«Wiñaypacha» (Eternidad), la ópera prima en el largometraje del cineasta puneño Oscar Catacora, se estrenará en el próximo Festival de Lima, en la sección «Hecho en el Perú», iniciando de esta manera su recorrido.
Esta película recibió el premio del Ministerio de Cultura en el concurso de proyectos de largometraje regional del 2013. Se trata de una historia singular, con sólo dos protagonistas. Phaxsi y Willka, una pareja de ancianos, viven sus días en compañía de sus animales y rindiendo tributo a sus dioses, esperando que su hijo llegue a rescatarlos de su soledad y enfrentando los retos de vivir en las alturas de Puno a más de cinco mil metros de altura.
Una característica a destacar es que se trata de una película totalmente hablada en aymara, lo que marca un hito especial para nuestro cine.
A finales del año pasado entrevistamos al director de «Wiñaypacha», Oscar Quispe Catacora, cineasta autodidacta de 30 años, de origen aymara (quien prefiere firmar sus películas como Oscar Catacora), junto al productor de la película, Tito Catacora, también cineasta (y tío del director). Ellos nos cuentan en la siguiente conversación la génesis del proyecto, los detalles del rodaje y sus influencias, destacando sobre todo la cusqueña «Kukuli», así como los trabajos de los maestros japoneses Ozu y Kurosawa, nada menos:
Laslo Rojas: Oscar, buscando información sobre ti, leí una convocatoria para un proyecto tuyo que se llamaba “Revolución: El último Inca”, del 2013.
Oscar Catacora: Sí, ese es un pendiente que tengo, me da cierta nostalgia hablar de ese proyecto. Siempre quise que “Revolución: el último Inca” fuera mi ópera prima, porque era un guion que había escrito con tanto apasionamiento, había revisado libros enteros, lo había escrito prácticamente después de El sendero del Chulo [mediometraje realizado por el director en el 2007]. Siempre tenía ansias de hacer ese proyecto. En el 2013 lanzamos esa convocatoria, hicimos el casting y ya había juntado un monto de dinero muy pequeño, estaba decidido a rodar. Justo ahí aparece el concurso del Ministerio de Cultura y tomo una decisión. Cada vez que venía a Lima escuchaba alguna motivación por parte de Jaime Luna, del mismo Emilio Bustamante y de muchos otros que me decían: “Tienes buenas ideas ¿Por qué no te presentas al concurso del Ministerio de Cultura?”. Entonces aparece este concurso y ya pues, decidimos con Tito [el productor de sus películas], conversamos y escribimos «Wiñaypacha», la historia de dos ancianos. Y sucede que gana el concurso, casi sin pensarlo.
Me presenté al concurso del Ministerio de Cultura diciendo que «Wiñaypacha» iba a ser mi ópera prima. ¿Qué iba a hacer? No iba a mentir. Así que esa fue la razón por la que tuve que desistir del proyecto de «Revolución». Tengo ese pendiente que en algún momento tengo que hacer, yo creo que «Revolución» tiene que realizarse.
«Creo que el cine más contemplativo es el que me inspiró a hacer la película. Más que todo el cine asiático, “Buenos días” de Yasujiro Ozu, por ejemplo».
Laslo: Entonces, ¿cómo nace la historia que vemos en «Wiñaypacha»? Este relato minimalista digamos, de dos personas mayores enfrentan las duras condiciones en que viven.
Oscar: Surge a partir de una historia personal, porque yo viví con mis abuelos cuando tenía 5 a 6 años, antes de empezar el colegio. Yo vivía en una zona muy alejada, prácticamente así como se muestra en la película, en las alturas. Eso me daba una premisa básica para poder escribir la historia. Luego empiezo a adicionar influencias de algunas películas que había visto. Más que todo el cine asiático, «Buenos días» de Yasujiro Ozu, por ejemplo. Y también otros filmes de Kurosawa. Creo que el cine más contemplativo es el que me inspiró a hacer la película. Contemplativo para poder apreciar la naturaleza, la vida del hombre en el Ande.
