Lo mejor de “Bohemian Rhapsody” tiene poco que ver con la narrativa de la película —la razón por la que está teniendo tanto éxito con el público, sean fanáticos de Queen y Freddie Mercury o no, tiene más que ver con la sensaciones con las que la cinta lo deja a uno. No se trata de un biopic particularmente novedoso o dramáticamente intrigante, pero sí de un emocionante homenaje a Queen y su frontman. “Bohemian Rhapsody” es un filme convencional que se ve beneficiado por una serie de enérgicas secuencias musicales, las cuales deberían hacer que hasta el más tieso miembro del público se ponga a aplaudir, y por una excelente interpretación por parte de Rami Malek, quien convierte a Mercury en un protagonista absolutamente electrizante.
Ahora bien, de manera similar al caso de “Han Solo: una historia de Star Wars”, resulta verdaderamente sorprendente el que el producto final haya salido tan coherente, considerando los múltiples problemas que tuvo la producción. Todo comenzó cuando el protagonista original, Sacha Baron Cohen, renunció al filme, declarando que tenía demasiados desacuerdos con los productores y, específicamente, los miembros vigentes de Queen. Luego, una vez que la filmación había comenzado ya con Malek, el director original, Bryan Singer, fue despedido —aparentemente porque no se llevaba bien con su estrella, pero más importante, porque estaba faltando con demasiada frecuencia al rodaje. Singer fue reemplazado por Dexter Fletcher (“Rocketman”), quien terminó con el rodaje y supervisó el proceso de posproducción.
En todo caso, las diferencias de estilo entre Singer y Fletcher no se notan en el producto final —puede que sea un poco irregular, y hasta convencional, pero “Bohemian Rhapsody” se siente como una película cohesiva, no como un monstruo de Frankenstein hecho de varias partes desiguales. Si tiene un defecto grave, sin embargo, es que trata de abarcar demasiado en muy poco tiempo. El filme toma la ruta estilo “Greatest Hits”; nos cuenta los momentos más importantes de la vida profesional y personal de Mercury y el desarrollo de Queen, desde los inicios de la banda, pasando por la creación de sus discos y canciones más icónicas, hasta el concierto de Live Aid que sirvió como una suerte de resurgimiento para el grupo. Todo es bastante interesante, pero es narrado de forma apresurada, sin profundizar mucho en ningún aspecto narrativo o de desarrollo de personaje.
“Bohemian Rhapsody” comienza en 1970 y termina en 1985. El foco de la historia está, por supuesto, en Freddie Mercury (Rami Malek), pero también le dedica tiempo al resto de la banda —John Deacon (Joseph “El chibolo de Jurassic Park” Mazzello), Roger Taylor (Ben Hardy) y Brian May (Gwilym Lee), así como al “amor de su vida” (adivinen qué canción le dedica), Mary Austin (Lucy Boyton), y un amante manipulador, Paul Prenter (Allen Leech). La película cubre el salto a la fama de la banda, la creación de canciones icónicas como “We Will Rock You” o, por supuesto, el tema del título, la sexualidad de Freddie (de manera bastante conservadora, dicho sea de paso), y el famoso concierto para Live Aid.
Los mejores biopics no son los que adaptan las historias verdaderas de la manera más fiel posible —después de todo, toda buena película requiere de licencias artísticas para desarrollar el drama de manera más emotiva—, sino más bien las que se enfocan en un solo aspecto del sujeto cuya historia están contando. La ruta que “Bohemian Rhapsody” toma, sin embargo, es bastante menos interesante —como trata de cubrir la vida personal y profesional de Freddy, sus controversias públicas, su éxito como cantante y su vida familiar, nunca llega a profundizar en nada, simplemente quedándose en la superficie y dándonos una vaga idea de lo que pensaba o hacia el famoso cantante. La cinta se siente dispersa, apresurada —muchos de los momentos más importantes de la historia de Queen son narrados de tal manera que dependen de coincidencias inverosímiles, precisamente para que la trama pueda avanzar sin problemas.
Sin embargo, a pesar de cualquier problema de guion que pueda tener la película, esta se ve beneficiada por una extraordinaria interpretación de Rami Malek (“Mr. Robot”). Malek se convierte en Mercury, interpretándolo como una fuerza de la naturaleza en el escenario, pero como una persona bastante más frágil e insegura en casa. Siempre en busca de una familia —a pesar de que ya tiene una, o hasta dos, si uno considera a la banda como familia— y de aceptación, este Mercury es una contradicción andante: humanizado por Malek, pero endiosado por los cineastas. Es un hombre lleno de defectos y extravagancias, pero a la vez, es un genio musical que solo se equivoca una vez durante la duración entera de la película (y sí, dicho error ni siquiera sucedió en la vida real, aparentemente).
Adicionalmente, por más que los momentos dramáticos puedan sentirse apresurados o hasta vacíos, la cinta cobra vida cada vez que nos presenta una secuencia musical. Tenemos varias escenas que vale la pena resaltar, como el primer concierto de Freddie como cantante de Queen, o la creación de temas como “Bohemian Rhapsody” (obviamente) o “We Will Rock You”, pero lo mejor que tiene el filme para ofrecer es, definitivamente, la secuencia de Live Aid. Los últimos veinte minutos de la película son simplemente magistrales, recreando de manera muy verosímil este icónico concierto, mostrando de gran manera exactamente porqué Mercury era considerado como una gigante estrella de rock. Malek destila pura energía y pasión en su interpretación, la música es contagiosa, y la experiencia en general debería generar una reacción emocional hasta en el espectador más cínico que uno pueda encontrar.
“Bohemian Rhapsody” no es el mejor biopic que Queen y Freddie Mercury hubieran podido tener, pero tampoco es el desastre que muchos críticos estadounidenses parecen haber visto. Sí, la narrativa se mueve a demasiada velocidad, pero la película vale la pena ser vista exactamente por dos razones: el excelente trabajo de Rami Malek como Freddie Mercury (ya casi es un hecho que será nominado al Óscar) y las secuencias musicales (especialmente la de Live Aid).
“Bohemian Rhapsody” funciona mejor como tributo a Queen y Mercury que como película de narrativa tradicional, y aunque uno podría argumentar que estos magistrales músicos merecían algo mejor, el efecto que la cinta ha estado teniendo en el público tampoco puede ser negado. Después de todo, el simple hecho de que Queen haya destronado a tanto reggaetonero en servicios de streaming como Spotify en las últimas semanas, ya justifica a sobremanera la existencia de la película. Queen tiene que ser escuchado —y disfrutado— por las nuevas generaciones.
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