Fernando «Pino” Solanas, director de «La hora de los hornos» (1968) y «Memoria del saqueo» (2003), ganadora del Oso de Oro honorario en la Berlinale del 2004; senador argentino y reconocido documentalista en la tradición del cine de liberación de los años 60, trajo un contundente golpe de realidad a la Berlinale este año.
«Viaje a los pueblos fumigados», el último de una serie de documentales de denuncia sobre el uso excesivo de agrotóxicos por parte de las multinacionales, es una travesía de diez estaciones (capítulos) por distintas provincias de Argentina para mostrar las prácticas cotidianas y los efectos nefastos, entre otros, de los monocultivos de soya.
Solanas cuenta lo que se sabe, pero no se alcanza a ver en los medios de comunicación latinoamericano: esa suerte de neo-feudalismo que ha surgido en los campos de cultivo, gente sin hogar, sin derechos, que está expuesta constantemente a la muerte a causa de los pesticidas. Imágenes que a ratos parecen ser sacadas de una ficción: avionetas que traen la lluvia tóxica a los campos del sur, a las escuelas rurales, a las fuentes de agua y a las casas de miles de campesinos, que en su mayoría trabajan para la misma compañía que los envenena, sí, que los mata.
Uno de los ejemplos más contundentes que se muestran en este documental es el uso del glifosato, a pesar de haberse demostrado hace ya muchos años su efecto nocivo para el ser humano, sobre todo en la etapa prenatal. Fernando Solanas deja en claro, que las dos causas principales de esta tragedia son intereses económicos y la desinformación sistemática de la población.
«Viaje a los pueblos fumigados” tuvo su estreno mundial en el pasado Festival de Berlín, llega a cines comerciales de Argentina este 3 de mayo. Conversamos a continuación con Fernando Solanas:
En el documental hay un punto central, el negocio con las semillas transgénicas. Cuéntanos un poco de eso.
Antiguamente los pueblos originarios, y luego los agricultores, los chacareros, guardaban de una cosecha a otra las mejores semillas de los mejores cultivos; no tenían que comprar las semillas.
Si produces 20 toneladas de semillas no necesitas 20 toneladas de semillas para sembrar, te bastan algunas bolsas. La semilla no era un gasto para el chacarero. Después vino la invención de los híbridos que no podían reproducirse, como la manera de producir en serie, de manera global.
La propiedad de la semilla se le fue sacando al chacarero agricultor, hasta la aberración de que hoy casi todas las plantas y los genes están patentados.
Es la historia de la colonización: llega un hombre blanco y te dice “¡Te he descubierto! Te patento, ¡eres mío!”, y te pone el sello en la frente. “Esta planta yo la descubrí, es mía, yo la inventé”. Eso es una atrocidad.
Yo soy un ideólogo de la suranidad, del sur, de esta séptima civilización planetaria, que es reconocida por grandes historiadores y pensadores extranjeros, pero no por los sudamericanos, que seguimos dirigidos por élites alienadas y asociadas al neocolonialismo que nos domina. Entonces estamos en problemas. Los sudamericanos tenemos que despertar de todas estas monstruosidades y unirnos, materializar definitivamente todo aquello que ha quedado interrumpido: Unasur, Mercosur, todas esas construcciones están en un salto en el vacío.
¿Crees que la dimensión política y económica de la agricultura ha cambiado?
¡Mucho! Primero que este nuevo uso económico arrasa con la naturaleza.
Ese cuento de la producción en escala para combatir el hambre es un mentira. Argentina produce para 400 millones de personas y somos 40 millones de personas. Pero tenemos un 30% de pobreza en la Argentina. Ese es un problema de la falta de distribución racional, equitativa de los alimentos, son negocios internacionales.
¿Quién hace la producción en escala? La hace el que tiene la maquinaria y la financiación necesaria para hacerlo. No la hace el pobre chacarero. Los chacareros han tenido que alquilar sus campos. Para el capital financiero es un gran negocio invertir en la agricultura, ahora hacen los pools de siembra. Estos son equipos encargados de sembrar a cargo de un banco, de un fondo de pensiones, de inversiones. Se produce soya para alimentar los cerdos de Alemania, de Dinamarca o de China y en la Argentina tienes un millón y medio de gente que sufre desnutrición, siendo una fábrica de alimentos y de proteínas.
En la ronda de preguntas después del estreno hablaste de las modas, a veces contradictorias entre sí, de la vanguardia científica. ¿Es que la ciencia puede ser tomada aún como una entidad neutral de confianza?
En la película vemos un gran investigador del CONICET, el organismo argentino de fomento a la investigación científica. Tu puedes ser un investigador en ciencias sociales, médicas, etc., si es que tienes antecedentes para ingresar a esa élite. Entonces comienzas a ser rentado por el CONICET. Tu trabajo es hacer lo que dices que vas a hacer o prometes, recibes un salario equivalente a un profesor de la universidad, que alcanza para vivir nomás, porque es de universidad pobre.
Un investigador importante en CONICET, profesor de la facultad de medicina, el Dr. Andrés Carrasco -que ya murió- fue el primero que se puso a investigar la incidencia del glifosato en la formación de los embriones humanos y demostró por primera vez en el mundo, hace 15 años, que el glifosato producía malformaciones terribles en los embriones. El termina diciendo: “La ciencia jamás es neutral, jamás es objetiva, al menos en esta sociedad”.
