«Vientos del sur»: Conversamos con la protagonista Carolina Niño de Guzmán


La película cusqueña «Vientos del sur» llegó a la cartelera peruana el jueves 6 diciembre. Días antes del estreno conversamos con la actriz cusqueña Carolina Niño de Guzmán sobre la experiencia de participar en su primer largometraje, el trabajo con el director Franco García Becerra, las referencias que tuvo para crear a su personaje, la situación actual del cine hecho en Cusco, las expectativas sobre el futuro del cine producido en las regiones, entre otros temas.

Muchas veces los actores han pasado por la experiencia del rodaje varios años antes que la película finalmente se estrene. Entonces, al dar estas entrevistas, ¿cómo ha sido para ti el proceso de regresar a esa etapa de la filmación?
A ver, grabamos «Vientos del sur» hace tres años, y de hecho he estado en otros proyectos durante este tiempo, pero como [este rodaje] es algo importante que me ha pasado, no es tan fácil de olvidar. Como yo he estado más tiempo en Lima en estos últimos tres años, este año ya se estrenaba en el Festival de República Dominicana, empezaron a salir algunas notas en los medios, entonces, mientras te hacen las entrevistas vas evocando toda esa época. Durante todo este año ha sido como un training de ir recordando algunos matices.

Hemos estado recientemente en Cusco para hacer un plan de difusión en los colegios, hablando de cine, del proceso de creación de la película, sobre el rodaje, e invitando a los alumnos a que vayan al cine.

Creo que el estar reencontrándonos como equipo durante estos últimos años, nos ayuda a retroalimentarnos. Lo que me parece interesante de esas entrevistas, es que nos generan preguntas a nosotros, nos quedamos pensando y conversando al respecto, es darle otra mirada a la propia película, a través de las críticas que empiezan a aparecer, a las lecturas que empieza a tener la gente, sean público general o periodistas.

¿Cómo llegaste a participar de «Vientos del sur»?
Con el director Franco García nos conocemos de Cusco. En algún momento me escribió, para preguntarme si me interesaría participar en el proyecto. Entonces, le dije que sí, y después de eso pasaron 2 ó 3 años, que supongo también fue el tiempo en el que estaba buscando financiamiento para la película. Durante todo ese tiempo, en diferentes etapas, él me pidió hacer unos castings a distancia, por Skype, otras veces yo venía a Lima y lo hacíamos acá, y luego en Cusco. Y no fue sino hasta dos meses antes que empiece el rodaje, que me buscó y me dijo que ya estaba dentro del proyecto. Fue un proceso largo, más que todo porque Franco estaba buscando cómo realizar la peli, y en ese tiempo íbamos haciendo las pruebas.

¿Cómo trabajaste junto a él la construcción de tu personaje?
Eso fue súper interesante, me gustó mucho, porque yo regresé a Lima, y desde un inicio él estaba muy abierto, que a pesar de la distancia había mucha comunicación, me decía: “Cualquier duda que tengas, en el momento que sea, escríbeme”. Así compartíamos mucho. Leí varias veces el guion, empecé a crearle una vida a Nina, mi personaje, una biografía.

Luego también para ir creando eso le iba preguntando cosas sobre ella, como actor uno tiene la capacidad de proponer, que está bien, pero también me gusta ir acorde a la visión del que está creando ese personaje. Además, yo me iba cuestionando, como era la primera vez que iba a hacer un trabajo en cine, yo puedo estar proponiendo cosas, pero es diferente al teatro, cuando uno está creando el personaje ahí y recibe un feedback del público inmediato y puedes ir sabiendo lo que está pasando con ese personaje, y cómo moldearlo. Entonces me preguntaba, al tener una cámara en frente, ¿cuál será la visión que quiere el director? Siempre que yo proponía algo, quería ir por la línea que Franco estaba pidiendo para su personaje. Me sentí muy acompañada en este proceso, fue exponerme a sus ideas también.

Carolina Niño de Guzmán, protagonista de «Vientos del sur».

