Luego del fracaso de «La Momia», película que no recaudó lo que Universal esperaba, poniendo en riesgo al desarrollo del supuesto “Universo Oscuro”, Tom Cruise estaba muy necesitado de un éxito. Y en “Barry Seal: Solo en América” lo encuentra. Este es el tipo de película por la que uno va a ver a Tom Cruise al cine: una historia inspirada en eventos reales que nunca deja que los hechos se entrometan con su narrativa. Cruise no está como para interpretar a una protomomia en una franquicia de cuestionables cualidades, pero sí para hacer de un traficante carismático y oportunista.
Para aquellos que ya hayan visto series de TV como “Narcos”, el nombre de Barry Seal les será familiar. Para el resto, quizá no tanto. Seal (Cruise) era un piloto de aviación comercial que, debido a su interés por la importación ilegal de habanos cubanos, fue contactado por un agente de la CIA (Domhnall Gleeson) para convertirlo en un doble agente, viajando a Centro América para tomar fotos de bases insurgentes y para transportar armas. Pero fue en estos viajes que Seal fue contactado por Pablo Escobar, lo cual lo convirtió en uno de los traficantes de drogas más exitosos de la historia. Utilizando un esquema estratégico, Seal fue capaz de darle todo tipo de lujos a su esposa (Sarah Wright) e hijas, situación que, para sorpresa de nadie, no duró tanto como él esperaba.
A pesar de estar basada en hechos reales, “Barry Seal: Solo en América” no es una película que se tome demasiado en serio a sí misma, prefiriendo contar su historia de manera enérgica y casi cómica. El tono del filme es ligero, incluso cuando desarrolla situaciones potencialmente trágicas, y maneja un ritmo rápido que le otorga cierta energía a la narrativa que no suelta al espectador hasta su impactante pero esperanzador desenlace. No sé qué tanto respeta la cinta a las vivencias del verdadero Barry Seal, pero cada giro en la trama, cada nueva sorpresa o interacción con un traficante de drogas es presentado de manera tan exagerada (cada una superando a la anterior), que es casi imposible tomarla como un registro veraz. Considerando lo entretenido que es el producto final, esto último no importa mucho.
El talentoso directo Doug Liman («The Bourne Identity”, “Edge of Tomorrow”) filma la película al estilo de una producción de los años 70, utilizando distintos filtros de colores y mucho contraste y granulado en la imagen. El uso de diferentes títulos a lo largo de la historia —que luego nos enteramos representan los nombres de distintas cintas VHS que Barry ha grabado— contribuyen a la estructura episódica del filme, y su cámara nerviosa le otorga verosimilitud a las situaciones más increíbles en las que Barry se pueda involucrar. Ver “Barry Seal: Solo en América” es como transportarse treinta años atrás; la recreación de época está impecable, desde los carros hasta el diseño de vestuario y el uso de tecnología pasada de moda (Barry tiene que usar más de un teléfono público a la vez para comunicarse con sus “jefes” en Colombia).
No sorprende que Liman haya elegido a Cruise para interpretar a Seal; considerando la gran cantidad de crímenes que comete, así como su actitud oportunista hacia la vida —él mismo admite que se metía en problemas sin pensarlo demasiado—, necesitaba a alguien que pudiese ser creíble en un rol de ese tipo, pero también carismático y simpático. Tom Cruise cumple con todas las exigencias del papel, y a la vez se aleja un poco de la imagen de héroe de acción que se ha creado para sí mismo con las películas de “Misión Imposible”; su Barry es un hombre común y corriente —ni siquiera es especialmente inteligente— cuyo único talento aparente es ser un excelente piloto de avión. El hecho de que tome tantas malas decisiones y se involucre con gente peligrosa aumenta la sensación de peligro en ciertas escenas, y ayuda a desarrollar la tensión a pesar de que el filme nunca se presenta como un thriller serio.
El resto del reparto hace un buen trabajo, pero nadie llega a eclipsar a Cruise. Sarah Wright interpreta a Lucy, la esposa de Barry, como una mujer inocentona, muy preocupada por su familia, que se ve abrumada por el repentino éxito de su marido, comprando joyas y remodelado su casa. Domhnall Gleeson (¡con acento norteamericano!) interpreta a un agente de la CIA como una suerte de titiritero; a él solo le interesa utilizar a Barry para sus propios intereses (o los de su agencia). Caleb Jones interpreta al hermano de Lucy como el perfecto inútil; su escena final es tanto desgarradora como inesperada (y eventualmente, inconsecuente).
“Barry Seal: Solo en América” es el tipo de filme de acción, intriga y humor que ya se no se ve muy a menudo: una historia madura, bien contada y actuada que aprovecha al máximo el carisma de su protagonista, y que no abusa de los efectos digitales, ni trata de atraer al público internacional con escenas de violencia innecesaria. Sí, es una cinta extremadamente estadounidense (por algo lleva el subtítulo “Solo en América”), pero a diferencia de lo que uno podría pensar inicialmente, esto no juega en contra suya. Ligera, divertida y emocionante, “Barry Seal” compensa a la aparición de Cruise en la nefasta “La Momia”. Por favor, mantengan a este cientólogo alejado de los muertos vivientes.
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