Luis Ramos: Comparando «Wiñaypacha» con otras cosas que has hecho antes, específicamente con «El sendero del Chulo». Hay una diferencia, ¿no?
Oscar: Yo diría que es la madurez. Cuando realicé «El sendero del Chulo», tenía 18 años. Fue la explosión de un joven entusiasta que quiere hacer el cine que le apasiona. «Wiñaypacha» es una reflexión mía como persona, alguien que empieza a apreciar de otra manera la vida, su entorno y también su cultura, de dónde viene. Empiezo a reconocer de dónde soy. Está bien hacer una película de acción y disparos y todo eso, pero «Wiñaypacha» soy yo como humano, como persona, como ser sensible que soy. Esta película está conectada a la cultura de donde provengo.
Laslo: En otro momento mencionaste también la influencia del cine asiático más comercial, un cine violento, de acción.
Oscar: Yo creo que «Wiñaypacha» sigue siendo una película violenta, sigue tratando una violencia pero digamos, omnipresente, de la naturaleza. Que sin darte cuenta esta presente ahí, y quizás sigue siendo igual de dura que la que vemos en «El sendero del Chulo». Quizás la violencia no es física pero es psicológica, emocional.
Luis: En «Wiñaypacha» hay un gran protagonista que es el entorno, una naturaleza dura; pero también hay mucho de rito, de religiosidad en la vida de estos dos ancianos, Willka y Phaxsi.
Oscar: El hombre del Ande vive constantemente conectado a la naturaleza, eso se ve en la película. Y como todo ser humano, necesita de seres divinos para poder sentirse seguro. Ahí están los Apus, los cerros, los sitios sagrados. Y en el entorno donde yo he vivido, se desarrollan ese tipo de actividades rituales que practican los pobladores del Ande. Por ejemplo, la película empieza con la veneración a los ganados. Es un momento de reconocer y de festejar a los animales. Me gusta que el hombre del Ande se de un espacio y un día especial para poder valorar a los animales.
Otro momento de la película es cuando van al cerro a compartir, ya no con los ganados, sino con los seres que lo protegen, con quienes vive, con los Apus, incluso con el tiempo porque le dicen «gracias por todo este tiempo que ha pasado, este año». Tanto en «Wiñaypacha» como en «El sendero del chulo» existe ese aspecto de la religiosidad. Creo que soy demasiado religioso, demasiado creyente, tanto en la religión cristiana y también en los Apus.
Luis: Siento que esta es una película de extremos: los protagonistas viven en una extrema soledad, un extremo rigor físico. ¿Fue tu intención plantear ahí alguna especie de analogía de la humanidad misma?
Oscar: Sí, como tú dices, es una analogía de la vida en la que nada es seguro, porque estamos expuestos ante el peligro y en cualquier momento puede sucedernos algo. Eso es lo que queríamos hacer en la película. Hoy puedes estar feliz, pero de repente esa felicidad, esa tranquilidad se vuelve caótica, y ahí es cuando realmente la vida te pone a prueba. Cuánto estés dispuesto a resistir y cuánto estés dispuesto a luchar para poder seguir adelante. Y lo único que queda ahí es la esperanza de que alguien te venga a rescatar.
«A mí me encantaría que el espectador o el crítico dijera «¿esto es ficción o documental?». Ese es nuestro objetivo, queríamos que todo se muestre lo más real posible».
Luis: Otra cosa que uno podría interpretar es que hay cierto tono de denuncia, por la realidad que atraviesan Willka y Phaxsi. ¿Estuviste consciente de esa vertiente en la historia?
Oscar: Definitivamente. Existe un problema en el campo, es la migración del campo a la ciudad, la gran mayoría de los jóvenes van a la ciudad, se quedan allá, ya no regresan. Y sus padres, sus abuelos, quedan en el abandono. El problema surge pues los padres en el campo quieren que sus hijos sean mejores que ellos. Para ello, ¿qué tienen que hacer? Mandarlos a la ciudad, al pueblo. En «Wiñaypacha» queremos poner en denuncia eso. Y exigir que el Estado promueva políticas en bien de estas personas que viven abandonadas. Con Tito, antes de rodar la película, viajamos por todos estos lugares y encontramos varios casos similares a ellos, incluso casos en peores condiciones. Y decíamos «la realidad supera a la ficción».