La ciencia hoy, en lugar de estar al servicio de la sociedad o de la comunidad está al servicio del mercado. Las investigaciones científicas, todo aquello que funciona en las universidades es una maquinaria intelectual que va en función de las orientaciones que están marcando el mercado.
Los métodos de la agroindustria son realizados sin causar la preocupación necesaria en el resto de la sociedad. ¿Cómo es que nos hemos acostumbrado a la institucionalización de la muerte?
La respuesta para esa pregunta es una lista bastante larga de aspectos:
Uno de ellos es que aparentemente ahora hay muchísima más información porque hay 500 canales de televisión y están las redes sociales. ¿Está más informada la población hoy que hace 40 años? Yo lo pongo en duda. Porque de los 500 canales de televisión, los que hablan de las cosas de tu país son 20, 10 y más o menos todos dicen lo mismo. Entonces, eso es una ficción. Las opiniones distintas no encuentran espacio. Por supuesto hoy exist la internet y ese es un territorio importante que empieza a reemplazar los diarios impresos o los grandes canales de televisión. Pero la mayoría se mueve por las grandes radios y las grandes televisoras. ¿O hay un canal con esa potencia que exprese tus ideas? (Ríe) Y lo mismo con los diarios, ¡están todos alineados!
¿Por qué crees que en Sudamérica hemos aceptado culturalmente a un sistema tan corrupto?
En el capítulo en el que hablamos de que los dos estamos infectados con dosis de glifosato, el Dr. César Llerena, investigador experto en cadena alimenticia, habla de eso después de hacer una visita a los mercados concentradores de verduras y termina diciendo “Esto es pura corrupción, todo una mentira!” Todo está inmerso en una corrupción generalizada por complacencia o por complicidad, por omisión o de manera activa.
En este sentido, ¿en qué medida cree que el neoliberalismo sea dañino para Sudamérica?
(Ríe) La vanguardia de caballería antigua ha sido reemplazada por el liberalismo con los canales de televisión. Hoy el liberalismo usa los mejores ropajes del cinismo. No hay nada más cínico que el accionar político cotidiano del neoliberalismo, porque hoy este ha llamado a grandes sociólogos, a grandes profesionales de la psicología de masas, de la psicología social para que lo asesore y nutra sus pasos. No se hace nada sin encuestas, sin “focus groups” (ríe).
El liberalismo es la forma de la nueva colonización, de profundizar el pillaje de nuestros países. Lo que están haciendo en el Perú es una salvajada. Una cosa es San Isidro y los barrios interesantes de la costa. Otra cosa es meterse en el Perú amazónico, allí es tierra de nadie. No, no es necesario llegar tan adentro. Igualmente en la Argentina.
Le dedicaste tu documental al Papa Francisco, ¿por qué?
Creo que la «Laudatio si» es uno de los grandes documentos culturales de nuestro tiempo. Mira, la mayor parte de mis amigos son ateos y sin vida religiosa entonces no leen la «Laudatio si», pensando que es un documento del catolicismo. Tiene origen en un Papa que es católico, pero está dirigido a todos los hombres.
¿Tú eres creyente?
De alguna manera, sí. No soy un católico súper practicante, pero soy de familia católica. Entonces sí creo que ese es un documento extraordinario, más de 300 científicos han aportado para hacer ese documento. Que el Papa se haya cargado acá la lucha contra la corrupción, la denuncia del capitalismo global y bancario. “El principal terrorismo son los bancos y el capitalismo financiero”, dice el Papa. Y además el Papa es el personaje que está trazando más puentes interreligiosos. ¿Por qué es importante eso? A la historia de este planeta le acechan dos grandes peligros. Uno de ellos es el cambio climático, que puede arrasar con el mundo, el segundo peligro es la guerra atómica. Cuando uno habla de esto, la gente cambia de tema porque lo toma como una excentricidad, porque no ve la perspectiva de una guerra atómica. Eso expresa la enorme desinformación y el peligro que esta trae.
Una última pregunta, ¿no crees que, sumándose a estos dos grandes peligros que mencionaste, esté también el peligro de la falta del espíritu revolucionario en los jóvenes de hoy, comparada a tu generación?
¡Por supuesto! Ese es el poder grande de la colonización de los medios de comunicación de masa, al menos en nuestros países. Se está produciendo la uniformización de las ideas, de los lenguajes. Van desapareciendo lenguajes y dialectos en el mundo a una velocidad extraordinaria. Nosotros queremos un mundo plural, la biodiversidad en la naturaleza, como la diversidad en la cultura. La riqueza de la cultura es la pluralidad. Pero, aquellos países que no tienen la capacidad de crear y difundir sus propias imágenes, están liquidados. ¿Quién ha hecho las imágenes de la mayor parte de los países que están en las Naciones Unidas? ¡Los Estados Unidos! A través de Hollywood se reescribió la historia universal. Tomaron los grandes clásicos y los grandes momentos de la historia y pusieron a los norteamericanos como protagonistas de esas historias. Siempre el héroe es estadounidense. Y siempre el estadounidense concentra, entre esa galería de personajes, las virtudes. Es el honesto, es el hombre inteligente, es el hombre que tiene sentido común. El extranjero, sea africano, asiático, latinoamericano, siempre es sospechoso. Si es bueno es ignorante o ingenuo.
Entonces tenemos la obligación de crear nuestras propias imágenes. La mejor manera de defendernos y que nuestros pueblos no sean arrasados. La mayor autodefensa que tienen los pueblos es ser generadores de sus propias imágenes y tener capacidad de difundirlas.
Entrevista realizada en febrero del 2018, durante la Berlinale.
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