¿Qué referencias tuvieron durante este proceso?
Franco me dio algún trabajo de información para tener de referencia, especialmente lecturas y películas. Sobre todo «La ciénaga», de Lucrecia Martel, era muy interesante porque nos permitía ver el ritmo de una historia, donde aparentemente no pasa nada, pero sí pasan muchas cosas. Ese tipo de cine me gusta bastante. De esa película también nos sirvió la relación entre los familiares, lo cotidiano que sucede que aparentemente es algo irrelevante pero sí suceden muchas cosas. Dentro de estas familias que se ven en decadencia pero de todas formas continúan juntos. Todo eso me ayudó a trabajar esa melancolía de lo que había pasado alguna vez en esa casa.

También vimos «Altiplano», la película con Magaly Solier que grabaron en Arequipa, como para observar la cadencia de la historia. Para algunos matices vimos también «Clouds of Sils Maria» con Juliette Binoche, de ahí recuerdo la añoranza de un tiempo pasado.

Y entre los libros que leímos estaba «Crónica de San Gabriel» de Julio Ramón Ribeyro, ese libro me ayudó un montón, por la figura del foráneo que está de regreso a su tierra natal, y cómo encuentra el lugar, y cómo se integra y finalmente se termina quedando ahí.

¿Cómo fue la investigación sobre el tema de los famosos «tapados» cusqueños?
De hecho tenía ya muchas referencias, porque para nosotros en el Cusco y creo que en el Ande en general, hablar de los «tapados» es normal, le dicen un mito o una leyenda, pero siempre se está hablando de eso, es casi como un chisme o un relato que se cuenta en todas las familias. De hecho, para la peli sí me fui metiendo más en el tema, investigué un poco más, leyendo libros, crónicas que hablasen del tema, y también conversando con amigos que podrían conocer más sobre los «tapados». Más que un trabajo de mesa, en este caso fui preguntando mucho a la gente.

Y en la película, en realidad el tema de los «tapados» es casi una excusa, como un «Macguffin» que está puesto ahí, pero en verdad la película no se centra en ese misterio sino probablemente es el disparador para el viaje de autodescubrimiento que hace Nina.
Sí, me parece muy válido, además es algo que siempre sucede. Por ejemplo en el relato clásico tenemos a Ítaca, y vas hacia allá, pero lo importante es el viaje, no si llegaste o no. Eso, el «tapado» es como Ítaca.

Como cusqueña, ¿consideras que se están preservando las tradiciones locales, o están desapareciendo?
Es un tema muy amplio, si nos referimos al folclore en general, de las danzas por ejemplo, eso está ahí todo el tiempo, hoy vas al Cusco y seguro que hay fiesta. Yo no creo que eso se vaya a apagar en algún momento, a pesar que somos cada vez más influenciados por el mundo occidental y más aún en Cusco que estamos constantemente en contacto con gente foránea, extranjeros. Veo las tradiciones a flor de piel en todos nosotros los cusqueños, incluso a los que en un primer momento nos sentíamos algo ajenos a temas del campo por ejemplo, porque realmente no conocía la realidad de cómo es que se vive allá, cómo se ara la tierra por ejemplo. Sentía que debía investigar más, conocer más sobre nuestro mundo andino. Pero no porque uno sea más citadino o urbano desconoce las tradiciones, sino todo lo contrario. Incluso viniendo a un sitio como Lima, en un momento siento que soy más andina que nunca, como a veces decimos: «Se me sale la pollera» (risas).