Luis: Ahora que tratas el tema de la ficción y la realidad hay una cosa interesante. Cuando ves «Wiñaypacha» a veces uno tiene la sensación de que estás mirando un documental.
Oscar: A mí me encantaría que el espectador o el crítico dijera «¿esto es ficción o documental?». Ese es nuestro objetivo, queríamos que todo se muestre lo más real posible. Los diálogos, la forma cómo hablan los personajes, sus miradas. Y para esto necesitábamos actores especiales. Por otra parte, lo que queríamos era que esté hablada en la misma lengua. Tito se esforzó bastante en poder hacer la traducción al aymara, pero no castellanizado. Porque ahora en Puno se habla un aymara castellanizado.
Laslo: ¿Cómo fue el trabajo previo con estos dos actores?
Oscar: Empezamos mucho antes la dirección de actores. Hicimos ensayos durante 6 meses. Para empezar, ninguno de los abuelos conocía una cámara, ni siquiera tenían idea de qué es el cine. Para ellos, gente del campo, no existe esa idea de “vas a actuar”. No entienden ese concepto. Entonces lo que hacía es decirles, vamos a jugar, pero de mentiras.
Este proceso fue más que ir directamente a la película, fue hacer ensayos constantes, pero hacerles notar siempre que lo que están haciendo no es real, para que no se hagan daño. Porque hay la creencia de que hacer algo es como “vaticinarse a uno mismo”, como darse mala suerte. Teníamos que luchar contra esas creencias.
«Pensamos que podríamos trabajar con un equipo técnico de Lima, pero esto finalmente no se dio, pues vimos que necesitábamos trabajar con gente que supiera hablar aymara».
Laslo: Tito, ¿cómo formaron el equipo de rodaje?
Tito Catacora: Ahí ha sido útil nuestra experiencia, habiendo trabajado junto con Oscar en varias producciones. En este caso, contando con el premio de DAFO pensamos que podríamos trabajar con un equipo técnico de Lima, pero esto finalmente no se dio, pues vimos que necesitábamos trabajar con gente que supiera hablar aymara. En la dirección de arte, necesitábamos alguien que sea de la zona, que sepa utilizar materiales propios del lugar, y así fue en todas las áreas de producción. Entonces nuestro trabajo fue primero captar al personal y luego capacitarlos.
Luis Ramos: ¿Y quiénes son estas personas?
Tito Catacora: En arte está Hilaria Catacora, con la que ya hemos trabajado antes, en escenografía Clemente Quispe, en Sonido está Fredy Riva, Efrain Ccallomamani en la asistencia de actores, Eleazar Alexander en la asistencia de dirección, en fotografía Dulio Palomino, Felipe Carbajal en las luces, y Feliz Cruz como traductor e intérprete.
Oscar: Mi madre, Hilaria Catacora, que trabajó anteriormente como productora de rodaje, en «Wiñaypacha» se encargó de temas como el vestuario, ahí ni sabíamos qué lo que ella hacía correspondía a la dirección de arte. Aquí lo que sí quisiera dejar en claro es que desde siempre nos dijimos: una cosa es la familia y otra cosa es el trabajo, y esto lo hemos aplicado a todos, incluyendo a mi madre. Y yo creo que así hizo su trabajo con más entusiasmo y con más ganas, sabiendo que era un proyecto mío, de su hijo. Ella consiguió todos los materiales originales, por ejemplo los mantos hechos a base de cabello humano, eso ya no existe actualmente. Pero ella lo consiguió, no sé de dónde. Entonces, si en la película el arte destaca, es un logro de ella.
Luis: Durante el rodaje, ¿se quedaban todas las noches en la zona?
Tito: Regresábamos a la comunidad, al centro poblado Pacaje, que es donde nos habíamos instalado. De ahí todavía estaba distante la ciudad de Macusani, que es la capital de la provincia de Carabaya. De Pacaje todas las mañanas salíamos a la locación que estaba ubicada en el nevado Allincapac.
