Siendo Disney la máquina de hacer dinero que es —después de todo, son dueños de las franquicias cinematográficas más millonarias del mundo, como Marvel, Star Wars, Indiana Jones, y Pixar—, encontró hace unos años una nueva manera de atraer a millones de personas a las salas de cine: producir versiones de acción viva de sus más conocidas y clásicas cintas animadas. Y aunque la razón de ser de estas producciones no podría ser más cínica, hasta el momento la Casa del Ratón no ha hecho un mal trabajo: Maléfica es una correcta historia de redención y fantasía, y La Cenicienta es una excelente adaptación, mágica y romántica, que se vio beneficiada por el talento del director Kenneth Branagh.
Siguiendo con esta tendencia, la versión con actores de carne y hueso de «La Bella y la Bestia» es una película cumplidora. Quizás muy similar a su fuente de inspiración —la primera producción animada en ser nominada al Oscar a Mejor Película—, pero a la vez poblada por personajes mejor desarrollados y con motivaciones más creíbles. «La Bella y la Bestia» es un cuento de hadas entretenido, modificado para nuestros tiempos, pero todavía reconocible como la historia que todos conocemos.
Es más, estoy seguro que los fanáticos de la cinta de 1991, y de Disney en general, la pasarán de lo lindo con esta película. Si bien es un producto de entretenimiento muy bien realizado, visualmente espectacular y bien actuado, no puedo evitar sentir que algo de la magia tan inherente al filme original se ha perdido —una historia como esta, tan inocente, sobre el poder del amor y la belleza interior, funciona mejor en formato animado. El director Bill Condon (Dioses y monstruos, Kinsey) ha hecho lo mejor que pudo con el material. La culpa no es suya.
En todo caso, si uno tiene la intención de recrear esta historia con actores de carne y hueso, algo como la película de Christoph Gans de hace un par de años funciona mejor. Darle un tono más oscuro, pero sin perder la magia natural de la trama, es mejor idea que simplemente copiar lo que el mismo Disney hizo hace 26 años. Este nuevo filme es demasiado parecido al original, hay algunos planos que son exactamente iguales a los anteriores, aunque escenas como la del baile en el gran salón, por ejemplo, lucen mucho más espectaculares en su versión animada. Alejarse un poco de lo anterior hubiese beneficiado a esta nueva cinta.
La película comienza con un flashback. En él, vemos a un guapo pero egoísta príncipe (Dan Stevens) siendo maldecido, junto a todos los trabajadores de su castillo, por una poderosa bruja. Si es que no logra encontrar a su amor verdadero, se quedará convertido en una horrible bestia para siempre, y sus sirvientes terminarán de convertirse en muebles y toda suerte de objetos inanimados.
Ya en el presente de la película, tenemos como protagonista a Belle (Emma Watson), una chica ambiciosa e inteligente que vive en un pequeño pueblo francés con su imaginativo padre, Maurice (Kevin Kline). Todo el mundo la considera como una chica rara y diferente —a excepción del intimidante y violento Gastón (Luke Evans), que sueña casarse con ella. Un día, sin embargo, Maurice desaparece, y cuando Belle va a buscarla, se encuentra en el interior del castillo de la Bestia, en donde conoce a una serie de objetos parlantes: el candelabro Lumiere (Ewan McGregor), el reloj Cogsworth (Ian McKellen), Mrs. Potts (Emma Thompson), una dulce tetera, y su hijo Chip (Nathan Mack). Una vez que la Bestia la descubre, sin embargo, Bella quedará atrapada en el castillo (y su padre escapará), lo cual le dará la esperanza a todos de que Bella y Bestia se enamoren. Pero cuando Gastón se entere de la situación, las cosas se pondrán feas.
El rol de Belle no requiere de mucho talento en pantalla. Emma Watson la interpreta como una chica fuerte, decidida, que ama mucho a su padre y extraña a su madre. El problema está con su voz de canto —en pocas palabras, Watson no canta bien, lo cual resulta en canciones que claramente han sido modificadas en posproducción para darle una “ayudita”. Por su parte, la Bestia que interpreta Dan Stevens tiene mejores habilidades musicales, y logra transmitir tanto la furia y fortaleza externa del personaje, como su ternura y bondad interna.
Por su parte, el acento francés de Ewan McGregor es terrible, pero interpreta a Lumiere con carisma (y canta muy bien; su versión de «Be My Guest» es excelente). Sin embargo, quien tiene mejor voz, y termina robándose la película, es Luke Evans. Su Gastón es una terrible persona, de eso no hay duda; ignorante y salvaje y violento. Pero lo interpreta con tal carisma, y canta tan bien en sus números musicales, que no es difícil mantenerse atento cuando sale en pantalla. Evans es un actor subvalorado que definitivamente merece aparecer en más y mejores producciones. Josh Gad es divertido como LeFou, y el resto del reparto —desde McKellen hasta Thompson— hace bien su trabajo.
Hablando de Gad, más bien, aquellos reportes que manifestaban una suerte de agenda “pro gay” por parte de Disney no podrían haber sido más exagerados. Sí, claramente el personaje de Gad es homosexual, pero es tratado con respeto y humor, básicamente demostrando que ser gay no tiene absolutamente nada de malo, y que es algo normal —de hecho, todo el asunto es tratado de la manera más casual del mundo, por lo que los únicos que le han dado tanta atención y han hecho tanto alboroto, terminaron siendo los espectadores ultra conservadores.
Visualmente, la película sobresale por su magnífico diseño de producción —todo set, desde el castillo de la Bestia, hasta el salón de baile, el cuarto de Belle, y la taberna donde Gastón y LeFou tienen su número musical, luce realmente increíble. No me sorprendería que nominen a «La Bella y la Bestia» a Mejor Diseño de Producción en los próximos Premios Oscar. Los efectos visuales digitales, por otra parte, son variados —la mayoría funcionan, pero en lo personal, hubiese preferido una Bestia con maquillaje y prótesis, en vez de la animación por computadora.
«La Bella y la Bestia» cuenta la clásica historia de manera entretenida y romántica —las nuevas tramas secundarias sirven para desarrollar mejor a personajes como Mauricie (quien tiene un rol más extenso acá que en la animación), Gastón y la misma Belle, y las nuevas canciones, al ser compuestas por el gran Alan Menken, al igual que las originales, no se sienten fuera de lugar. Sin embargo no creo que esta nueva versión logre igualar el estatus de clásico del filme de 1991. Carece del encanto de dicha producción, y al tener una duración de dos horas, se siente demasiado larga por momentos. No obstante, estoy seguro que la mayoría de espectadores saldrán satisfechos de ver «La Bella y la Bestia»; puedo confirmar que Disney sigue con la buena racha.
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