Porque la película muestra un Cusco que no es el tradicional, relacionado a la imaginería Inca, aquí vemos un Cusco distinto. Conversando con Franco, nos decía que él tenía mucho interés en mostrar ese otro Cusco con el cual él se siente más identificado.
Sí, eso lo recuerdo del momento en que empecé a leer el guion, y me enganchó porque contaba una historia cusqueña contemporánea, para hablar de nuestros antepasados pero los inmediatos, los padres y los abuelos, pero ya no hablar necesariamente de los Incas, de su legado, de la Colonia, que está bueno también, y tenemos mucha información y producción sobre eso. Pero qué hay de lo que está sucediendo en los últimos años, quizá desde la época de los años 50, de la época del terremoto en adelante no se tiene mucha información. Sí hay algunos escritores, como Karina Pacheco por ejemplo, una escritora cusqueña maravillosa que muestra historias, no solo sobre Cusco, también sobre estas familias tradicionales de los años recientes, me parece muy valioso. Pero no hay mucha producción audiovisual basada en estos años. Así que cuando leí este guion dije, bacán, hay que mostrar lo que somos nosotros, que somos tan andinos y al mismo tiempo estamos influenciados por muchas otras cosas, hemos crecido mirando MTV por ejemplo. El hecho de mostrar esta historia es también vernos entre nosotros como peruanos tal como somos, hoy.

Vienes de una formación actoral en teatro. ¿Cuál fue el principal aprendizaje al pasar de las tablas al cine?
El aprendizaje más grande para mí fue el trabajo en equipo. El cine me pareció un gran maestro en ese sentido. También me enseñó que el actor es una pieza y una herramienta más, me gustó mucho eso. Me admiraba cuando había escenas de madrugada, llegaba y ya estaba todo listo.

Este ha sido tu primer largometraje y también lo fue para Franco García, como director. ¿Cómo fue compartir la experiencia de debutar en el cine a la vez?
Siempre confié mucho en él, porque él dejaba que nosotros también confiemos en él. No solo yo, creo que todos en el equipo nos dejábamos guiar por él, porque él tiene buen carácter. Por ejemplo, Franco y Fred Fuentes, el director de fotografía, en dos segundos se entendían el uno al otro. Fue una experiencia rica, porque todos los días había fluidez. Eso nos generaba a todos confianza.

Coméntanos un poco sobre tu trabajo junto a Raúl Chaparro, el actor que interpreta a tu abuelo.
Raúl también viene del teatro, pero no he visto muchas de sus obras porque es de otra generación. Además, es mascarero y artista plástico. Fue interesante el trabajo con él porque ambos sabíamos que hacíamos teatro, pero realmente no nos conocíamos tanto, solo nos saludábamos cuando nos veíamos. Entonces eso ayudó mucho, porque estábamos un poco lejanos y en un inicio Franco trató de generar situaciones en las que nos acercáramos más, pero seguíamos un poco lejanos y yo creo que Franco, al darse cuenta que estaba sucediendo eso, lo dejó así porque funcionaba para nuestros personajes. Cuando Nina vuelve a la casa después de tantos años, ella está resentida con el abuelo. Entonces esa lejanía ayudó bastante. En algún momento fuimos conociéndonos un poco más y entrando en confianza. Luego trabajamos en acercarnos un poco, pero no mucho, porque incluso en ese acercamiento debíamos mantener cierta distancia.

¿Sentiste en algún momento la responsabilidad de llevar la película sobre tus hombros? Considerando que apareces en casi todas las escenas.

Por un lado, sí, sabía que Nina es el personaje conductor, pero al mismo tiempo, la carga se aligeraba porque su compañero es el espacio. Desde el inicio Franco siempre me dijo «Tu partner es la casa y es el espacio». Entonces debía interactuar no solo con la casa hacienda, sino también con las montañas, la naturaleza, los sonidos, el río. Lo que se trabajó ahí fue el rastro que dejaba Nina, que era un proceso de contemplación.

«Vientos del sur» es la primera película cusqueña en estrenarse en más de 30 años. ¿Consideras que marcará el inicio de una nueva ola de cine cusqueño?
Yo creo que sí. Como dice Franco, no se pensó de esa manera, solo coincidió. Nos dimos cuenta en el rodaje que la última película cusqueña que se estrenó fue «Túpac Amaru» de Fico García hace 30 años y durante todo ese tiempo no ha habido otra película cusqueña. Entonces yo creo que ya se han estado dando cosas, algunos directores de Cusco han ganado premios de la DAFO y se han grabado un par de películas ganadoras del concurso de lenguas originarias. Después de nuestro estreno, ya las próximas películas se darán más pronto.

