[Crítica] Festival de Lima: «Los tiburones», de Lucía Garibaldi


Después de haber recorrido festivales importantes, tal como BAFICI o Sundance, llega este primer largometraje de la directora uruguaya Lucía Garibaldi, el cual nos introduce en la vida de Rossina (Rocío Betancurt), una muchacha adolescente quien, en un verano costero, buscará darle sentido a su sexualidad a través del interés que siente por Joselo (Federico Morosini), un joven algo mayor que ella, quien es uno de los empleados de su padre.

La historia se abre con una escena en donde Rossina avista desde la orilla del mar la aleta de un tiburón, acaso una alegoría del extrañamiento de la situación en la que se encuentra desde que apareció Joselo en su vida, y con quien tejerá una relación conflictiva, recurriendo a los objetos que lo rodean para conocerlo mejor y saber cómo podría atraerlo hacia ella.

Planteada mediante una narración lineal, Garibaldi utiliza eficientemente la cámara para acompañar la exploración del deseo de Rossina. Las escenas familiares permeadas de un humor bizarro, otorgan cierta dosificación al relato centrado en mayor parte en su protagonista. En el hogar, el interés de los padres está centrado en la hermana (Antonella Aquistapache), la otra adolescente que representa la idea de la feminidad concretizada.

La contraposición entre las hermanas que Garibaldi expone dentro del espacio familiar será necesaria para darle coherencia a la perspectiva de su personaje principal. De ahí que veamos en la intimidad a cada miembro preocupado por la vida de la mayor, y no prestando atención a Rossina. Será a partir de ciertas tomas cerradas que percibimos la mirada incierta de ella, dudando sobre la manera en que conseguirá satisfacer su deseo por medio de esa extraña relación, conflictiva e indeterminada, que mantiene con Joselo.

Desde un plano técnico, en “Los tiburones” la música es mínima y, por lo tanto, efectiva. No se asiste a sonidos ajenos a los espacios filmados, sino al sonido natural que encaja con los instantes de soledad de Rossina durante esos planos abiertos con vistas a la naturaleza. Parece que en aquellos pasajes cuando la música y los planos generales convergen se crea una alusión al cine de Xavier Dolan. Y es que la misma temática que se propone en este filme no es ajena a la del director canadiense. Garibaldi nos sumerge en todo ese mundo convulso que es la adolescencia femenina, el de una chica imprecisa en su relación con un hombre, y que deberá montar un reconocimiento hacia el sexo opuesto de manera azarosa y sin la asesoría de sus cercanos, prestándose de la incertidumbre en los actos y volviendo sobre estos mismos, a fin de atraer o alejar al “deseado” Joselo.

«Los tiburones» es una óptima película con la que empieza esta joven directora, quien sabe manejar los recursos fílmicos para crear una película sobre la formación sentimental adolescente.


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