sobre los millennials en este muy comentado video.

Mientras que –en una intervención más sensata– el dramaturgo César de María («Calichín») sugiere que “La La Land se puede disfrutar mucho si la miras como hay que ver el arte hoy en día, entendiendo que la pieza artística está llena de clichés, de tributos y referencias, y que contiene su propia contradicción. Porque es un musical que se burla de los musicales, es una historia de amor que se burla de esos romances y es un desfile de clichés de Hollywood (como lo anuncia uno de sus personajes al hablar de una fiesta) que hablan de los sueños y las estrellas –en esa ciudad en la que siempre se ve el cielo y a la que van todos a cumplir un sueño– pero también del dolor que se esconde detrás de cada historia, de los muchos corazones rotos sobre los cuales se construyen nuestros sueños, de las muchas historias de amor que podríamos vivir si decidimos bien, de lo terrible que resulta ser romántico y a la vez buscar tus logros con pragmatismo, del sacrificio que implica cada sueño cumplido…”. (Leer el comentario en su Facebook)

Emma Stone, ganadora del Oscar a mejor actriz por La La Land.

Puede ser, aunque no capté mucho la autoironía de las canciones ni de los amoríos. Previamente, este comentarista señala que “[l]a música, el color y la iluminación resaltan la emoción de cada escena, como lo ha hecho siempre el cine, vamos, pero acá con una belleza singular y una orquestación muy inteligente. Y los efectos sonoros aportan un plano más, elaborado y a la vez casi imperceptible. Alarmas, celulares, portazos, silencios, incluso el chasquido de una luz que se enciende, todo está muy bien integrado para enriquecer las emociones, las transiciones y los suspensos de una manera que rinde tributo no solo a lo teatral y a los 60 sino a esa staged photography que releyó críticamente desde los 70 las imágenes hollywoodenses, tanto que en varios fotogramas recuerda a Cindy Sherman y a su mordaz y dolorosa reinterpretación de la cinematografía clásica” (ibid.). Aquí se refleja el punto de vista del profesional audiovisual y su reacción ante una película técnicamente impecable, lo que podría ser un juicio muy parecido al de muchos miembros de la Academia.

Desde la orilla opuesta, y asumiendo que el asunto de la película es el amor, David Cox –en su devastadora crítica en The Guardian– observa que no hay química entre los amantes porque ambos son unos egoístas y narcisistas que justamente sacrifican sus sentimientos al éxito profesional, a diferencia del típico amor de los antiguos musicales; califica la película de falsa y mediocre. Mientras que Ippolit Belinski (administrador del sitio web del filósofo marxista Slavoj Žižek), en cambio, sostiene –apoyándose en Alan Badiou y Lenin– que justamente ese sacrificio es la demostración de un amor desinteresado (“revolucionario”) y que va más allá del narcisismo; en un artículo también crítico donde afirma que se trata de una película “autorreflexiva” y “autorreferencial”. En esto último sí coincido.

Linus Sandgren, Oscar a la mejor fotografía, por La La Land

Hay también quienes señalan que la película es una apología del individualismo y el consumismo: “La La Land es una película consumista por antonomasia, de emociones superfluas y el cliché de la carrera para el sueño americano. Desde la escena inicial, con las masas trabajadoras bailando mientras pierden tiempo de vida (Pepe Mujica dixit) en el tráfico de hora punta en horario laboral en Los Angeles (porque bailar en medio del tráfico es algo que ocurre a diario en EE. UU.), pasando por las audiciones de Mia y sus constantes humillaciones (donde la competición salvaje y el trabajador como producto se vuelven normalizados)”.

Hay algo de verdad en algunas (y en otras) de estas reseñas que pueden hallarse en internet. En mi opinión, hay que tomar esta película como lo que es: una obra ligera de entretenimiento relativamente nostálgico y no mucho más. Discutir sobre el narcicismo de los millennials o la explotación laboral no viene al caso. Ni tampoco es para ponerla en un altar, pese a sus indudables calidades técnicas; de hecho, también la considero una obra vacía y –añadiría– musicalmente autocomplaciente.

