¿De dónde llega el racismo? Es la pregunta que desea dejar en claro el director Jordan Peele desde el principio de su película. Sucede pues que el racismo no siempre es activo, sino que también es pasivo, y este caso se observa para el momento en que el joven Chris (Daniel Kaluuya) hace uso de su clarividencia al suponer cuáles serán los resultados de su visita improvista a una casa de blancos.
Al muchacho afroamericano siempre lo veremos a la defensiva, pero no una defensiva hostil. El protagonista de esta historia parece formar parte de esa comunidad negra que consiente el racismo a modo de subyugación. Es decir; sabe que las cosas son así y que siempre tendrá las de perder. La obediencia y el perfil bajo son sus escudos. Chris es uno de los tantos estadounidenses que convive con el miedo, que se siente un forastero dentro de su propio hogar, ese enorme barrio llamado Estados Unidos, en donde tiene que caminar sobre puntillas, ser invisible, y que cada que un blanco esté a su costado, debe fingir que todo está en orden, cuando no lo está.
Get Out (2017) no necesita de monstruos o hechizos para sembrarle el pánico a su protagonista/espectador, pues este ya convive con ese agente social patógeno. El racismo es el fantasma de la película, y es a partir de este que la tensión y el terror germinan. Peele, sin embargo, decide apostar también por el género. Sigue las puestas en escena y patrones que intensifican y confirman que algo está sucediendo en la casa de los padres de Rose (Allison Williams), novia de Chris. Una casa retirada en medio del campo, un recibimiento afectuoso y comportamientos muy complacientes por parte de los anfitriones. Es mucha calma y ofrenda para un personaje que ya había tenido mucho de camino a la casa de sus suegros, en donde, por cierto, se le reprimió su derecho a fumar, único antídoto de un trauma de su infancia. La ansiedad está a tope. Salvo la presencia de su novia, no hay consuelo para Chris, quien ni siquiera con la aparición de dos “hermanos” –representados por la servidumbre– ve aliviada su histeria, y que más bien alimente las regresiones históricas de su nación y su raza.
Diversos mitos del cine de terror fluyen en la película de Peele. Familias retiradas que aluden a la de Masacre en Texas (1974) –no necesariamente rednecks–, la zombificación en La invasión de los usurpadores de cuerpos (1956) o las logias clandestinas de El hombre de mimbre (1973). En referencia a estos, el terror en esta ópera prima deviene de lo atmosférico, y en paralelo comienza a responder a la paranoia. Chris va reconociendo el peligro a partir de su contexto y las posturas de los otros, a propósito de la apariencia desaliñada del hermano de rasgos caucásicos o la sombría personalidad de los criados, también afroamericanos.
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Todo esto comienza a ser menos efectivo para cuando la verdad sale a la vista. Entonces el director asume mismos pecados de un cineasta de terror promedio reciente al interesarse en componer las cosas y desatar un río de sangre a su paso. «Get Out» comienza a decrecer a consecuencia de la argumentación, caso el ejercicio detectivesco del que se apropia un personaje secundario. La trama entonces va asumiendo giros insólitos, siendo uno de los más curiosos su referencia a ¿Quieres ser John Malkovich? (1999).
Respecto a esa película, «Get Out» sugiere esa fantasía por ser el otro, un nuevo tipo de racismo que se basa en los estereotipos y acontecimientos de la coyuntura reciente. De Tiger Woods a Obama, o el reconocimiento a una raza a partir de sus bondades, que no es más que un racismo enmascarado que se esfuerza por encontrar razones para no marginar. Es también una mea culpa a nombre de los ancestros; otro gesto muy moda, diría uno de los invitados de la fiesta de blancos que acontece en la historia. El filme de Jordan Peele es interesante dada la provocación que ejerce en una realidad en que las políticas no han encontrado la forma de ocultar lo innegable. Es el género de terror encontrando la forma de descubrir cómo a veces la humanidad se comporta contra voluntad, a causa de un comportamiento que ha trascendido y calado en los imaginarios. Tal vez hasta la misma película no se ha percatado que el típico estereotipo de afroamericano comediante sobraba en su discurso.
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