En el oscuro ambiente de un salón de juegos, Rosa Chumbe coloca monedas, aprieta botones y espera que la fortuna esté de su lado. Sus ojos ven fijamente la pantalla pero las figuras no coinciden. Nadie la ve, ni el señor sentado al otro lado del pasillo, que bota el humo sin sacarse el cigarrillo de la boca, ni la dama que murmura también su mala suerte. De pronto, un sonido anuncia que alguien ganó algo. Se escucha como decenas de monedas caen sobre la bandeja de una máquina. Los curiosos se asoman para saber quién dio el golpe. Rosa no tiene tiempo para desconfiar y recoge rápidamente su plata. Sonríe, se le ve feliz y ambiciosa. Lo malo, es que ella sabe que ese alegre momento durará muy poco.
Así presenta el director Jonatan Relayze Chiang a la protagonista de su primer largometraje, como una mujer con vicios de los cuales no se avergüenza, y cargada de defectos por los que no pide disculpas. Rosa Chumbe (una notable Liliana Trujillo) se autodestruye cada día con el alcohol y con su comportamiento errante. Ella lleva una relación conflictiva con su única hija (Cindy Díaz) y en la comisaría donde trabaja, todos la conocen por su ineficiencia. Definitivamente, Rosa, la madre soltera / la agente de la policía, no quiere estar bien y la ciudad de Lima la ayuda con eso.
La Lima nocturna que muestra Relayze en muchos pasajes de su película, es amarga, conchuda, cruel y por eso, muy real. La capital donde el carterista puede robar sin importarle que comparta el paradero con una mujer policía. Una urbe tan desconfiada que tiene rejas hasta en las bodegas donde Rosa compra su ron barato. La ciudad donde los buses llevan gente cansada del tráfico que ellos mismos generan. No caben dudas, que la Lima de “Rosa Chumbe” es otro personaje, con mucho más vida y color.
Pero no todo es miseria en esta historia. Sin ánimo de sonar machista, creo que los pequeños destellos de luz, los traen algunos personajes masculinos: el pequeño nieto (Franco Díaz) que le permite a Rosa reencontrarse con su lado maternal más cariñoso que ella ya había dado por perdido. Mientras que el humorista de televisión que cuenta chistes pícaros (Alejandro Romero Cáceres, “El Gordo Casaretto” en su salsa) relaja la tensión en el ambiente y en los espectadores.
“A veces sólo necesitas un milagro”, es la frase que se puede leer con letras moradas en el afiche promocional de la película. Y pienso en eso ahora mientras escribo sobre “Rosa Chumbe”, pero también pienso en la búsqueda de redención de Rosa, en esa Lima que todavía cree en algo y en la Procesión del Señor de los Milagros como en el marco perfecto para lograr eso.
Normalmente nos quejamos que el cine peruano ofrece historias edulcoradas de nuestros problemas nacionales (una especie de “Marca Perú” de las imágenes correctas que nos obligaran a identificarnos, como escuché por ahí). Hay que observar “Rosa Chumbe” como lo que creo que es, un notable acercamiento a ese “Perú del que no se quiere hablar o mostrar”, el del país muchas veces egoísta que engendra peruanas y peruanos humildes a quienes no reconocemos como compatriotas y cuyos problemas nos importan poco.
Si hay algo a qué tenerle fe (en el cine nacional), entonces que sean a los próximos proyectos de Jonatan Relayze.
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