La celebrada cineasta peruano-holandesa Heddy Honigmann volverá este 2019 al Festival de Lima con su nuevo documental titulado «Buddy», y está muy feliz de compartir esta buena noticia. También se siente muy agradecida por el éxito que está consiguiendo su película, desde su estreno en el IDFA 2018 (International Documentary Film Festival Amsterdam).
Converso a continuación con Heddy en un café de Ámsterdam, sobre «Buddy», sobre el trabajo que viene realizando en el que será su próximo documental, y algunas otras novedades más. Compartamos unos minutos con una cineasta excepcional que en su más reciente producción, con su peculiar estilo, nos revela ese maravilloso sentimiento que une a un perro guía y su amo.
Heddy, ¿cómo nace la idea de «Buddy»?
Una día estaba mirando la tele y salió un anuncio; se veía un soldado herido y otro que trataba de agarrarlo, en ese momento se veía que un perro lo lamía. Justamente el perro lo despertaba de una pesadilla. Era una publicidad sobre perros de ayuda o guía. Yo me quedé fascinada con esto. Primero pensé en los soldados, recordé mi documental «Crazy» (1999), y luego me puse a leer sobre los perros guía, la cantidad que había, sobre todo la diversidad.
Entonces con Monique Lesterhuis, comenzamos a hacer la investigación. Encontramos un par de instituciones que educaban perros de ayuda para diferentes situaciones (como vemos en el documental): en casos de síndrome de estrés postraumático (muchos soldados lo padecen cuando regresan de la guerra; es lo que tiene el señor de la película), autismo, epilepsia, invalidez y ceguera, entre otros. De ahí salió una cantidad maravillosa de personajes. Se trataba de buscar que el personaje sea maravilloso y el perro también. Ver qué hace el perro, cómo se comporta. Era cuestión de buscar las mejores historias. El perro para mí era tan importante como la persona.
¿Tomó mucho tiempo el trabajo de investigación?
Hemos durado cinco meses más o menos para encontrar diversos perros y dueños. Mientras filmábamos seguía el proceso de investigación. En total habrá durado medio año. Escogimos nueve historias, y en la película hay seis. Lo que sacamos fue lo que se refería al entrenamiento de los perros que era una cosa ya diferente. No era emocional, no era la relación del perro y el amo que ayuda sino la relación perro y entrenador que es un vínculo corto, dura entre 6 y 9 meses. En cambio, la relación amo y perro es siempre cariñosa. Hay momentos en que los ves acariciándose, que se están necesitando el uno al otro. También están haciendo los deberes que tienen que hacer, porque son perros que están trabajando un montón, por eso cuando cumplen 8 ó 9 años los hacen parar.
Desde que he visto «Buddy» reparo en los perros guías que veo, llevan un chaleco. Pienso en lo vital que son para su amo.
Cuando están trabajando llevan el chaleco. Son completamente vitales para estas personas. Lo ves en la película. Lo dice la esposa del soldado Trevor; “Si no fuera por Mister (su perro), de repente no estuviéramos juntos”. Y es verdad. Ellos están hace mucho tiempo juntos y nos acaban de invitar a su matrimonio, es muy lindo.
Filmamos también a una señora con epilepsia que se caía en la calle. Lamentablemente no pudimos incluirla en el documental por problemas técnicos. Habían aprobado que tenga un perro entrenado para epilepsia. Ella notó que por momentos el perro venía y le lamía las rodillas, las manos. Después de un tiempo, ella se dio cuenta que el perro hacía eso antes de que le llegase un ataque de epilepsia. ¿Cómo podrán entrenar un perro para eso? Son cosas que no se entienden. Como una media hora antes del ataque el perro sabía, venía y ella se echaba. La señora tenía un miedo horrible que se lleven su perro.
¿En el documental los protagonistas son seis?
Son doce, los seis perros y sus seis dueños o dueñas. El camarógrafo sabía que yo quería dar atención tanto al perro como a la persona. En la escena de la mujer que duerme y el perro se echa en el piso, hay un momento que ella se mueve en la cama y el perro levanta la cabeza, inmediatamente atento. Esos son pequeños momentos donde, nosotros los espectadores percibimos el sentimiento. Eso va más allá de lo que el perro tiene que hacer. Eso ya es cariño por la persona. Amor, como uno de los personajes dice, le cuesta trabajo decirlo, pero es eso. La gente tiene miedo de usar esa palabra, porque expresa un sentimiento entre humanos, pero es amor entre perro y dueño. No hay otra palabra, sino esa. Es verdad y eso es lo que la película te hace ver. Es lo que a la gente le gusta de la película, que se trate de este amor. No sólo la gente que quiere a los perros, también el público que no tiene ningún interés en los perros.
¿Trabajaste con varias cámaras, para no perder detalles?