¿Desde que filmaste «Vientos del sur», has notado que ha habido un incremento de la actividad cinematográfica en Cusco?
Sí, lo veo cada vez que vuelvo a Cusco. Veo que el Ministerio de Cultura está impulsando varias cosas, sobre todo en la parte de cine se están haciendo muchos talleres y la gente está produciendo muchos cortometrajes. Hoy se está apoyando bastante, más que antes. Como decía Franco, quizá nunca es suficiente aquello que te dan, siempre se necesita más. Pero sería súper interesante que el Estado pueda invertir más, sobre todo en las provincias y en las diferentes áreas de la cultura.

Este año hemos tenido en la cartelera nacional películas producidas en las regiones, como «Wiñaypacha», «La casa rosada» y ahora «Vientos del sur». ¿Cómo evalúas esta tendencia? ¿Piensas que irá en aumento en los próximos años?
Sí, porque hace tiempo se decía que en provincias no pasaba nada o no se producía mucho. Entonces me parece interesante que se esté haciendo y que se pueda apoyar más. Yo creo que se viene un empuje importante de estos esfuerzos que se han estado haciendo en los últimos años.

Además, me parece bacán que estas tres películas sean de diferentes zonas andinas del Perú y es bacán porque así podemos contar más historias y darnos a conocer entre nosotros, porque no nos conocemos en general. ¿Quiénes somos? ¿Qué ha sucedido en nuestra historia? Eso ocurre con «La casa rosada» y «Wiñaypacha». Me pareció tan curioso ver esa intimidad y esa cotidianeidad que se muestran en «Wiñaypacha». Cuando la vi pensé: «Wow, qué tal homenaje que hace el director Oscar Catacora a su familia». Yo terminé llorando. Además, narra esta historia que parece tan simple, pero hablando de temas tan conmovedores como la vejez, la soledad, la muerte. Me hizo recordar a «El caballo de Turín» de Béla Tarr, por estos personajes alejados, que están esperando la muerte.

Más allá de eso, rescato el hecho que se puedan contar estas historias tan sutiles, tan poéticas, tan ricas de nosotros, de lugares tan alejados que a veces ni conocemos.

Este año también se estrenó en el Outfest Perú el cortometraje «Supay» de Sonia Ortiz, que tú protagonizaste y el cual también está ambientado en Cusco. ¿Qué tal fue la experiencia de participar en ese corto?
Fue interesante, primero porque cuando leí el guion, me llamó la atención la historia que era innovadora para mi realidad, sobre todo en Cusco que es un lugar tan cerrado y conservador. Entonces en un momento en el cual está en boga la lucha de género y la identidad sexual, me pareció importante hablar del tema. La experiencia fue bacán, porque además tuvimos la asistencia de dirección de Christian Esquivel. Con su experiencia, nos ayudó mucho a guiarnos en ciertas escenas. También el presentar la relación entre estas dos mujeres para mí fue enriquecedor y fue una nueva experiencia que no había trabajado antes en la actuación. Me encanta que sea una película que habla de la identidad sexual, pero no toca ese tema de frente, sino toca el tema del amor. Me gusta que sea sutil y que te muestre el amor. Me gustó mucho trabajar con Sonia, ella es muy creativa y tiene mucha iniciativa. Ama el Perú, estoy segura de que va a seguir con muchos proyectos por aquí y ojalá podamos hacer cosas juntas más adelante.

¿Cuáles son tus siguientes proyectos en actuación, ya sea en cine o teatro?
Estoy trabajando en un unipersonal. Todavía no puedo revelar mucho. Estamos en stand by, porque yo estoy yendo y viniendo a Cusco muy seguido estos últimos meses. También tengo un proyecto pendiente con la directora Tania Castro de la Asociación Cultural Q’ente, con ella vamos a reponer la obra teatral «María María», que está ambientada en la época de la guerra con Chile. Esperamos retomar la obra en algún momento que tenga más tiempo.

Entrevista realizada por Juan Carlos Ugarelli y Laslo Rojas, en Mirafores el 28 de noviembre de 2018.
Fotos: Rolando Jurado.


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