Kong: La Isla Calavera es entretenimiento puro, ni más ni menos. Quienes vayan a verla esperando encontrarse con personajes bien desarrollados o una trama compleja, saldrán muy decepcionados del cine. Incluso saldrán decepcionados si van verla esperando algo parecido a la «King Kong» de 1933, o a la versión de Peter Jackson del 2005. Aquellas cintas contaban una historia sobre «la bella y la bestia», sobre amor y obsesión y un trágico sacrificio. En cambio, «Isla Calavera» está únicamente interesada en la acción, los grandes efectos visuales, y en inesperados homenajes, como el que le hacen a Apocalipsis Ahora, de Francis Ford Coppola.
«Kong: Skull Island» no es más que una película de monstruos de serie B con presupuesto millonario.
Lo cual, siendo honestos, no es algo malo cuando está bien hecho. No tengo problemas en regresar a mi infancia durante un par de horas, a una época en la que disfrutaba de Ultraman, los Power Rangers, o las viejas películas niponas de Godzilla. Ver batallas brutales entre monstruos gigantes tiene cierto encanto, especialmente cuando están rodeados de personajes humanos arquetípicos interpretados por actores con mucho talento —en el reparto de «La Isla Calavera», tenemos a dos ganadores del Óscar y a un nominado. Es ciertamente más de lo que ese guión merece.
«Kong: La Isla Calavera» no es un remake ni un reboot ni una secuela. No cuenta la misma historia que las tres versiones previas de King Kong. Más bien, podría considerarse como una suerte de precuela de la película de Godzilla de Gareth Edwards, una forma de desarrollar el “Monsterverse” de Legendary Pictures: un universo cinematográfico de monstruos, el cual tendrá como primer magno evento, la película de King Kong vs Godzilla, a estrenarse el 2020. Considerando que «La Isla Calavera» no es más que una preparación (como una pequeña entrada antes del plato principal) para dicho combate, no está del todo mal.
La película se desarrolla a comienzos de los años 70 (poco después de que los Estados Unidos se retira de Vietnam), y está protagonizada por un grupo de científicos y soldados que se quedan atrapados en la Isla Calavera luego de que sus helicópteros son destruidos por cierto simio gigante. Entre estos personajes se encuentra Landa (John Goodman), el líder de la expedición, y sus asistentes, Houston (Corey Hawkins) y San (Tian Jing); Preston Packard (Samuel L. Jackson), un veterano de la Guerra de Vietnam; un ex operativo británico llamado James Conrad (Tom Hiddleston); una fotógrafa antibélica llamada Mason Weaver (Brie Larson), y Hank Marlow (John C. Reilly), quien ha estado atrapado en la isla por más de 30 años.
Por más que los actores se esfuerzan, ninguno de los personajes logra cobrar verdadera vida a lo largo de la película. Sí, nos enteramos de la historia previa de algunos, pero los únicos que tienen algo de personalidad son John C. Reilly y John Goodman. El primero es un loco de atar con un pasado trágico y una familia a la cual regresar, mientras que el segundo tiene fuertes razones para estar en la isla. Samuel L. Jackson sobreactúa de lo lindo (esto no es algo malo), Brie Larson parece estar divirtiéndose, Tom Hiddleston prueba que tiene lo necesario para interpretar a héroes de acción, Toby Kebell no tiene mucho que hacer (aunque la pasa mejor que en Los Cuatro Fantásticos) y el joven Thomas Mann (Me and Earl and the Dying Girl) demuestra algo de carisma como uno de los soldados de Packard.
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No obstante, como deben estar imaginándose, la verdadera estrella de la película es Kong. Más gigante que nunca —después de todo, tiene que ser capaz de enfrentarse al buen Godzilla dentro de tres años—, este King Kong es una fuerza de la naturaleza, recio y noble. Sin embargo, dada la naturaleza de la trama, se siente menos como un personaje que en la versión de Peter Jackson, por ejemplo. Acá no hay nada de romance ni tragedia; Kong es una suerte de héroe de acción, que aparece de cuando en cuando para hacernos recordar que es su película, y de nadie más. Las peleas que tiene con lagartos asquerosos, pulpos gigantes y otras criaturas son magníficas.
Me gustó el enfoque del director Jordan Vogt-Roberts. Dirige «La Isla Calavera» como una suerte de historia de supervivencia, mezclada con mensajes antiguerra y pro medio ambiente. El filme es a la vez una suerte de homenaje a Apocalipsis Ahora (comparten el contexto histórico, e incluso presenta algunas tomas muy similares a las más famosas del filme de Ford Coppola), Jurassic Park 3 (¡!) y por supuesto, todas las películas previas de King Kong. Y contra todo pronóstico, estas referencias funcionan. Los personajes toman decisiones estúpidas (si te están persiguiendo monstruos gigantes, no dispares una bengala al cielo, por favor) y la trama es simplista, pero Vogt-Roberts y compañía saben exactamente lo que su público está buscando: batallas entre bestias gigantes, acción, efectos especiales y una introducción a un universo más grande. En ese sentido, no decepcionan.
Kong: La Isla Calavera es una divertida película de monstruos; aquellos que sepan poco sobre la historia original del rey de los simios la pasarán de lo lindo, mientras que los fanáticos puristas probablemente se molesten con todos los cambios hechos al personaje. La dirección de Vogt-Roberts, los efectos especiales y las actuaciones definitivamente son superiores al guión (¿realmente fueron necesarios tres guionistas para escribir esto?), por lo que una obra de arte no es. Sin embargo, me divertí mucho con la película. Si liberan a su niño interior, como lo hice yo, estoy seguro que también la pasarán bien.
Nota: hay una escena después de los créditos. No, no tiene ver con Samuel L. Jackson.
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