Asu Mare! no estuvo solo en aquel impresionante 2013 donde Tondero inició el ciclo de blockbusters peruanos exitosos. Al lado de sus 3,037,677 espectadores estaban los nada despreciables 747,000 que «Cementerio General» logró atraer, una cifra igual de colosal (era tan solo 100 mil espectadores menos que el total de asistentes a cintas peruanas de los tres años previos).
Luego de aquella exitosa incursión, se estrenaron 4 películas de terror por año, motivados por el hecho de ser uno de los géneros más consumidos en Perú y el éxito que «Cementerio General» tuvo. Durante el año 2014, la apuesta pareció rendir frutos, pero luego el género presentó una fatiga que solo se visibilizaba a nivel de crítica (con cada vez más críticas negativas), pero no se analizó a nivel de cifras, donde se mostraba un serio decrecimiento en la asistencia y la migración del público hacia otro tipo de películas.
Terror, el género desaparecido y el auge del drama
Cuando se tiene un monolito inamovible como la comedia en los cuadros, observar una variación en los gustos del público hacia otros géneros resulta no solo refrescante, sino valioso para poder entender mejor nuestro mercado y las fluctuaciones que pueden presentarse en los gustos de los espectadores. En el caso puntual del 2016 se vio un decrecimiento anunciado desde hace ya buen tiempo: el descenso drástico del interés del público en las cintas de terror peruanas.
Para el año 2014, el terror era el género hermano de la comedia en lo que respectaba a rentabilidad taquillera, con poco más de 1 millón de espectadores y cuatro estrenos en el año. Luego de que «Cementerio General» fuera la acompañante de «¡Asu Mare!» el año en el que inició la bonanza de estrenos y asistentes, el terror se erigió como un género con cifras lo suficientemente sólidas como para retener el interés del público a lo largo del tiempo. Un año después, sin embargo, esa imagen comenzó desdibujarse.
Para el año 2015, los cuatro estrenos de terror peruano atrajeron a 588 mil 992 espectadores (casi 500 mil menos que el año previo) y la sensación de críticos y público en general era la de un evidente desapego hacia el género. Para el año 2016, esa sensación se ha convertido en una realidad inescapable, ya que el terror, contando con la misma cantidad de estrenos que en años previos, ni siquiera logró atraer a un tercio del público que logró amasar en su año más fructífero.
“Hay una sensación de profecía autocumplida en este escenario, ya que el desapego del público hacia las cintas de terror locales era un tema ampliamente comentado”.
¿Cuál puede ser la consecuencia inmediata de esto? La primera sería el alejamiento del financiamiento privado de las cintas de terror, ya que una curva descendente de espectadores las mostraría como una inversión no rentable. Si la inversión privada disminuye al mismo ritmo que la asistencia, las posibilidades de obtener ganancias produciendo una cinta de terror se vuelven cada vez más escasas, por lo que se producirán cada vez menos películas hasta que la mano invisible del mercado se encargue de sacar al género del radar.
Hay una sensación de profecía autocumplida en este escenario, ya que el desapego del público hacia las cintas de terror locales era un tema ampliamente comentado. La singularidad era que este desapego era tan públicamente comentado como aquello que lo estaba causando: la baja calidad de las películas.
Durante dos años las cintas de este género recibieron críticas mixtas o netamente negativas, pero parece que los cineastas no hicieron caso a los comentarios y opiniones del público y la crítica. Hoy vemos el resultado de esa omisión (hasta junio de 2017 no se ha estrenado ni una sola película de terror. Para el 24 de agosto se anuncia el estreno de «Aventura sangrienta», filme de terror hecho en Puno).
Sin embargo, el descenso de un género implica el ascenso de otro en la escala de gustos cinematográficos. En el caso puntual del 2016, el género revelación fue el drama, el cual logró un 26,9% de presencia en el mercado gracias a sus 7 estrenos y un total de 675,563 asistentes, la cifra más alta que haya amasado desde el aumento de estrenos y público en el 2013.
Puede que, luego de ver el cuadro de asistencia, se generen dudas sobre por qué las cifras del drama hablarían de un año particularmente exitoso para este género, por lo que es necesario ponerlas en contexto.
El drama ha sido un género que, con muy bajo perfil, siempre ha tenido una buena presencia en el mercado, con un promedio de siete películas por año desde el 2013, pero nunca ha presentado un pico tan alto de espectadores como en 2016.
Es precisamente este pico el que nos permite hablar de un año exitoso para el género. Si bien se encuentra muy lejos de las cifras de la comedia, la asistencia de este año ha constituido un indicador que determina un crecimiento estable y con buenas proyecciones a futuro.
Tomando en consideración el drástico descenso de estrenos de películas de terror, el decrecimiento sostenido de su taquilla y las cifras ya expuestas de las cintas de drama ¿podríamos decir que estas se han convertido en el segundo género más consumido por los peruanos de aquí al futuro inmediato?
Si bien habrá que esperar al cierre del 2017 para confirmar esta tendencia, es muy improbable que el terror logre si quiera igualar las cifras del 2016 ya que tiene tan solo dos estrenos programados (A la mencionada «Aventura sangrienta» se le suma «Nasca Yuukai», que se estrena el 31 de agosto). Esto hará que, aún en un año de baja asistencia general a las películas locales, el drama ratifique su posición como el segundo género más consumido del cine peruano.
Mientras tanto, el terror parece condenado a desaparecer del radar, pero no sin antes dejar una advertencia para todos aquellos géneros que se creen invulnerables a la fatiga del público. Será el primer caído de este llamado boom y el símbolo de la consecuencia de hacer caso omiso a las demandas de los consumidores y opiniones de los críticos.
Artículo publicado originalmente en el blog La Caja de Skinner.
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