Luis: ¿La casa de los ancianos fue construida por ustedes?
Tito: En realidad era una cabaña que seguramente fue construida hace mucho tiempo, pero nosotros tuvimos que acondicionarla.
«La anciana que hace de Phaxsi se llama Rosa Nina, tenía 80 años, y Willka es interpretado por Vicente Catacora, que en realidad es mi abuelo».
Luis: ¿Con cuál de los ancianos fue más fácil el trabajo?
Oscar: Con ambos fue fácil y difícil a la vez. Porque hay momentos en que ambos se prestan para escucharte y de verdad hacen lo que tú quieres que hagan. Pero también hay momentos en que no están dispuestos a escucharte nada. Ahí es cuando entraba a tallar el traductor.
La anciana que hace de Phaxsi se llama Rosa Nina, tenía 80 años, y Willka es interpretado por Vicente Catacora, que en realidad es mi abuelo. Como no podíamos encontrar a otro actor y ya el tiempo nos vencía, tuve que convencerlo de actuar. La primera vez que le pedimos posar junto a Rosa, fue algo hasta mágico, los vimos y todo el mundo dijo: ¡sí, tienen que ser ellos!
Luis: Cuéntanos un poco sobre la parte técnica del proyecto, sobre el equipo de registro.
Oscar: La cámara era una Red Scarlet, con lentes de cine. Para el día usamos un lente de 18-85, para tener una buena apertura pero también para comprimir un poco, como en los óleos, como en las fotografías de Martín Chambi. Para las escenas nocturnas se usó el lente Carl Zeiss 5.1, porque la película tiene la propuesta de ser filmada 100% con luz natural. En la noche usamos el fuego, con gas, carburo. El jefe de iluminación era muy habilidoso, armaba algunas lámparas más abiertas, otras cerradas. Por otro lado, excepto en dos escenas, toda la película se ha grabado sin sol, sin sombras. Y se hizo así porque queríamos tener una atmósfera nostálgica, de desolación y tristeza.
Otro detalle, toda la película se ha filmado en planos fijos, no hay ninguna escena con movimiento de cámaras.
Y algo más que me gustaría recalcar: la gran mayoría de los planos los grabamos a 30 centímetros del piso, para tener una perspectiva casi de contrapicado, como lo que vemos en las películas de Ozu.
Sobre el sonido, Fredy Riva nos acompañaba desde otros proyectos, y me sirvió bastante tenerlo porque él también habla aymara. En varias escenas me pasó que yo estaba muy concentrado en las expresiones, en que los actores lleguen a sus marcas, y en un momento me distraía del diálogo, y ahí él me ayudaba bastante. Me decía, aquí se han olvidado de este término, o de esta palabra.
Luis: Cuéntanos cómo les fue en el proceso de posproducción.
Oscar: Cuando estábamos en Puno, terminado el rodaje, hicimos una evaluación y era necesario que la película venga a Lima. Porque en Puno no tenemos la tecnología, no tenemos técnicos que pudieran hacerse cargo de este proyecto. Nosotros trajimos a Lima una propuesta de lo que yo quería, una especie de primer corte. El problema fue que ese primer corte nos salió como 2 horas y media, porque la película era demasiado contemplativa.
Siempre quise trabajar con una editora, con una persona que pudiera dar una versión femenina a las cosas. Pensaba que me gustaría tener a alguien que le diese una mirada femenina y sensible a la película. Entonces llegué a Lima y ahí conocí a Irene Cajías. Cuando llegué a Guarango, les dije: «necesito una editora mujer, que también tenga capacidad de contemplar la naturaleza», y me dijeron que Irene había estudiado en Cuba, que le gustaba trabajar en documentales y que también había sido asistente de Roberto Benavides. Eso me gustó bastante.
«Siempre quise trabajar con una editora. Pensaba que me gustaría tener a alguien que le diese una mirada femenina y sensible a la película. Entonces llegué a Lima y ahí conocí a Irene Cajías».
Luis: ¿Cuántas semanas trabajaste la edición con Irene?