Barry Jenkins, Oscar a la mejor película, por Moonlight

Algo de esto –y del contexto político– debe haber pesado para que la Academia haya reducido las expectativas con las que llegó este filme al Oscar. Fue nominada en 14 categorías y obtuvo solo seis: mejor director (Damien Chazelle), mejor actriz (Emma Stone), mejor diseño de producción (Sandy Reynolds-Wasco> y David Wasco), mejor música, mejor canción original (ambos de Justin Hurwitz) y mejor fotografía (Linus Sandgren). No hay duda que Gosling y Stone son grandes actores, pero esta película les ofrece poco material para lucimiento; sobre todo considerando que como cantantes y bailarines tan solo son correctos y no interpretes especializados en esas lides. Además, actrices que compitieron en esta categoría –como Isabelle Huppert (“Ella”) y Natalie Portman (“Jackie”)– la superan por el simple hecho de tener guiones más exigentes, que cumplen con creces; o sea, chambean más en lo que saben hacer.

En cuanto a la música, pues es una cuestión de gustos. Me pareció solo cumplidora. Por algún motivo sentí nostalgia de “Las señoritas de Rochefort” de Jacques Demy (aunque, claro, hablamos de Michel Legrand) o la más reciente “Moulin Rouge” de Baz Luhrmann (por su montaje, más “musical” que la música misma).

Algunos han criticado ferozmente a Chazelle por presentar a un músico blanco y pretencioso como supuesto defensor del jazz: “Es necesario… resaltar el absurdo que el sueño de Sebastián [Gosling] sea salvar al jazz de la pacharaquería del hombre negro. Claro, el jazz, creado por la cultura afroamericana en EE. UU., siendo salvado por un hombre blanco de la amenaza urbana del Hip Hop negro. Esto simboliza sutilmente una ideología no solo racista, pero así también individualista”. O como el defensor de una discutible “autenticidad” del jazz. Al respecto, Yahvé de la Cavada escribe en El País: “El jazz, que lleva décadas quitándose a moscones como Chazelle y su visión musical de pacotilla, es una música completamente opuesta a lo que muestra el director en La La Land. Ni elitista, ni hermética, ni anclada en el pasado, ni sectaria, o no más de lo que cada aficionado, a título personal, quiera. En el jazz cabe casi toda la tradición de música improvisada contemporánea occidental, por eso se fusiona con facilidad y por eso huye de las definiciones. Siempre ha sido más sencillo explicar qué no es el jazz, que qué es”.

Casey Affleck, Oscar a mejor actor, por Manchester frente al mar.

Ambos puntos de vista yerran al tomar en serio esta película, pero viene al caso mencionarlos como ejemplos de lo limitado de la aproximación de Chazelle al musical y a la música en general; a despecho de su apasionado cariño y esfuerzo por revitalizar el género, pero con un solo objetivo: entretener, fantasear, pasar un rato relajado. Sin embargo, gracias al astuto manejo de sus calculados límites narrativos (pero sin llegar al minimalismo) esta obra deja ciertos espacios para diversas interpretaciones (hay gustos para todo), la mayoría fuera de lugar.

El encierro interior

De otro lado, los miembros de la Academia acertaron al conceder merecidos premios a algunas cintas que exhiben elementos estilísticos que rompen un poco con el formato industrial hollywoodense; es decir, que se ubican en las antípodas de “La La Land” por explorar a profundidad el sufrimiento de personajes con una veta importante de realismo.

Moonlight arrebató a La La Land el Oscar a mejor película.

Es el caso de “Moonlight”, premiada como mejor película. Dirigida por Barry Jenkins, narra tres etapas de la vida de Chirón –un niño gay negro–, vivida como una cárcel interior, en la cual su identidad y sentimientos deben permanecer ocultos en un ambiente de violencia y carencias. La cámara en mano y la cámara subjetiva así como una cierta preeminencia del primer plano del protagonista logran crear esa sensación de encierro (cámara subjetiva) e inestabilidad permanente (cámara en mano) que caracteriza la tensión que rodea al personaje; mientras que el uso de desenfoque de rostros o locaciones sugiere el tránsito del conflicto interno al contexto externo del personaje. El protagonista se ve acosado (interna y externamente), inseguro y, en sus mejores momentos, insatisfecho consigo mismo y consciente de estarlo. Se construye así una especie de cárcel interior, lo que constituye el primer gran logro de la película. El segundo, es la economía de medios con que se narra la acción. Destaca aquí el ingenioso enlazamiento de las tres partes del filme, mientras que la narración, que conoce sucesivas alzas de tensión hasta el remate de las dos primeras partes, se distiende gradualmente en la tercera hasta un final tranquilo, triste pero a la vez esperanzador.

“Moonlight” es una película que muestra “desde dentro”, o sea, desde el punto de vista del personaje, su situación de discriminación (por orientación sexual) y marginación social (por su condición racial y entorno socioeconómico). Destaca no solo la actuación de Ali, sino también de Naomie Harris, nominada por mejor actriz secundaria, como la madre drogadicta del personaje, y de Alex Hibbert como Chirón niño.

