El thriller no es un género que haya sido abordado mucho en nuestro cine, ya sea para contar historias de realidad nacional, o para llegar a un público masivo a través de entretenimiento ligero. Es por eso que un estreno como «La hora final», de Eduardo Mendoza de Echave, resulta tan importante; y también porque toca un tema como la búsqueda y captura de Abimael Guzmán, el líder del PCP-Sendero Luminoso, de manera tensa y verosímil, mostrándonos el terror que se vivía en nuestro país a principios de los 90. «La hora final» es un filme accesible, técnicamente correcto y de buen ritmo, que considero debería ser visto con atención tanto por aquellos que vivieron estos tiempos difíciles, como para las nuevas generaciones que recuerdan poco o nada sobre la época del conflicto armado interno.
Por otro lado, da gusto ver la manera en que Eduardo Mendoza ha madurado como cineasta. Recordemos que comenzó con comedias ligeras —y de cualidades cuestionables— como «Mañana te cuento» y su secuela, para pasar a un melodrama olvidable como lo es «Bolero de noche», y luego a la sorprendente «El evangelio de la carne», un drama coral, con varias historias que se entrelazan, que recordaba un poco a la mexicana «Amores perros». Llegando ahora a «La hora final», la que considero su mejor película hasta el momento.
El filme se desarrolla en la Lima de 1991, con el Estado peruano en plena guerra contra Sendero Luminoso. Carlos Zambrano (Pietro Sibille) y Gabriela Coronado (Nidia Bermejo) son dos integrantes del Grupo de Inteligencia de la PNP (GEIN), y tienen como objetivo la captura del líder senderista Abimael Guzmán, de quien no se conoce su paradero desde hace más de diez años. La pareja de agentes trabajan bajo la fachada de ser pareja, y casi sin darse cuenta terminan en una complicada e intensa relación que los pondrá en la mira del Servicio de Inteligencia y del mismo Sendero Luminoso. Balancear sus vidas personales con el trabajo resultará extremadamente difícil, especialmente en un contexto político y social tan complejo como este, y con una misión tan importante frente a ellos.
Como un thriller, «La hora final» funciona bastante bien. El director logra desarrollar tensión a lo largo de la película, no a través de persecuciones, explosiones o balaceras (hay un par de secuencias de acción, pero son cortas, directas y poco ostentosas), sino desarrollando a profundidad a sus dos personajes centrales, introduciéndolos en situaciones complicadas, siendo forzados a tomar decisiones imposibles.
Zambrano es un hombre dedicado completamente a su trabajo, tanto así que terminó separándose de su esposa (la siempre solvente Katerina D’Onofrio, quien por cierto también aparece en otra película peruana que se encuentra en cartelera, «Me haces bien»), y viendo tan solo dos veces a la semana a su hijo (el debutante Fausto Molina, hijo del actor Gonzalo Molina). El problema es que ella se quiere ir del país y llevarse al chico, lo cual le permite al filme desarrollar una dinámica interesante entre padre e hijo —este último sabe poco sobre el primero, y mucho menos sobre su trabajo, por lo que Zambrano tratará de fortalecer su relación contándole sobre su misión. Estas secuencias ayudan a mostrar a Zambrano como un hombre conflictuado, adicto al trabajo, pero que quiere mucho a su hijo.
Gabriela, por otra parte, se ve involucrada en una situación mucho más compleja; tiene a un familiar senderista, dato que debe mantener oculto de sus compañeros, quienes como parte de sus pesquisas han comenzado a seguir a este sospechoso. El filme hacer un gran trabajo confundiendo al espectador durante los primeros treinta minutos de metraje: ¿es Gabriela una terrorista, una doble agente, o simplemente está velando por la seguridad de su familiar, sin importar que trabaje para Sendero o no? Nidia Bermejo (al igual que el siempre intenso Pietro Sibille) da una excelente actuación, presentando a Gabriela como una mujer fuerte pero por momentos vulnerable.
Por otro lado, el director toma la decisión de no politizar demasiado su historia; no sentí que «La hora final» sea una película marcadamente antifujimorista. Más bien, lo que hace es desarrollar el contexto en el que se desarrolla de la manera más realista posible, demostrando lo terrible que fue aquella época, y lo importante que era capturar a Abimael Guzmán. Eduardo Mendoza no se contiene; vemos los apagones, los coches bomba —incluye una escena de explosión intensa y técnicamente impresionante—, e incluso la manera en que tanto Sendero como el SIN torturaban a sus prisioneros. Como ha mencionado anteriormente el cineasta, «La hora final» es una reflexión sobre nuestro pasado: no da respuestas claras, necesariamente, más bien alienta al espectador a que saque sus propias conclusiones.
Lo más destacable de «La hora final» es la manera en que nos muestra el proceso que tenía la GEIN para investigar a la gente relacionada a Sendero: los seguimientos, la observación de casas en distintos distritos de Lima, la grabación de videos, las redadas, la investigación de documentos aparentemente irrelevantes (como recibos de estacionamiento). Mendoza presenta el trabajo del equipo de Zambrano y Gabriela a través de secuencias tensas y económicamente editadas, sin utilizar recursos fáciles como montajes o voces explicativas en off. El director filma su película de la manera más enérgica y limpia posible, sin abusar de los planos largos y lentos y de poco diálogo, pero tampoco de las cámaras en mano o los cortes excesivos.
La película incluso se atreve a presentar planos visualmente atractivos, los cuales contribuyen a la historia sin sentirse gratuitos. Un ejemplo es un sugerente plano abierto en una playa de noche, en el que vemos a nuestros protagonistas en silueta. Mendoza y su director de fotografía, Julián Amaru Estrada, demuestran que es posible realizar una película socialmente importante, de manera accesible al gran público, sin que parezca pretenciosa ni morosa. Es un buen balance entre lo comercial y lo artísticamente relevante.
«La hora final» es uno de los mejores estrenos nacionales en lo que va del año, un thriller intrigante y emocionante que sirve, también, para que uno reflexione sobre el pasado de nuestro país, y para mostrar el gran trabajo que realizaron los agentes del GEIN para acabar con Sendero Luminoso.
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