Oscar: Tres semanas. Yo creo que nos hubiera tomado más tiempo si la película tuviera más cortes. Lo que aceleró la edición es el hecho que los planos eran largos y que la película solo tenga 95 planos. Al editar con Irene comentábamos esto y ella me decía: «¿No tienes otras opciones de planos?». Yo había rodado con una sola opción, una sola toma, un solo ángulo y una sola propuesta. Después de esta experiencia, sugeriría que muchos hicieran eso, que solo tuvieran una opción, porque eso te ayuda a que seas más cuidadoso y seguro de ti mismo.
Luis: Y luego tienes la posproducción de sonido.
Oscar Catacora: Si, con Rosa María Oliart trabajamos el diseño de sonido. Queríamos que sea una película lo más natural posible, para que el espectador observara y oyera él mismo, sin tener que intervenir con alguna música, o con algún efecto sonoro.
Laslo: Hablando de esos espectadores, ¿a qué público piensas que tu película estaría dirigida?
Oscar: En primer lugar, «Wiñaypacha» una película cultural. Me da la oportunidad también de dar a conocer el lugar donde yo vivo, el entorno en las regiones del Perú donde existe el problema de abandono que mostramos en la película. Yo creo que al público altoandino sí les va a gustar porque muchos se van a identificar con el estilo de vida que se ve en la película. Pero también está dirigida para un público cinéfilo, para los festivales, los críticos. Me siento en un proceso de aprendizaje, quiero seguir haciendo mas películas, y necesito la opinión de ellos, el comentario de los más entendidos en el cine.
Luis: Hablemos de tu historia personal, de tus hitos. El primero es cuando haces el corto «Osquitar’s Way» a los 17 años. ¿Cómo recuerdas ese momento?
Oscar: Como un sueño, uno que poco a poco va viendo la luz. Creo que lo resumiría así.
Luis: Luego, «El sendero del Chulo» fue tu presentación en sociedad, y con la que de alguna manera te hiciste un nombre, ¿no?
Oscar: Yo creo que ese momento, cuando «El sendero del Chulo» se estrena en algunas salas, yo diría que surge ahí una esperanza para mí, es el momento en el que digo «creo que hay futuro para mí». Hasta ahora aun no tengo palabras para describir esa emoción de decir: «he hecho una película, pero ¿por qué muchos se sorprenden?». Todo el mundo me decía «que bien, es la primera vez que he visto ese tipo de películas» o «me gustó el final», «me gusta la textura», «esa película me hace recordar a unas películas chinas». Me hablaban tanto de algunas películas que yo ni siquiera conocía. Recuerdo que uno de mis amigos me decía «qué bacán el look de tu película. Da escalofríos». La película tenía la imagen sobreexpuesta. Dentro de mí decía: «No es que sea un look, sino que la cámara estaba malograda» (risas). Esa película la hice con una cámara malograda, no podía controlar la luminosidad en exteriores.
Le tengo bastante aprecio a «El sendero del Chulo». Esa película me ayudó a proyectarme a este momento en el que estoy ahora. Si tuviera que escoger dos puntos en mi vida, escogería este momento, «Wiñaypacha», y «El sendero del Chulo». «Wiñaypacha» es una respuesta a «El sendero del Chulo».
Luis: Y el otro hito de tu vida es algo que probablemente pocos directores de cine compartan: dos años de servicio militar obligatorio en Challapalca. ¿Cómo fue esa experiencia?
Oscar: Cuando estrené «El sendero del Chulo», me sentí en un momento ofuscado. Necesitaba respirar. Y esa fue la razón para irme. Me retiré con la idea de reflexionar sobre lo que estaba haciendo. Y me vino bien ir al cuartel, porque aprendí muchas cosas allá. Ser más disciplinado en cuanto a la exigencia del trabajo. Hoy puedo decir que gracias al cuartel soy un poco más exigente, mas detallista en algunas cosas. Yo creo que ahí también empieza mi próximo proyecto, que es «Revolución», ahí es cuando empiezo a entrar en una sociedad más militar, quería hacer una película bélica. En el cuartel escuchas muchas historias, la experiencia de cada compañero que han vivido enfrentamientos en diversos conflictos que ha habido en el Perú.