Nunca. Hay escenas en que la gente está segura que he usado dos cámaras, pero no es así. En las escenas de noche poníamos la cámara, la instalábamos y la cámara filmaba toda la noche. Sabíamos que algo podía pasar. En el caso del soldado Trevor, él mismo la prendía. Su esposa le preguntaba: “¿La has prendido…?”
¿Y en secuencias como la de la señora que sale a correr con su perro? También se grabó con una cámara, pero es una cámara chiquita en un soporte gimbal. El camarógrafo la puede manejar con el puño. Se puede subir y bajar, ver los ojos del perro. Eso para mí era muy importante, ver al perro y ver a su dueño o dueña para que tengan el mismo peso fílmico en la película. La cámara va de un personaje a otro. Es la primera vez que trabajo con un gimbal.
¿Te gusta más alguna escena en especial del documental?
Sí, la escena en el parque con el soldado Trevor, porque él nunca quería hablar. Fuimos al parque y nos sentamos en una banca. Fue increíble. Recuerdo que yo me volteé para hablar con el camarógrafo y decirle qué íbamos a hacer. Volteé la cabeza y vi al perro sentado como una especie de estatua y mirando todo lo que pasaba en la espalda del soldado. Pensé, aquí hay algo, ¿vamos a ver adónde llego? Es lo que más me gusta, improvisar.
El perro tiene una posición que te ayuda a preguntar -pensé- voy a ver si Trevor me cuenta algo de lo que le ha pasado. Lentamente empiezo en la historia suya y le pregunto: ¿Por qué ha tenido este trauma tan grande?, él dice: “En algún lugar de Europa sucedió que yo no podía hacer nada. Solamente podíamos ver y no hacer nada”. Y el único lugar donde eso sucedió es Bosnia, seguramente pasó eso en Srebrenica.
En un momento la esposa habla y dice refiriéndose a Mister: “Lo que sucede es que cuando estamos juntos, yo cuido la parte de adelante y el perro la de atrás”. Entonces ahí se me ocurrió pedirle a ella que se levante un momento y que se vaya, a ver qué pasa. Una improvisación total. Todo ese tipo de cosas chiquitas, que hacen una escena bastante central, muy fuerte. Ella se levanta y se va. Después de un tiempo le hice una señal para que regresara. Ella vuelve y el perro no sabe que hacer; de nuevo toma su posición y se ocupa solamente de la espalda.
Esa escena la recuerdo por el enorme gusto que tuve de improvisar. La esposa me cuenta: “Él no dice casi nada. Conmigo tampoco habla”. Pero sí habló conmigo de lo que le produjo el síndrome de estrés postraumático, un trauma tan horrendo para los soldados.
Heddy, ¿ahora estás trabajando en un nuevo proyecto?
Sí, es un proyecto que estaba filmando hace tiempo, uno que el Filmfonds (Fondo de la Cinematografía Holandesa) no me aceptó, es el proyecto sobre centenarios, «100UP». Ahora estamos haciendo un estudio de evaluación de lo que tenemos de material. Comencé a filmar con mi hijo en el 2015, para la investigación, pero hubo que esperar para continuar. Algunos de los personajes murieron, son viejitos. Ahora hemos separado la película en bloques, y seguiremos filmando. En unos días me voy por una semana al norte de Noruega. Es uno de los países que participa en la coproducción del documental, con Bélgica. En Noruega tenemos un personaje lindo, una señora de 101 años, muy activa.
¿Estás contenta con el resultado logrado con «Buddy»?
Sí, mucho, incluso fue inesperado, que inocentemente haces una película sobre perros guías. Creo que ha sido también la eficacia del montaje, de sacar de la película todo lo que no sea el cariño entre el personaje y el perro, lo que ha hecho que la película funcione tan bien. Y la van a pasar Lima en agosto, en el Festival y de eso estoy súper contenta, porque primero regreso a Lima y regreso al festival también. Entonces va a ser una conmemoración. Y tal vez hagamos un documental sobre mí allá, entonces que «Buddy» esté en el Festival de Lima es doblemente lindo.
¿Participarás como directora peruana en el festival?
Claro, como directora peruana. Yo, cuando pienso en mí misma, no me pienso como directora peruana, sino como directora internacional. Pero cuando estoy en Perú, bastan dos minutos que aterriza el avión y ya soy de nuevo peruana. Es tan rápido, es muy lindo. En el 2015 fui miembro del jurado del festival y para mí fueron un par de semanas de gran felicidad.
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Heddy Honigmann ha recibido diferentes premios a lo largo de su carrera, al igual que sus películas, en diferentes países. Uno de los más importantes es el premio Prins Bernhard Cultuurfonds 2016, la máxima condecoración holandesa que se otorga a personas o instituciones que hayan realizado una contribución excepcional a la cultura. La medalla la recibió de manos de la Reina Máxima, en una hermosa y muy significativa ceremonia.
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