La palabra madre viene del latín “mater”, que significa matriz, nos remite a lo primordial, al origen de la Madre Tierra, la Pachamama. Mamá es una de las pocas palabras que no tienen variación en otros idiomas, es decir, se pronuncia de la misma manera. ‘Ma’ es la primera sílaba, el primer sonido que pronunciamos a los pocos meses de nacer. Madre es la que da a luz, la que cría, la que nutre, la que muestra el camino.
En ese sentido, a la hora de honrar a una madre del cine peruano es a Nora de Izcue (Lima, 1934) a la que reconocemos, porque es la primera cineasta peruana. Fue pionera en mostrar la Amazonía con una visión profunda y poética, pionera en reivindicar el idioma quechua en el cine documental, en revalorar y retratar a la mujer, y especialmente a la mujer afroperuana. En una época en la que el cine era dirigido sólo por hombres, Nora de Izcue fue la primera cineasta en retratar el Perú profundo.
“El cine me atrajo por esa posibilidad de conocimiento humano, de poder descubrir al ser humano”.
A sus 32 años, ya madre de cuatro hijos y recientemente divorciada, empezó a estudiar cine en la Academia de Cine de Armando Robles Godoy. Nora nos narra cómo fueron sus inicios: “Empecé a asistir a la Academia de Cine que en ese entonces funcionaba en la Biblioteca Nacional de la Av. Abancay. Yo vivía en Monterrico, frente al Golf Los Incas, en una casa a medio construir con 2.300 m² de terreno y rodeada de chacras de cultivo. Dormía con una pistola prestada por mi hermano en la mesa de noche y me acompañaban dos valientes empleadas que compartían los riesgos conmigo. No era fácil ir desde ahí manejando hasta el centro de Lima, regresar en la noche parqueando el auto en el fondo del oscuro jardín y entrando linterna en mano en una obra sin puertas ni ventanas, hasta llegar al lugar de atrás que yo había hecho habitable. Pero el cine me fue ganando, y no me perdía una clase, sentándome siempre en primera fila. Fue un proceso paulatino que me iba acercando a las entrañas de ese medio de expresión que deslumbra en las pantallas, develándome sus secretos y mostrándome que yo también lo podía hacer. En realidad estaba viviendo una etapa que me había saltado, la de la vida universitaria en la cual aprendes, discutes y conoces la camaradería. Hasta ahora me maravillo por haberlo encontrado”.
Armando Robles, el más contracultural de los cineastas peruanos, no sólo le enseñó a Nora a amar el cine, sino que le presentó a los integrantes del Cuarto Camino. El Cuarto Camino es una filosofía espiritual introducida en occidente por los maestros Gurdjieff y Ouspensky, ésta filosofía postula que el ser humano necesita un sistema para despertar a través del autoconocimiento. El Cuarto Camino la preparó para darle más claridad a sus emociones, a tener más conciencia de su vasto mundo interior y sus dimensiones, desde donde extrae la fuerza de sus creaciones.
Nora de Izcue, acaba de cumplir 51 años dedicados al cine, es un ícono viviente del cine nacional. Su contribución en la formación del cine peruano y latinoamericano es fundamental. Es miembro fundadora de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de Cuba, junto con Gabriel García Márquez, el cineasta Fernando Birri, entre otros destacados artistas y soñadores, que han trabajado y dedicado su vida a la integración del cine latinoamericano. A su vez, ha sido catedrática de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima por más de veintiséis años. La directora, en diciembre pasado, ha renunciado al consejo superior de la Fundación para dedicarse enteramente a su familia.
En el Perú, un país que no se conoce y ni se comprende, que no se quiere ver a sí mismo y que muy pronto olvida, obras como las de Nora de Izcue -cerca de 15 filmes, entre cortometrajes, documentales y largos de ficción- son necesarios y urgentes de ver y de difundir. Su cine es una cartografía de la cultura nacional, ya que recorre las tres regiones: inicia en las montañas del Ande, para sumergirse en la tierra afroperuana de la costa y culminar en los ríos de la selva misteriosa y milenaria. Los diferentes Perú olvidados como el quechua, el amazónico y el afrodescendiente nos muestran sus sentires y nos hablan de sus silencios más profundos. Es un cine con corazón para el que quiera bañarse de memoria y belleza.
Escrito por Róger Neira
[N.E.: Róger Daniel Neira Luzuriaga, cineasta trujillano, viene trabajando en su proyecto de largometraje documental «Nora de Izcue: Madre del cine peruano», el cual obtuvo el premio del Concurso de Desarrollo de de Proyectos – DAFO 2017]
Deja una respuesta