No hay premisa mala. Incluso el concepto más ridículo que se pueda imaginar uno puede ser transformado en una película intrigante, emotiva, y porqué no, hasta inteligente. Todo depende de la ejecución; de la manera en que dicha premisa es presentada, de cómo son desarrollados de los personajes, y de cómo son dirigidos los elementos más importantes de la historia, o en todo caso, del género al que pertenezca la cinta. Un cineasta del talento de Guillermo del Toro es capaz de entregarnos una película como, por ejemplo, “Titanes del Pacífico”. Sí, es un filme sobre robots y monstruos gigantes, pero no es, a diferencia de otras producciones similares, una cinta que insulte la inteligencia de sus espectadores. Sabe lo que es, y lo que se compromete a hacer, lo hace muy bien.
Es por eso que la existencia de las películas de “Transformers” me dolía tanto. Sí, son filmes absurdamente estúpidos, llenos de caricaturas racistas, gags infantiles, personajes detestables, y secuencias de acción incomprensibles, pero no son así porque sean “películas de robots”. Son así porque Michael Bay es un cineasta de excesos, y dichos filmes son sus esfuerzos más excesivos. Un director que le ponga menos énfasis a las explosiones y la cosificación femenina, y se concentre más en el corazón de la trama, en desarrollar mejor a sus protagonistas y tratar de crear una narrativa al menos comprensible, sería capaz de dirigir una buena película de “Transformers”. El problema es que Michael Bay claramente no estaba interesado en nada de eso.
Es por ello que celebro su despido, y la inclusión de Travis Knight (encargado de la animación de la genial “Kubo and the Two Strings”) en la silla del director de “Bumblebee”. Este filme es un spin-off que, felizmente, tiene poco o nada que ver con las películas anteriores (o posteriores —se supone que es una precuela). Knight es claramente un fanático de la franquicia, y por ende ha logrado lo que su predecesor ni siquiera se atrevió a hacer: nos ha presentado una cinta que se preocupa por sus protagonistas humanos, y que elimina cualquier rastro de lo que convirtió a las cintas de Bay en experiencias insufribles. “Bumblebee” no es ninguna obra maestra —ni siquiera es el mejor blockbuster del último par de meses—, pero en comparación a las entregas anteriores de “Transformers”, es un respiro de aire fresco, emotivo y sorprendentemente honesto.
“Bumblebee” comienza con un breve prólogo en Cybertron, el planeta de los Transformers. Es ahí que nos enteramos de la guerra que se está llevando a cabo entre la Resistencia de los Autobots y los malvados Decepticons, situación que obliga al líder de los primeros, Optimus Prime (voz de Peter Cullen) a mandar al valiente Bumblebee a que establezca una nueva base en la Tierra.
Una vez en nuestro planeta, Bee se ve involucrado en una pelea que lo deja sin voz, malherido, y convertido en un Volkswagen Beetle. Es así que lo encuentra nuestra protagonista, la adolescente rebelde Charlie (Hailee Steinfeld), tirado en un depósito de chatarra. Emocionada porque logró hacer que encienda, la chica descubre rápidamente que el Beetle no es un carro cualquiera, y comienza a encariñarse con Bumblebee, a quien le enseña a mantenerse escondido de quien pueda querer buscarlo. Pero lo que ninguno de los dos sospecha es que están siendo perseguidos por Burns (John Cena), un militar obsesionado con acabar con cualquier Transformer, así como dos Decepticons que se han presentado ante el gobierno americano como aliados.
Siendo una película “de robots gigantes”, “Bumblebee” no carece de secuencias de acción. Pero a diferencia de Michael Bay, Knight no les da el mayor énfasis, haciendo más bien que las escenas de combate complementen a la historia y sus personajes, y no se conviertan en el centro de atención. Adicionalmente, los encuentros entre Autobots, Decepticons y militares humanos están escenificados con gracia, sin abusar de las cámaras en mano, los cortes rápidos, y los planos demasiado cercanos. En pocas palabras, las escenas de acción en “Bumblebee” se entienden, y por ende, resultan mucho más divertidas que los momentos de puro caos, explosiones, fuego, muerte, y shakycam de las películas de Bay.
Además, el hecho de que ahora sí nos preocupemos por los personajes ciertamente le permite a Knight desarrollar mucha más tensión durante los momentos de más acción. Shia LaBeouf y sus amigos me importaban poco o nada en las cintas anteriores porque eran meras caricaturas; Charlie, por su parte, se siente como una adolescente incomprendida tanto por sus compañeros de colegio como por su propia familia. El arco del personaje, aunque previsible, funciona para otorgarle emotividad y, más importante, humanidad a la película; la pérdida de su padre es como una nube negra que siempre está encima de ella, y de la que tiene que deshacerse, con valentía y gracias a su amistad con Bee, para el final de la historia.
Ayuda también que “Bumblebee” está más influenciada por el cine juvenil de los años 80 que por películas de guerra o acción exagerada. La estructura es similar a la de “E.T.”: alienígena aterriza de emergencia en la Tierra, se hace amigo de joven terrícola, forma un lazo muy fuerte con él/ella, y son perseguidos por el gobierno. Las escenas de conflicto adolescente entre Charlie y las bullies de su colegio, así como sus interacciones con un chico llamado Memo, me hicieron recordar al cine de John Hughes, y la banda sonora, repleta de éxitos de los 80, debería de llenar de nostalgia a cualquier miembro de le generación apropiada. El corazón de “Bumblebee” está en la amistad entre Charlie y el robot, y aunque no está igual de bien desarrollada que la de Elliot y E.T. en la obra maestra de Spielberg, es suficientemente emotiva y honesta.
La gran Hailee Steinfeld carga casi toda la película sobre sus hombros; es gracias a ella, también, que Charlie se siente como un personaje bien realizado, con el que cualquiera se puede identificar. El hecho de que haya tenido que interactuar con un personaje virtual la mayor parte del tiempo, convierte a su trabajo en algo incluso más impresionante. John Cena no está mal como el antagonista —no necesariamente villano— de la película (es un rol que Schwarzenegger fácilmente hubiera podido interpretar en los años 80) y Jorge Lendeborg Jr. es divertido como Memo, un potencial interés amoroso para Charlie.
Tuvimos que esperar once años, pero por fin podemos ver una buena película de “Transformers” en el cine. No, no es perfecta; se parece demasiado, por momentos, a la anteriormente mencionada “E.T.”, y ciertos personajes secundarios no hacen más que distraer al espectador de lo verdaderamente interesante en la trama, pero fuera de eso, se trata de un esfuerzo loable, y de una gran mejora respecto a las cintas de Michael Bay. Travis Knight demuestra que el concepto de “Transformers” no es malo; lo que necesitábamos era un cineasta, y una guionista (Christina Hodson) que estuviesen más interesados en el desarrollo de personajes, en el elemento emocional, y en la tensión durante las escenas de acción, que en las explosiones, las mujeres en ropa apretada, y los chistes escatológicos. Si “Bumblebee” representa el futuro de la franquicia, considérenme emocionado por primera vez en once años.
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