«Cuando vi “Kukuli”, ese fue otro punto de referencia. Puedo decir que «Kukuli» me ha dado parte del proceso de creación de «Wiñaypacha».
Laslo: Has mencionado anteriormente a Ozu, a Kurosawa. ¿Cómo consumías esas películas? ¿Cómo así las veías?
Oscar: Creo que tuve suerte que la primera película que vi fue en una pantalla grande. Era la película de Akira Kurosawa, «Los siete samuráis», en un cineclub en Puno. Diría que Kurosawa es uno de mis primeros maestros porque empiezo a entender muchas cosas cuando veo esa película. Por qué encuadrar de tal forma, el por qué de los planos, etc. Siempre la veo de nuevo antes de empezar cualquier proyecto. Y después empiezo a ver muchas cosas más. Recuerdo que en aquellos años los fines de semana pasaban los especiales de Kurosawa, de Ozu, de cine chino, en TV Perú. Me empecé a pegar a cine. Me gustaba, y creo que esa es mi influencia. También cuando vi «Kukuli», ese fue otro punto de referencia.
Laslo: ¿Dónde la viste, en un cineclub?
Oscar: No, me la compré, la vi y me encantó. Yo pondría como referencia a «Kukuli». Ahí está la propuesta fotográfica, la propuesta de arte. Puedo decir que «Kukuli» me ha dado parte del proceso de creación de «Wiñaypacha».
Laslo: Hace unos años decías en una entrevista que todavía no te considerabas un cineasta, que para serlo debías tener una carrera. ¿Te consideras un cineasta ahora?
Oscar: Yo creo que el tiempo va a decir eso. Pienso que uno comete un error al autodenominarse. Creo que es un proceso, por el momento no lo sé, yo creo que «Wiñaypacha» hablará por mí, o quizás si no es «Wiñaypacha», otros proyectos lo harán.
Entrevista realizada por Luis Ramos y Laslo Rojas el 13 de septiembre de 2016, en Lince.
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«Lo que sí estoy seguro es que esta película va a quedar como un registro histórico y que va a ser un aporte a mi cultura, a la cultura aymara e incluso a la cultura andina, de eso estoy seguro».
[Actualización] Luego de una proyección de prueba de «Wiñaypacha», realizada el 15 de diciembre de 2016, recogimos las últimas reacciones del director:
Luis: ¿Qué sientes ahora que ya has visto la película finalizada?
Oscar: Estoy un poco preocupado, porque en realidad ahora acabamos una primera etapa, pero todo no termina acá, falta ver el proceso de la exhibición. Estoy en eso, preocupado pero a la vez feliz, contento por cómo va saliendo la película.
Luis: ¿Sientes que responde a tus expectativas? ¿Es cómo la habías pensado?
Oscar: Yo creo que siempre te sorprendes con cada detalle, estoy en realidad un poco sorprendido pero contento por todo lo que estoy viendo. Estoy conforme con lo que ha resultado, porque era lo que había planeado, pero igual te da cierta sorpresa cada vez que lo vuelves a ver.
Luis: ¿Y qué viene ahora?
Oscar: Todavía no sabría decir, imagino que la película tendrá un público quizás reducido, pero con el tiempo creo que muchas personas la van a ver como un registro histórico. Porque la película no solamente es imagen y sonido, sino que detrás hay una historia, una cultura, está su cosmovisión, su idioma, su forma de percibir la realidad. Hay muchas cosas por descubrir que quizás yo mismo no estoy viendo ni sintiendo, quizás un antropólogo pueda ver en esas imágenes otras cosas que yo no puedo ver todavía. Lo que sí estoy seguro es que esta película va a quedar como un registro histórico y que va a ser un aporte a mi cultura, a la cultura aymara e incluso a la cultura andina, de eso estoy seguro.
Full disclosure: Luis Ramos forma parte de la producción de la película, se ha incorporado para la fase de distribución y promoción.
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