Mala suerte en Manchester frente al mar

Kenneth Lonergan, Oscar al mejor guion original, por Manchester frente al Mar, de la cual también fue director.

Mientras que la marginalidad también caracteriza al héroe de “Manchester junto al Mar”, dirigida por Kenneth Lonergan (Oscar al mejor guion original), filme que dosifica gradualmente el dolor del protagonista principal, encarnado por la notable interpretación de Casey Affleck. Transcurre en el contexto de una familia disfuncional, atacada por el alcoholismo, la mala salud y la tragedia. Aquí los condicionamientos vienen dados por el destino y, pese a los esfuerzos del protagonista, Chandler Lee, resultan insuperables. Lo peor es que nos convence.

Esta cinta rompe con una característica recurrente en el cine hollywoodense: el happy end. Al mismo tiempo, es una película lenta pero que va descubriendo con sutileza una tragedia cuya sinrazón deja lelos a los espectadores. A la tragedia del hermano del protagonista se suma la responsabilidad de heredar la tutoría de su sobrino adolescente. Con ambas presiones emocionales encima, la cinta nos irá conduciendo al pasado de Chandler, donde reposa la fuente de su depresión. Luego, en una escena memorable se reencontrará con su ex esposa. No creo que haya otra forma posible de interpretar esta escena que como la muestra aquí Affleck, pero también la notable Michelle Williams, nominada como mejor actriz de reparto.

En suma, otra película que no está del todo encuadrada en los moldes tradicionales del drama hollywoodense, pero que exhibe una reflexión sobre el sufrimiento humano, emocionalmente, hasta un límite extremo (como también ocurre con “Moonlight”). Con un tratamiento sobrio y que en ningún momento cae en el desbarre lacrimógeno, gracias al pulso firme (y algunas dosis de humor seco) que exhibe la dirección de Lonergan.

John Gilbert, Oscar al mejor montaje, por Hasta el Último Hombre.

Grandes películas, a las que podrían añadirse “Hasta el Último Hombre”, de Mel Gibson, que logró el Oscar por mejor edición (montaje), a cargo de John Gilbert, y el Oscar por mejor mezcla de sonido para el equipo liderado por Kevin O’Connell, nominado en 21 ocasiones y que por primera vez logra la dorada estatuilla. A la que podemos sumar «La Llegada», galardonada por el mejor montaje sonoro, “Fences” y “Nada que perder”, entre algunas otras que completan la premiación de este año.

Un desenlace de película

Concluyo con esta simpática descripción visualmente detallada de la increíble repetición del “síndrome Miss Colombia”, en la entrega del principal Oscar de la noche, el cual fue anunciado por error para “La La Land” y terminó en manos de del director y productor de «Moonlight», Barry Jenkins, por cierto, el primer afroamericano en obtener el Oscar en esta categoría.

Aquí destaca el hecho de que desde el primer momento Warren Beatty –el presentador de la categoría– se percató del error que iba a cometer y no supo cómo solicitar el sobre con la tarjeta correcta, pasándole el dato falso a su compañera, Faye Dunaway. De esta forma, ilustró la percepción de que cuando un hombre tiene un problema eminentemente práctico que no sabe o no puede resolver, recurre a una mujer.

Pero, luego, hubo un momento en que –ya conocido por todos el error y habiendo concluido el posteriormente embarazoso speech de agradecimiento de uno de los productores de “La La Land”– se evidenció que nadie quería asumir la responsabilidad de hacer el anuncio y las disculpas del caso para no ser posteriormente identificado con el error. De hecho, Dunaway ya había desaparecido de la escena. Es en estas condiciones que Jordan Horowitz, el productor de “La La Land”, (justificadamente) molesto y algo impaciente, arrebató la tarjeta correcta de un dubitativo Beatty y leyó su contenido ante la cámara. La escena fue toda una actuación

Finalmente, PricewaterhouseCoopers, la empresa supervisora del evento, asumió la responsabilidad, pidió perdón a los involucrados e informó que los responsables del error ya no se encargarían de esta tarea el próximo año.

Nota.- Una versión reducida de esta reseña fue publicada por la revista Variedades, del diario El Peruano, el 2 de marzo de 2017.


Una respuesta

  1. […] pasado menos de un mes desde la accidentada última entrega de los Premios Oscar. “Moonlight” de Barry Jenkins hizo historia al ganar el premio a la Mejor Película, […]

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