Rescatamos del archivo este artículo sobre un evento especial realizado hace un año, en el marco del BAFICI del 2016.
Desde hace dos ediciones, el Talents Buenos Aires inició una sección especial cuyo fin es fomentar la reflexión sobre el cine independiente de la región. Para esto, cada año se rinde homenaje a la realidad cinematográfica de un país, y esta edición del Talents Buenos Aires estuvo dedicada a la cinematografía peruana, de la que se conoce muy poco fuera de esas fronteras. El cine peruano sigue siendo un cine marginal y en desarrollo, pero que en los últimos años ha empezado a aumentar su nivel de producción y la diversidad de sus propuestas.
En el marco de las actividades del Talents Buenos Aires, se realizó en el auditorio de la Universidad del Cine un conversatorio sobre esta heterodoxia audiovisual en el cine peruano contemporáneo. La mesa estuvo conformada por Juan Daniel F. Molero, director de Videofilia (y otros síndromes virales), ganadora del Tiger Award en el Festival de Rotterdam de 2015; Mónica Delgado, crítica de cine y codirectora del portal Desistfilm, y Carlos Rentería, realizador y programador del Festival Lima Independiente. El moderador del evento fue John Campos Gómez, programador del Festival Transcinema, quien además organizó la mesa y el programa de cine peruano.
Para Juan Daniel F. Molero, este nuevo cine es una realidad y que “el reto ahora no es saber si existe o no existe, sino cómo hacer que no se domestique nuestra actitud porque, después de Reminiscencias (2010) o incluso después de «Videofilia» (2015) voy a un festival, y hay una presión social por que te vuelvas un profesional, para que entres en el sistema, en el modelo de producción y creo que no hace falta. No tienes por qué avergonzarte de no ser profesional o no pertenecer a una profesionalidad del cine. Yendo a los maestros, Stan Brakhage y Maya Deren decían que el único cine que vale la pena es el amateur, porque es el que filma lo que ama. Eso es lo que hay que defender”.
Mónica Delgado es optimista y cree que sí hay puntos en común entre esta emergente y joven producción: “Yo siento que sí existe una sensibilidad entre películas como Microbús (2014), como Wik (2016), como Algo se debe romper (2015), como «Videofilia». Por primera vez en años se siente que hay una sensibilidad de determinados cineastas por reflejar un sentido común generacional. Yo no sé si hubo eso en los años 80. Los cineastas trabajaron de acuerdo a otras motivaciones, sobretodo impulsados por querer imitar a un cine de producción industrial”.
Preguntada por John Campos acerca del papel de la crítica de cine frente a este nuevo cine, Mónica considera que “si existe hasta hoy un problema entre los cineastas peruanos que no he mencionado (me refiero a la generación de Claudia Llosa, cineasta de una generación anterior a la de Alejandro Small o Juan Daniel Molero), me refiero a que tienen todavía una fijación, una necesidad de hacer un cine como de antaño […] Muchos cineastas que están haciendo cine ahora tienen esa resistencia a un estilo de producción distinta. Y eso se refleja también en la crítica. Yo creo que existe una resistencia aún a reconocer que existe un tipo de cine peruano que tiene que analizarse, verse y disfrutarse, de acuerdo a otros parámetros, a otros estímulos.”
Además de lo que podríamos llamar como diversificación expresiva, otra característica de este cine joven en su “desprofesionalización”. John apunta que “algo que caracteriza un poco a la última producción del cine peruano es que ya empiezan a hacerse las películas incluso antes que postulen a un fondo (o ni siquiera les interesa postular a fondos), a comparación de aquí en Argentina, México, Brasil o Chile, donde están absolutamente condicionados al dinero público y no sé si el mismo espíritu se mantiene o si efectivamente tienen espíritu para hacer la película porque se le está poniendo la burocracia por encima. Entonces, en el caso de «Videofilia» o en el caso de «Wik», fueron películas que recibieron recién el apoyo del Estado una vez finalizadas o en un estado bastante avanzado. Ese espíritu de querer sacar la película porque es necesario hacerla en ese momento, se está viendo reflejado tanto en la arrebatada puesta en escena como en las temáticas punks, virales, anarquistas, etc. Como que la clase más marginada se está comenzando a representar a sí misma y no necesita un ente estatal que valide eso. Más bien es absolutamente lo contrario: yo no necesito que el ministro me dé plata para filmar a mis amigos. Hay como una cuestión de urgencia de pensar antes en la película que en quien te dé el permiso para hacerla. Y creo que se va a seguir haciendo.”
Carlos Rentería agrega sobre este mismo punto: “Creo que la mayoría de cineastas que estamos acá la hacemos desde un amateurismo que me parece que es la reacción eficiente a las posiciones estéticas de los que vienen antes. Me parece que también está ocurriendo lo contrario, que es que algunos de nosotros están diciendo “bueno, yo quiero filmar de esta manera, y esta es la manera oficial de filmar” y terminan metidos en un sistema de producción que los limita o los castra. Y a la mayoría de gente la veo persiguiendo querer filmar con la última cámara, alquilar el nuevo chiche y ahí se detienen los proyectos un montón.”
Antes de terminar la conversación, John hizo una última observación: “Algo que es muy interesante también es que estas películas como que tienen el germen de contagiar la producción. Hay mucha gente que conociste como espectadores y al final se te acercan seis meses después y te dicen: “oye, ya tengo una película, en primer corte”. Provoca esta idea de “ah, mira, yo también puedo hacer una película. No tengo un mango y sí se puede”.
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